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Piénsale piénsale

ARTURO MACÍAS PEDROZA

NADAR CONTRA CORRIENTE

El cambio que estamos necesitando requiere de mucho más que una participación ordinaria de parte de la sociedad; las fuerzas contrarias no cederán tan fácilmente; cínicos, insaciables, insensibles, son apoyados por la inercia y el conformismo cómplice de los crímenes que comenten los poderes que están beneficiándose con la situación actual. No basta una participación social, sin un verdadera lucha que sea capaz de enfrentar verdaderos gigantes.

La necesidad de transformaciones es cada vez más evidente, pero son pocos los que están dispuestos a tomar los riesgos que se requieren para implementarla. Las fuerzas económicas y políticas en riesgo de perder el control, se defenderán con todo lo que tienen. Si el problema es la concentración del poder y de los bines en manos de unos pocos, se pondrá ese poder al servicio de ellos mismos para conservar el status quo: Los recursos son muchos, y no tendrán ningún empacho en usar todos los medios permitidos y no permitidos.

Tiene además la colaboración de sus víctimas quienes manejados maquiavélicamente por diversos y sofisticados medios y métodos, sirven a sus verdugos y besan agradecidos sus cadenas; mantenidos en la ignorancia, en la enajenación y en la miseria, los hacen sentirse culpables de su situación y agradecer que les den unas migajas del pan que a ellos mismos les ha sido robado.

Hay algunos que alcanzan a descubrir la situación de injusticia, pero ven también el gran poder que tendrían que enfrentar; sienten que defenderse sería imposible, inútil e incluso peligroso. Aislados y desanimados, sólo esperan un milagro que venga del cielo, porque según ellos, "no se puede hacer nada". Incluso algunos deciden sumarse a las filas de los que tienen el poder, con la ilusión de recibir un poco de ese poder, sin percatarse de que eso es sólo para un reducido y cada vez menor número de privilegiados.

Incluso los idealistas han perdido la esperanza. Temibles y poderosas fieras en la variada lucha social de otros tiempos, ahora son mascotas domadas, al servicio del sistema injusto, explotador, opresor y destructivo; desilusionados por intentos fallidos y decepciones, justifican de mil maneras el no seguir sus ideales. Entre ellos hay muchos adultos, pero no es raro encontrar jóvenes con esta mentalidad derrotista y senil, enarbolando razones poderosas que justifican su actitud.

La colaboración continúa así el círculo vicioso de la injustica, corrupción y violencia; nos hemos hecho obedientes, pasivos, incapaces de oponernos o sabotear al opresor en tantas fases de la vida que lo hacen vivir y funcionar.

Sin embargo, la situación insostenible está trabajando a favor de un cambio. El sistema socioeconómico está basado en presupuestos falsos que están saliendo al descubierto y mostrando su fracaso. Habiendo seguido por muchos años el sistema suicida capitalista, el hombre tendrá que apresurar el cambio de rumbo antes de que sea demasiado tarde. Pero esta transformación no podrá venir por sí misma sin grandes riesgos. "La paz no se consigue sin esfuerzo. Si quieres la paz, trabaja por la paz" escribía Santa Teresa de Ávila; y siendo que hay tantas fuerzas que se oponen al restablecimiento de la armonía, y tanto camino hecho en dirección equivocada, el esfuerzo tendrá que ser mucho mayor que la simple participación manipulada en unas urnas cada 6 años. Tanto más si de lo que se trata de cambiar es todo un sistema y construir una nueva época.

Se trata de una transformación profunda, una nueva manera de ver el mundo; una conversión que empieza desde el corazón de uno mismo, dispuesto a cambiar desde sus criterios y principios toda la realidad. El sismo pide de los edificios dañados no sólo una reconstrucción en los mismos términos, sino algo más sólido. Igualmente el nuevo sistema que se requiere, no consiste en parches de lo mismo, sino de un nuevo modelo de relaciones con la naturaleza, con nosotros y con Dios.

Un pueblo no puede estar dominado establemente, si no está dispuesto a colaborar. Este esfuerzo tendrá que ser basado en una esperanza cierta, en una acción conjunta y organización a todos los niveles, en una creatividad que adopte estrategias, que convenza los corazones de todos, incluso de los que defienden o se benefician del sistema; las víctimas y la transformación podría ser menos penosa y larga, si somos capaces de dar mostrar las bondades de un sistema en el que la persona sea el centro.

Pero las bondades de la participación social, requieren un proceso de revisión cultural interior que consiga compromisos colectivos. El éxito en los resultados depende de acciones prácticas, estrategias, campañas, protestas, denuncias…

Ante la falta de esperanza, tenemos la oportunidad de replantear desde la sociedad organizada nuevos horizontes esperanzadores, alimentados de una espiritualidad nueva, que atraigan a la transformación a quienes de verdad está de parte de la paz, la solidaridad, la justicia y el bien común; a quienes están dispuestos a renunciar a privilegios; a desenmascarar a quienes con palabras bonitas, buscan arrastrar nuestra vida hacia el holocausto. Nadie está exento de una participación con todos los recursos disponibles; medias tintas o participaciones tibias no serán suficientes.

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