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Necesidad, emoción y espíritu navideño

DAVID PÉREZ

Mark Rothko, pintor y grabador del siglo pasado, sostenía que no le interesaba la relación entre las formas y los colores, su interés estaba puesto en expresar emociones básicas. Afirmaba que podía otorgar su confianza a la psique del observador sensible y libre de las convenciones del entendimiento. Que no tendría, decía, ninguna aprensión respecto al uso que este observador pudiera hacer de sus pinturas al servicio de las necesidades de su propio espíritu; porque, si hay necesidad y espíritu al mismo tiempo, seguro que habrá una auténtica transacción. Situarnos en una postura así, con las características propuestas por Rothko, quizá sirva para atravesar (disfrutando o sobreviviendo), la temporada que ya inició.

Sabores, colores, aromas, abrazos, excesos, afectos, presencias y ausencias, son algunas de las características que nos propone un cierto "romanticismo mercadológico" para la última etapa del calendario anual y para los primeros días del nuevo año. En este período del año, quizá el de mayor cantidad de celebraciones, se provocan emociones a partir de diversos relatos, como lo pueden ser el religioso, el comercial y el humanístico con fuerte énfasis en compartir. Por más oposición o indiferencia que se tenga a la época navideña, no es tan fácil escapar de la exposición a la sobreestimulación de las emociones en la temporada navideña.

Como en otros períodos de la historia, para destacar una época se utilizaron los principales rasgos de la misma, sin querer afirmar con ello que fueran exclusivos de esa época o que fueran una completa novedad, de igual manera, hablaremos aquí del predominio de lo emocional como elemento mayoritariamente presente en esta época, más no excluyente de otro tipo de factores o componentes del escenario en el periodo histórico presente.

Específicamente en el periodo navideño, la característica de la emoción trasciende al ámbito religioso para convertirse en uno de los elementos característicos de la temporada. Podríamos afirmar, a partir de las teorías de la base biológica de la emoción, que el fenómeno antropológico contemporáneo privilegia la capacidad de recibir y elaborar estímulos físicos a los que se le asignan múltiples significados (Wukmir, 2000). Así, nos adentramos en la temporada navideña y sus diversos estímulos, y al mismo tiempo, no perdemos la capacidad de dar diferentes significados a la experiencia navideña por más estandarizada que se nos presente.

Un elemento básico de las experiencias de contexto religioso en la posmodernidad es "la emoción profunda" (Mardones J. M., 1994). Este tipo de emoción tiene la característica de que es el individuo y su conciencia el único criterio para validar y reglamentar la presencia de lo sagrado en su entorno. De forma tal, que lo trascendente tiene su privilegiada manifestación en la vida interior del sujeto. Así, no solo se le pueden atribuir diferentes significados a la experiencia navideña, sino que también se puede decidir la calidad y trascendencia de dicha experiencia.

Aquí estamos ya, frente a otra temporada navideña. Ir más allá de las formas y los colores, como propone el pintor Mark Rothko, es una invitación, o una provocación, para situarnos frente a las múltiples experiencias y emociones de los próximos días. Quizá convenga escucharle. Colocarnos desde el contexto en el que estamos frente al "espíritu navideño" como si fuera una pieza de arte, indagar sobre las propias necesidades, asumir la emoción que nos tramite, comprometernos con el significado que le queremos dar y hacer explícita la experiencia que queremos construir con los otros.

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Escrito en: David Pérez

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