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LA FICCIÓN

ALEJANDRO TOVAR

El amor, el futbol y la vida misma, no pueden existir sin tensión, por el temor de perderlo todo, son espejos de nuestro mundo que es como una caja de doble y hasta triple fondo, que sujeta las emociones del hombre con la premisa de una esperanza que se autoabastece de un privilegio deseado, con el ejemplo de muchas personas errantes que van y vienen como almas en pena.

Hoy vemos demasiada literatura dedicada a calibrar la inteligencia de la maldad, se van alejando las notas de aquellas románticas crónicas que endulzaban ficciones y verdades con maneras artesanales, propias de investigadores que conocían el pensar de su auditorio y actuaban en consecuencia pues está visto que si el hombre lee con interés y gusto, el mundo se detiene.

La lectura intensa es una llamarada y solo contamos ahora mismo con reportes de quejas y sinsabores y ¿es el universo quien cambia o somos nosotros mismos?. Tal vez nos quedamos instalados en ver la realidad de frente, como un sol del atardecer, que es como oro lento. Leemos y vemos excusas, salidas, huídas que de tan repetitivas, se van haciendo actitudes clásicas.

Jémez se declara orgulloso de sus azulillos, cuando no han podido hacer un gol y revivir. Herrera se "siente preocupado" aunque contento porque en torneos cortos "lo importante es pasar" pero la gente quiere ver futbol real, no entreveros y confusiones, tensión que es síntoma de impotencia y la ovación que es como un hermoso abanico de sonidos y pasiones, se oculta.

Ferreti deja escapar que "han dejado qué desear" cuando terminan con el rosario encima, colgados del larguero y pidiendo la hora ante un León volador. Enfrente, los Rayados se hartan con la complicidad rojinegra de una zaga debilucha y pocos miran el vuelo de Roberto Hernández con sus Monarcas, que imponen estilo y autoridad, por aquello de ser tal vez, morenito y mexicano.

Hacen falta en los medios, escritores y comentaristas inteligentes, esos que ven lo distinto, ahí donde el resto observa solamente lo obvio, pues hoy en día muchos somos lectores y televidentes curiosos dispuestos a entrar en el mundo de realidades, no de ficciones. Es preciso que aparezcan periodistas con una mayor capacidad para el análisis de los eventos y de todos sus personajes.

No es necesario el lenguaje oscuro de los intelectuales, sino la impecable percepción del detalle significativo, pues con la revolución de las herramientas, la obligación del profesional es doble, de acuerdo a la exigencia popular y aunque el narrador es como el árbitro, que marca lo que ve, su visión debe ser la de un microscopio que descubre las secretos en una misma mirada, porque hay que esforzarse por escuchar el yo interior, esa pequeña voz de la conciencia.

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Escrito en: Al Larguero

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