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Diferencias irreconciliables entre sexo y estrés

La tensión física y mental en el íntimo ejercicio

Foto: Archivo Siglo Nuevo

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REDACCIÓN S. N.

Las relaciones sexuales bajo los efectos de esa sensación producto de cansancios y presiones dejan mucho que desear. Hasta siete de cada 10 encuentros resultan poco o nada satisfactorios.

Los efectos del estrés en los individuos no dejan títere con cabeza. No sólo propician tensiones que afectan mente y cuerpo, también aminoran los impulsos y limitan la respuesta favorable a eventos de suyo gratificantes.

Por ejemplo, cada vez está más desglosada la manera en la que esa reacción del organismo ante situaciones familiares, laborales, personales que atenazan el ánimo afecta la vida sexual de las personas. Un traspié evidente: la sangre, en lugar de bajar hacia la zona donde se requiere su presencia se mantiene en la cabeza, cautiva del proceso cerebral iniciado en pos de solucionar un desaguisado preocupante.

Estos días de prisa, época considerada como la más sexualizada de la historia humana, están marcados por un descenso en la frecuencia de las íntimas relaciones. Tanto las parejas como los solteros, en las sociedades desarrolladas, tienen cada vez menos intercambio erótico.

En España, un estudio sobre la relación entre sexo y estrés no sólo confirma el fuerte influjo que éste último ejerce en el primero. también deja claras algunas de las razones que los hacen incompatibles.

Las relaciones sexuales bajo los efectos de esa sensación producto de cansancios y presiones dejan mucho que desear. Hasta siete de cada 10 encuentros resultan poco o nada satisfactorios.

Esa fue una de las conclusiones del análisis realizado por los centros Nascia, especialistas en manejo de ansiedad, con respuestas de 1 mil parejas.

DUALIDAD

El sexo, cuando uno o los dos integrantes de la pareja están estresados, no entrega lo mejor de sí por varios motivos que se inscriben en el plano físico y en el mental.

La libido se va a pique por causas como dolores de cabeza (40 por ciento de los entrevistados), cansancio generalizado (80 por ciento) y tensión muscular (50 por ciento).

Otros desperfectos asociados, ubicados en las zonas que deben activarse para consumar el acto, son la erección insuficiente (55 por ciento), la ausencia de secreción vaginal (60 por ciento) y la eyaculación precoz (20 por ciento).

Con esos dolores, detalles y respuestas de los organismos, no es sorprendente que el encuentro íntimo se torne en una actividad poco atractiva e incluso de goce dudoso.

Por si lo anterior fuera poco, la tensión mental también redunda en desventurados efectos como una falta de concentración en el acto y poca atención que se presta al desarrollo de los acontecimientos y a la pareja. Respuestas de este tipo fueron tan frecuentes como en un 75 por ciento de los casos.

Así se configura la receta de encuentros privados escasamente satisfactorios, que también pueden acabar aderezados con cambios de humor, indecisión, mal carácter, irritabilidad, desgana.

La incompatibilidad entre sexo y estrés, con esas credenciales, no queda en duda.

De acuerdo con Nascia, hasta un 65 por ciento de las parejas con estrés reconoce no disfrutar plenamente de su intimidad mientras que un 35 por ciento afirma haber pasado malas experiencias vinculadas a las tensiones internas y sus manifestaciones externas.

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Además, tanto la ausencia de deseo como el desempeño deficiente suelen acarrear frustración, palabra que viene acompañada de más estrés y éste no deja títere con cabeza, llega a presentarse otro problema de la libido disminuida: la anorgasmia (imposibilidad para alcanzar el orgasmo).

Las fallas pues, afectan desde el inicio hasta el punto máximo del ejercicio erótico. Es un error frecuente interpretar esa indisposición como motivo de preocupación. Se pierde de vista que la puesta a punto para un acto sexual satisfactorio no es una tarea sencilla cuando se viene acarreando alguna dolencia física, como una gastritis, o un desánimo producto de la tensión nerviosa.

QUÍMICA

En términos físiológicos, de la mano de las tensiones ocurre un descenso en los niveles de andrógenos (hormonas sexuales masculinas) y estrógenos (de las más importantes hormonas femeninas).

El estudio reitera que la impotencia es una de las consecuencias relacionadas con los cuadros de estrés por lo que es recomendable, para no aumentar la carga negativa, no intentar tener relaciones.

La frustración y la ansiedad por demostrar, cumplir y demás, puede provocar una gran presión, de manera que el sexo ya no sea una cuestión de disfrutar en pareja sino un objetivo en sí mismo.

Cuando se tiene el plan del embarazo, cuando se trata de revertir con rapidez una mala experiencia previa, cuando se pretende eliminar el estrés con la actividad sexual, se puede acabar echando más carga en el vagón de la tensión. Para evitar que se agraven las cosas se requiere, desde luego, un elemento de honestidad. Si la situación laboral, la cuestión económica, el estropicio afectivo, mantiene atenazado el entendimiento y molido el cuerpo, es preferible no empezar el juego. Las consecuencias pueden ir más allá de una falla. Suelen encadenarse más factores y es en esa aglomeración donde surge la estampa de haber topado con un problema insuperable.

CUIDADO

Los sexólogos insisten en que no es buena idea usar el sexo para sustituir otras carencias. Si la fuerza de las presiones actúan sobre uno y producen agobio, intimar se convierte en otra fuente de angustia.

Si bien son ampliamente reconocidos los beneficios y las ayudas inscritas en el cuaderno del acto sexual, los aspectos positivos quedan anulados cuando la acción es forzada, es decir, si se prescinde de la mediación del deseo.

Sentirse deprimido, ansioso, desesperado, fatigado (no hablemos de los males corporales) y acometer el intercambio sensorial es emprender el viaje sin combustible para la libido.

También se debe tener en cuenta que tanto tener sexo como abstenerse pueden redundar en más estrés, porque negarse a ese placer, incluso si se debe a una decisión meditada, conlleva la insatisfacción de los impulsos.

Sin embargo, puede ser un mal menor si se sabe manejar y se ponen en marcha acciones para reducir la acumulación de exigencias que impacta en la libido, si uno consigue reducir las cargas del entorno, si uno pone de su parte para aumentar el rendimiento mental y el físico.

Atender los síntomas de estrés implica organizar mejor los días, descansar lo debido, prestarse para actividades recreativas, comunicarse con la pareja, abrir la creatividad para estimular el deseo. El combate al estrés bien puede constituirse en una fuente de placer.

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