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LOS POBRES Y EL BUEN FIN

Arturo Macías Pedroza

Coincidiendo hoy la celebración de la primera jornada mundial de los pobres convocada por el Papa Francisco, con la promoción del consumo en México llamado "el buen fin", estamos en la necesidad de tomar una decisión fundamental clara: Si con todas las fibras de nuestro ser creemos en la justicia, la paz y el amor, adquirimos una verdadera libertad respecto a la economía.

Pero vemos también con dolor cuan fácilmente el éxito económico tiene que ver con la riqueza injusta, con estructuras injustas y con relaciones indignas del hombre. Una aspiración personal e injusta a la posesión se funde demasiado fácilmente con el espíritu malsano de un ambiente en el que el éxito económico, la riqueza y el placer ocupan el primer lugar.

La humanidad se ha alejado mucho de un reparto justo de los bienes de la tierra. Centenares de millones de hombres viven en las condiciones de miseria. También los que se hacen llamar "gente de religión" o "de fe", se dejaron llevar por la misma sed de lucro, añadiendo a ello algunas limosnas y piadosas instituciones para tranquilizar la conciencia, mientras acumulaban sus riquezas con una explotación inhumana de los débiles sirviéndose de un sistema económico injusto.

Los datos de esta injusticia y pobreza en nuestro país son alarmantes: más de 53 millones de personas que viven en la pobreza y 9.3 de ellos en pobreza extrema, el 10 % de la población vive con 22.68 al día por persona. Debemos reflexionar sobre nuestro actuar para revertir esta situación.

Los poderosos canales de la publicidad que, para convencernos a consumir en estos días de "buen fin", martillean incesantemente al hombre común: "debes ansiar, tener, consumir, hacer ostentación de otras cosas", son parte de un mundo que se cierra a la verdadera humanización. La gente madura y pensante no puede contentarse con ser honestos, incorruptos y escrupulosos. Tienen el deber de hacer juntos y cada uno en su puesto lo que sea posible en cada momento por sanar la cultura económica, desde la economía familiar hasta el suspirado ordenamiento más justo de la economía mundial. A tal fin, tomarán en la debida consideración los fundamentos de la justicia y la competencia necesaria para provocar los cambios (preparación, asociación, protesta, elecciones políticas, participación social …). Quien se contenta con ganarse honestamente lo necesario y se despreocupa del resto, no ha comprendido lo que es la justicia. Algunos se excusan diciendo que por más que hagan nada cambiará. En el fondo, tal afirmación es olvidar una dimensión fundamental del hombre; es no juzgar bien y no querer buscar la justicia; hacerse cómplice por no participar en la renovación humana que incluye el aspecto histórico y económico. La percepción de la propia corresponsabilidad en la vida pública y, de manera importante, en la vida económica actual, tiene mucho que ver con las esperanzas que uniendo las fuerzas, podemos prevenir muchas situaciones de miseria y aliviar otras. Ayudar individualmente a alguien, aunque eso sea importante, no compensa la falta de participación de todos para mejorar la vida pública. ¿Seremos capaces de liberarnos del modelo dominante hasta ahora de un crecimiento cuantitativo constante de la producción económica a favor de un progreso cualitativo de toda nuestra cultura? Tenemos necesidad de una transformación profunda. La meta es una sociedad económica hecha de una satisfacción racional de las necesidades, de moderación.

Donde se cree antes que nada en la grandeza y dignidad del hombre, en la vida, la justicia y el amor, no se explota a los débiles ni a los pobres, no existen marginados. Se desenmascara y supera la avidez y la sed de poder. Donde el corazón de los hombres está purificado de toda ambición injusta y equivocada, se dará una comprensión mayor de las necesidades verdaderas de los hombres. Donde se hagan esfuerzos por la paz, será posible solucionar conflictos económicos.

Heredero de una tradición latinomericana que se ha preocupado por los pobres, el Papa Francisco ha asumido la opción por los pobres en su actividad pastoral. La jornada de este día tiene por objetivo, en primer lugar, hacernos reacccionar ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro. Intenta hacer visibles a los pobres, salir a su encuentro para mirarlos cara a cara con actiutud fraterna. La variedad de estos rostros incluyen a los que sufren, los marginados, los oprimidos, los violentados, los torturados, los encarcelados, los víctimas de la guerra, los privados no sólo de bienes materiales sino de dignidad, de libertad por la ignorancia, la emergencia sanitaria o la falta de trabajo; los pobres son también las víctimas del tráfico de personas y de las nuevas esclavitudes, los que están en el exilio, la miseria o la migración forzada.

Mucha de esta pobreza no es natural sino generada sistemáticamente por intereses viles, por la lógica perversa del poder y del dinero. "Es la pobreza cruel como fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada"

Con el texto bíblico "no amemos con palabras sino con obras" (1 Jn. 3, 18), insiste en ir a los hechos, a los compromisos locales y regionales de las iglesias: enfermos, abandonados, ancianos y todos los necesitados de promoción y desarrollo de capacidades para valerse por sí mismos, sin dependencias que los encadenen. No olvida el Papa mencionar en el mensaje la necesidad de liberación de estructuras económicas, políticas y sociales que los mantienen en la exclusión y la marginación.

En los cambios que están viviendo las iglesias particulares de La Laguna (diócesis de Torreón y de Gómez Palacio), el testimonio transformador de la caridad debe ser un distintivo fundamental. "No pensemos sólo en los pobres como los destinatarios de una buena obra de voluntariado para hacer una vez a la semana, y menos aún de gestos improvisados de buena voluntad para tranquilizar la conciencia…" sino más bien en un verdadero encuentro y un compartir como un "estilo de vida"; como una "actitud del corazón que nos impide considerar el dinero, la carrera, el lujo como objetivo de vida y condición para la felicidad".

Las frases finales del documento publicado a propósito de esta jornada son lapidarias: "Si deseamos ofrecer nuestra aportación efectiva al cambio de la historia, generando un desarrollo real, es necesario que escuchemos el grito de los pobres y nos comprometamos a sacarlos de su situación de marginación… Hoy en día, desafortunadamente, mientras emerge cada vez más la riqueza descanada que se acumula en las manos de unos pocos privilegiados, con frecuencia acompañada de la ilegalidad y la explotación ofensiva de la dignidad humana, escandaliza la propagación de la pobreza en grandes sectores de la sociedad entera. Ante este escenario, no se puede permanecer inactivos, ni tampoco resignados. A la pobreza que inhibe el espíritu de iniciativa de muchos jóvenes, impidiéndoles encontrar un trabajo; a la pobreza que adormece el sentido de responsabilidad e induce a preferir la delegación y la búsqueda de favoritismos; a la pobreza que envenena las fuentes de la participación y reduce los espacios de la profesionalidad, humillando de este modo el mérito de quien trabaja y produce; a todo esto se debe responder con una nueva visión de la vida y de la sociedad".

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