Sor Juana y disolución moral
Este 12 de noviembre será cumpleaños de Sor Juana. Conviene celebrar la fecha con algún comentario sobre nuestro “mayor acumen poético”, ojalá y la celebración provoque la lectura o la relectura de algo de su poesía o algo de su prosa autobiográfica de filo destellante, aunque de lejano y exigente estilo barroco.
Antes veamos que don Quijote sentencia peligrosamente sobre el espíritu de los poetas: “Si el poeta fuere casto en sus costumbres lo será también en sus versos; la pluma es lengua del alma; cuales fueren los conceptos que en ella se engendren, tales serán sus escritos […]”.
Si se sigue la observación del famoso personaje de Cervantes, quienes han querido mostrar a Sor Juana como pervertida (para usar una palabra desprestigiada en nuestra época hedonista) podrán encontrar versos adecuados. No dirán una novedad. Regularmente los jóvenes desahogan sus energías en los goces del placer inmediato, no en el de la creación positiva.
Esos “disolventes” versos de Sor Juana se deben leer insertos en una tradición que les juzgaría de ese modo en términos de moral, mas se deben leer así porque enuncian una realidad impuesta por la condición humana, además, manifestada no sólo por poetas sino por filósofos y escritores diversos.
En la poesía de nuestra lengua, el considerado mayor poeta renacentista, Garcilaso de la Vega (1501-1536) expresa en su soneto XXII, con la cadencia y sonoridad del idioma español, el disolvente pensamiento que la moralina podría llamar incontrolada urgencia pasional.
Allí, el poeta recomienda a una joven cuyo “mirar ardiente, honesto / enciende el corazón y lo refrena”, disfrutar los placeres de la vida antes de envejecer: “coged de vuestra alegre primavera / el dulce fruto antes que el tiempo airado / cubra de nieve la hermosa cumbre”.
Por su parte Cervantes, autor del Quijote (Cervantes, por antonomasia, es Miguel de Cervantes, 1547-1616), en “Rinconete y Cortadillo”, una de sus Novelas ejemplares, pone en prosa la misma idea de no dejar ir la oportunidad juvenil (moza) de gozar la vida porque lo contrario se lamentará, se llorará en la vejez.
En su narración Cervantes hace llegar a una vieja hasta la rufianesca corte de Monipodio. Viene para avisarle que dos de los correligionarios trúhanes le dejaron encargada una canasta (robada) llena de ropa blanca. Allí La Gananciosa y La Escalanta, mujeres de “la casa llana” (de prostitución) se encuentran entre los brazos de unos jóvenes.
A ellos y a los demás mancebos les aconseja lo que Garcilaso: “Holgaos, hijos, ahora que tenéis tiempo; que vendrá la vejez y lloraréis en ella los ratos que perdisteis en la mocedad como yo los lloro […]”.
Contradictoriamente, en el prólogo, Cervantes ha prevenido al lector: “Una cosa me atreveré a decirte: que si por algún modo alcanzara que la lección de estas novelas pudiera inducir a quien las leyera a algún mal deseo o pensamiento, antes me cortara la mano con que las escribí, que sacarlas en público”.
Así que cuando Sor Juana (1648-1695) escribe sus versos disolventes de la moral moderna, ya lleva por lo menos dos siglos en nuestra tradición literaria la idea de que conviene gozar los placeres que si en la juventud no se tuvieron, se lamentarán y llorarán en la vejez.
Dichos versos de Sor Juana son parte del soneto identificado con la leyenda: “Escoge antes el morir que el exponerse a los ultrajes de la vejez”. Estas palabras soslayan la recomendación del placer, pero Sor Juana dice: “goza sin temor del Hado / el curso breve de tu edad lozana / pues no podrá la muerte de mañana / quitarte lo que hubieres hoy gozado”.
Ni la recomendación de Sor Juana, ni el consejo de la vieja pícara creada por Cervantes, ni la exhortación de Garcilaso son necesarios para los jóvenes de nuestra época concupiscente.
