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MUERTOS II

ALEJANDRO TOVAR

Cuando la muerte toca a las puertas, suele llevarse a varios porque gusta de la vida en grupos.

El año pasado en su visita al gremio invitó a Bernardo de la Serna y José Rogelio Ezquerra, tal vez porque los ubicó juntos en León, ambos detrás de un micrófono, como profesionales de alto nivel de calidad que eran y que significaban un capricho exquisito de algún genio del relato.

Y como en esta vida acelerada no hay detecciones de zonas peligrosas, la muerte aprovechó esa condición invisible que posee para colarse entre otro par, sin que ellos la advirtiesen con retrovisores.

Así pues, condujo por su camino sin regreso a Roberto Hernández y este fin de semana al querido "Che", Jorge Ventura, que siempre se distinguió por ser un manual de buenas maneras.

Visor profundo de la vida y del deporte, Jorge solía decir que un periodista que no lee ficción, que no lee poesía, que no entiende de qué se trata el narrar, es un irresponsable. Pugnaba por el estudio, la intensa preparación, porque de otra forma, el supuesto profesional de la comunicación, solo va a favorecer a la mediocridad y se olvidará por completo de la excelencia, aspecto prioritario siempre.

El periodista que solo recrea tiempos pasados, que se olvida de palpitar el presente y no tiene consigo la gran misión de ser actualizado, deja de ser útil y cae perdido en la red de la rutina, esos hombres, decía Ventura son como velas que arden por los dos extremos, que no duran mucho. El profesional de la comunicación debe ser un instrumento de información completa para su público.

Sus pláticas de café eran verdaderos monólogos, donde uno tenía la obligación de ser receptivo y analítico a buen velocidad, para determinar que la inteligencia básica del ser humano está reprimida y distorsionado por cuestiones comerciales y políticas, usando lenguaje que se iba alejando de la realidad, envolviendo el ambiente de su prosa o de su comentario a un mundo aislado y personal.

El colofón de esos encuentros era con el mismo tono de que hay peligro de que el periodismo desaparezca y acabe engullido por una corriente de efervescencia, la posverdad o el relato que pretende negar los hechos y recrear la realidad, lo que consigue que aparezca enseguida, la manipulación, fenómeno que ahora mismo estamos comenzando a observar, como una tendencia de los medios.

Jorge Ventura, por mirar las cosas con microscopio, no encajaba en los grupos fatuos, porque él representaba una especie clandestina, obligada a vivir en cautiverio.

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