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Sobrevivientes

FEDERICO REYES HEROLES

Academia de sumisos, reminiscencia monárquica, expresión máxima del autoritarismo que provoca cortesanía, degradación de la política que concentra el poder en un hombre. Llueven críticas a la forma en que el PRI ha procesado su selección del candidato a la presidencia. Pero, ¿por qué lo hacen? Son sobrevivientes no suicidas.

Imposible que los mexicanos acepten una monarquía y sin embargo esa forma de gobierno rige naciones tan importantes en la construcción de la democracia como Inglaterra, o tan modernas y en muchos sentidos de avanzada como España, Suecia o Noruega. A los republicanos el asunto nos revuelve el estómago, pero a la mayoría de los ingleses, o españoles, o suecos, o noruegos, no les parece tan mal. Las monarquías constitucionales son una realidad del siglo XXI. Olof Palme, Felipe González o Tony Blair, gobernaron en monarquías.

Qué decir de la religión de estado vigente en Inglaterra, Dinamarca, Islandia, Grecia y muchos más. O de los estados islámicos como Paquistán, Mauritania, Yemén entre otros. Peor aún las teocracias como las de Irán o Arabia Saudita. Eso sí merma los derechos individuales. También hay casos ambiguos en el tema como Israel, o Argentina y Chile. Para los mexicanos, educados en la tradición juarista, lo sepan o no, es inconcebible que cualquier iglesia bendiga a un presidente. Los sistemas políticos deben compartir la universalización de los derechos individuales, pero también se adaptan a las características culturales e históricas. Cada cuatro años miramos el extraño caso del voto presidencial indirecto de Estados Unidos. Su explicación está en el origen de la Unión, pero no deja de ser incomprensible para nosotros. De hecho, rara es aquella democracia que no tiene algún carácter particular.

El primer sobreviviente post revolucionario se llamó Plutarco Elías Calles. De allí surgen algunos de los rasgos y peculiaridades que marcaron la vida política de México por décadas. Para mitigar los pleitos y traiciones, Calles crea una organización encargada de dirimir internamente las rencillas, un partido político sui generis. Pero esa maquinaria tenía varias piezas. El presidente de la República sería el máximo líder de su partido con voto de calidad en la postulación de su sucesor, pero no podría reelegirse, ni controlar al sucesor. La fórmula les funcionó razonablemente bien, con negros en el arroz: la elección en que participa Vasconcelos o la intriga contra Almazán.

El mundo analizó esa fórmula mexicana, de Atatürk al PSOE. Pero claro, en un país autoritario con un andamiaje electoral controlado por el propio gobierno, sin oposición real y extendida, sin competencia, sin una fuerte opinión pública, la designación de los candidatos presidenciales del PNR, PRM y PRI se convertía en automático en la designación del futuro presidente. La fórmula se volvió una farsa: el dedo del presidente lo podía todo. En el exceso el presidente podía designar a todos los gobernadores, al regente de la capital y a su sucesor en Los Pinos. Pero gracias a las demandas de los opositores, a la capacidad de adaptación del sistema y a la globalización política, México se fue democratizando lenta pero sistemáticamente. Municipios, gubernaturas y al final la presidencia, la alternancia se instaló progresivamente. Hoy, el andamiaje electoral goza de independencia, hay competencia, hay opinión pública y legalidad. La nueva gran amenaza a nuestra democracia es otra: el excesivo control de los partidos políticos, profundamente desprestigiados, sobre las normas que los rigen. Así se crea el círculo vicioso, la "partidocracia".

Muchos se preguntan por qué el PRI restaura su fórmula interna de selección. En teoría los partidos son maquinarias de conquista del poder. Para triunfar hay una premisa infranqueable: no dividirse. Los que se dividen pierden, basta con ver los desastres en el PAN y el PRD y por ende del Frente, para imaginar las consecuencias. Un suicidio. En el escenario hay otra opción, la auto designación como ocurre frente a los ojos de todos en MORENA donde una persona actúa como dueña de partido financiado por los mexicanos. Eso sí rebasa en autoritarismo hasta a las monarquías. También ronda la captura de los partidos, como está ocurriendo en el PAN o MC y como ocurrió en el Verde con una familia.

En el imaginario colectivo el presidente lo decide todo, eso es una caricatura y muy burda. Hoy México es otro, la competencia es real. Hoy las ponderaciones para una postulación pasan por muchos filtros: desde la reacción de los mercados hasta las mediciones de negativos de los precandidatos que han estado en el escrutinio público por años. El dedo absoluto ya no existe, no violan ningún derecho. Estamos frente a una vieja fórmula de unión partidaria pero modernizada. No es un juego. No son suicidas, quieren conquistar el poder.

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Escrito en: Federico Reyes Heroles

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