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Andrés Manuel: cuando el enemigo es el espejo

SIN LUGAR A DUDAS...

PATRICIO DE LA FUENTE
Para evitarte conflictos, que tu lengua no se adelante a tu pensamiento”.

— Anónimo

Consiga o no ser presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador ya pasó a la historia como uno de los líderes más importantes de nuestra era. Nos sea grata o no su persona, cabe reconocer que son escasos los políticos con el magnetismo y facilidad para conectar con las masas que tiene Andrés Manuel.

Nunca he ido a sus mítines, no planeo acudir ni por mera curiosidad profesional, ni en el peor de los escenarios le daría mi voto pero más de una persona me insiste en que escucharlo hablar desde el templete resulta una experiencia electrizante.

Ojalá y las diferencias ideológicas y políticas no nos impidan advertir lo evidente: López podrá extraviar las formas, pero en el fondo su anhelo por un país más justo es verdadero y legítimo.

Aunque venda espejitos y promesas de cambio que quizá nunca llegarán, desde lo discursivo, para miles de personas López Obrador significa la última posibilidad de redención, el tardío fogonazo de una revolución inconclusa que no termina de hacerles justicia, y la proximidad con el México soñado.

Desgraciadamente, ni con él ni con otro habrá tal cosa porque el futuro se construye a partir de visiones individuales y paternalistas, sino desde lo colectivo.

El liderazgo de López Obrador es insoslayable pero creo que del mismo modo, a la distancia y desde la objetividad histórica que sólo confiere el paso del tiempo, también habremos de recordarlo por su capacidad manifiesta de echarlo todo a perder.

Sí, todos sabemos que López Obrador está rodeado de enemigos que anhelan y buscan su muerte política, pero también nos es familiar el hecho de que más temprano que tarde, la tripa siempre termina dominándolo y vence a su incuestionable inteligencia y sagacidad política.

Ello ocurrió en la campaña del 2006, en la del 2012 y se repetirá en este proceso pues además de que infancia es destino, con la edad los males también se recrudecen.

No obstante gracias a la templanza, mesura y capacidad de algunos miembros su círculo cercano, a la larga Andrés vuelve a ser Andrés y ahí acaba todo.

Lo que algunos calificarían de carácter apasionado, lucha por los ideales o constancia, también puede ser entendido como autosabotaje. Los expertos definen el término como una parte inconsciente de nosotros que brota cuando está por ocurrir una situación que implica un cambio trascendente en nuestra vida.

El autosabotaje está compuesto por un cúmulo de creencias y recuerdos limitantes que afloran cuando menos lo deseamos, toman control sobre nosotros, entorpecen planes y proyectos de mejora, bienestar y evolución personal.

Y es que sólo a partir de dicho cuadro clínico puedo entender el primer gran dislate cometido por López Obrador esta semana. Es grave porque ofendió no sólo a las Fuerzas Armadas en su conjunto, sino a las miles, millones de víctimas de la guerra contra el hampa y ni qué decir de sus familias.

Hace algunos días, Andrés Manuel López Obrador arremetió con la estrategia de seguridad emprendida por los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Hasta ahí iba bien, en ese punto todos más o menos coincidimos en que la guerra contra el crimen organizado no se ha traducido en un país más seguro ni en la reducción de los índices delictivos, y que urge replantear la estrategia y poner sobre la mesa preguntas difíciles.

Sin embargo, AMLO se fue de bruces y a pregunta expresa de un reportero sobre si habría perdón para los cárteles, dijo lo siguiente:

“Si es necesario…vamos a convocar a un diálogo para que se otorgue amnistía, siempre y cuando se cuente con el apoyo de las víctimas, los familiares de las víctimas. No descartamos el perdón. En mi tierra siempre se dice “ni perdón ni olvido”, yo no comparto eso. Yo sí creo que no hay que olvidar, pero sí se debe perdonar, si está de por medio la paz y la tranquilidad de todo el pueblo”…

No contento con las múltiples reacciones adversas que generó su comentario hasta entre la propia dirigencia nacional de MORENA, en otro escenario el tabasqueño insistió en el tema y se fue de largo arremetiendo contra los secretarios de Defensa y Marina, a quienes acusó de ser títeres de Peña Nieto y estar al servicio de la mafia del poder.

Bajita la mano, esta semana López Obrador rompió con la cúpula de las Fuerzas Armadas, se echó a la milicia encima, tiró por la borda a la Constitución y el marco legal que nos rigen y ofreció, cual Mesías, perdón y olvido…

Y eso, querido lector, que apenas van a comenzar las precampañas. Como mencioné desde un principio, López Obrador topa con su peor y más implacable enemigo todas las mañanas. Ocurre cuando se levanta y se mira al espejo.

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