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UN DÍA DESPUÉS

ALEJANDRO TOVAR

Al hombre le resulta tétrico reconocer que los pecados y las deudas son siempre más importantes que lo que nosotros nos figuramos, pues entre pedir prestado y mendigar, no hay mucha diferencia, así que se debe reconocer la memoria del acreedor para tenerte presente, aunque uno piensa que los créditos morales no existen, nunca se ha firmado nada, nunca, nunca.

El día después de la derrota, hay que ocultar la querida casaca albiazul por debajo de la camisa, cerca del corazón pero lejos de las miradas y las burlas amarillas que en lunes de trabajo hicieron que medio millón de regios presenciase su desfile multifacético, apenas a 20 horas de la ilusión, el tiempo ya descubrió la verdad, esa que hizo fuego cuando el penal se fue volando.

El se despertó sin querer, renegó de tener que ponerse en pie, no quiso afeitarse ni tomar el chocolate con pancito de azúcar, como todas las mañanas. Se repetía que el futbol carece de memoria y que de parecer en domingo una sirena de cuerpo sinuoso, pasó a ser un tipo malencarado, sucio, maloliente, con aspecto de malote y tatuajes de presidiario por doquier.

Es en este tipo de derrotas, se repetía, que el buen aficionado rayado debiera tener autorización para desaparecerse unos días, al menos de su entorno inmediato, ese donde las frases destiladas en maldad se repiten, por eso se fue mirando la ventana en el bus con la vista perdida y sin hacer demasiados juicios, porque el insulto se vuelve contra el que lo pronuncia.

Recuerda que miles de rayados se estiraron en ese balón pateado por Avilés y con él volaron como si les fuera la vida, algunos incluso, hasta después de muertos y ahora mismo sabe que tiene que vivir el lunes con el desfile tigre y todas las risas amarillas. Se estremece como ratón en laboratorio, en un laberinto en el que no tienen ninguna pista que le permita guiarse.

Recuerda a AMLO, con aquello de "manifestación pacífica" y lo compara con sus enemigos pero se detiene en cada esquina, sabe que apasionarse es lo que te cambia la vida y no puede esperar una catarata de buenas maneras, pues la ética en el futbol siempre pierde, así que bajo los acordes de una musiquilla enferma, entra a la oficina, sabiendo que debe vivir para venderse a precio de resucitado pues su equilibrio precario, tiene al lunes, hoy, como fecha de caducidad.

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