Siglo Nuevo

Alejandro Rosas

Entrevista

Foto: FIL

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YOHAN URIBE JIMÉNEZ

Es divulgador de la historia y escritor. Habla con los muertos desde hace 28 años. Los difuntos le han revelado sus historias para obras como Mitos de la historia mexicana (2006), Sangre y fuego (2009), 365 días para conocer la historia de México (2011) y 99 pasiones en la historia de México (2012). No aspira a ser un rockstar, pero le gustan los medios. Luego de terminar la trilogía Érase una vez México buscó ayuda psicológica y terminó escribiendo México bizarro (2017).

En breves e irreverentes anécdotas, en las que la acidez y el humor se desbordan sin timidez, México bizarro retrata un país tan surrealista que lo mismo tiene sabor a chiste que a pesadilla. En sus páginas se encuentran episodios como aquel en que una vidente fue contratada por un fiscal para resolver un homicidio o el exótico cortejo fúnebre a la pierna de Santa Anna. También están la huelga de hambre de un expresidente que dejó al país en la quiebra, la rodilla que Sara García se fracturó a propósito para ser la eterna abuela del cine, la trágica vida de la Mataviejitas y la funesta ocasión en la que al pueblo le repartieron miles de litros de leche con heces fecales. La pericia del historiador Alejandro Rosas y la astucia periodística de Julio Patán narran los hechos que nuestra historia habría querido esconder bajo la alfombra y las anécdotas que destapan cloacas donde la versión oficial dista de la realidad de México, país al que el adjetivo bizarro parece quedarle como un traje a la medida.

¿Un libro para leer sin solemnidad?

Efectivamente, la idea que teníamos Julio Patán y yo era acercarnos a ese tipo de historias que todos conocemos, o porque nos tocó ser testigos presenciales o porque nos las contaron o las vimos en algún lugar, pero con ese humor que es tan característico de los mexicanos, incluso ante las situaciones más difíciles. Ahora, desde ésta perspectiva, las situaciones parece que son de risa o anecdóticas, pero como señalas, ya cuando las empiezas a ver, muchas de ellas, sobre todo las que tienen que ver con la vida política, producen un impacto real en lo que somos como país hoy en día.

Por ejemplo, una de nuestras historias bizarras es sobre una vidente, o una médium, en la Procuraduría General de la República. Es increíble que en un momento de su existencia, allá por los noventa, la PGR haya contratado una médium para resolver un caso de homicidio. De ahí te saltas a todos los demás casos, el caso Paulette, el caso de Juan José Posadas Ocampo y demás, y te das cuenta de que muchas de las cosas bizarras tal vez a la distancia te den risa, pero el problema es que no podemos darnos el lujo de olvidarlas, el país que somos tiene que ver con ese tipo de cosas que suceden en la vida política.

¿El México bizarro es una evolución del México surrealista?

Creo que no podemos generalizar y decir que todo en México es bizarro y que todo está mal. Creo que México es un mosaico, muy polifacético, una de esas facetas sí nos lleva por el camino de las cosas bizarras, ya sea como sociedad, ya sea como gobierno o como clase política, entonces lo que aplica es que ya no son sólo materia para la anécdota, es una cuestión donde las cosas bizarras suceden porque pueden suceder sin que haya consecuencias.

Tú lees el libro, son noventa historias y creo que el 60 por ciento tienen que ver con la vida política, el resto son de entretenimiento, de cine, de cultura y demás, ese resto pues, realmente queda en la anécdota, que si la selección mexicana, que si la 'chiquitibum' en el mundial del 86, ahí sí son anécdotas sin ningún tipo de problema.

Insisto, el problema que encontramos es que las cosas relacionadas con la vida política siguen impactando en nuestro país; porque no hemos construido un país de instituciones, no hemos construido un país de estado de derecho, no hemos construido un país de respeto a la ley, y entonces, tú ves ahí que las historias políticas bizarras son protagonizadas por el presidente, los secretarios, el congreso, la clase política. Ese es el problema, pueden hacer bizarradas porque no hay consecuencias, porque nadie los llama a rendir cuentas, porque nadie le dijo a Vicente Fox nada por el 'comes y te vas'; porque nadie le dijo a Felipe Calderón nada, no lo llamaron a rendir cuentas por el bicentenario tan fallido; Peña Nieto se va a ir y no va a pasar absolutamente nada con la 'casa blanca'. No somos un país en estado permanente de cosas bizarras, pero la política mexicana actual, esta generación, nos sigue dando una serie de historias y de hechos bizarros que definen lo que somos hoy.

¿Que no pase nada es más bizarro que las mismas situaciones absurdas?

Exactamente. Yo creo que al final la gran bizarría es que no pasa nada. Y cuando sucede, como decía Cantinflas 'no pasa nada'.

¿En algún momento sentiste que estabas escribiendo ficción, más que historia?

Mira, hemos escuchado muchos comentarios de que a veces en México la realidad supera la ficción. Sin embargo, está realidad no es ficción, ha sucedido. Al final, todas las historias que publicamos son ciertas, están documentadas a través de la historiografía, de la hemeroteca, pero evidentemente cuando la gente lee cosas así lo primero que dice es 'esto no pudo haber sucedido', por ejemplo, lo de la famosa Paca, la médium que contratan en la PGR para resolver un caso, es propio de una novela de enredos, quizás policíaca, y pudo haber sido un best seller. Que el Congreso haya intentado evitar que Madonna entrará a México porque venía a pervertir a la familias mexicanas y que haya sucedido en 1993 y que el debate este en el diario oficial de la Legislatura, es algo que tal vez a ningún novelista se le hubiera ocurrido y es algo que realmente sucedió; y así podemos ir de caso en caso y claro que parecerían dignos de novelas o de ficción, un cuento, sin embargo, no es así.

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Foto: Secretaría de Cultura de Ciudad de México

Como si la clase política tuviera un afán de dejar sin trabajo a los autores de ficción…

(Risas de Alejandro) Creo que además el problema es que lo hacen como diría el Chavo del Ocho, 'sin querer queriendo', y lo hacen porque, insisto, no hay nadie que les pida cuentas, saben que no tienen que rendir cuentas a nadie, habrá cosas que pasen al anecdotario, a ver, qué país resiste que una líder magisterial sea ultramillonaria y que nadie la pueda tocar, o que un maestro, Hank González, haya aparecido allá por los noventa en la lista de los más ricos de Forbes; o que el secretario de seguridad pública en la época de López Portillo, el Negro Durazo, haya sido un súper delincuente y que aun así al terminar su sexenio haya podido durante un tiempo salir impune hasta que lo agarran; o que, para despedir el sexenio, Hank González le regale a López Portillo la famosa 'colina del perro'. Insisto, creo que hemos construido un estado en el que es muy factible que todo eso suceda y que nos parezca muy normal, parece que un México bizarro es, por momentos, donde nos sentimos más cómodos.

La selección incluye situaciones pasadas y contemporáneas, desde Santa Anna hasta nuestros tiempos…

Lo que decidimos fue mostrar que todas las sociedades tienen sus momentos bizarros, seas república o el Imperio azteca, incluso hay por allí una historia de un tlatoani que gracias a él se inunda Tenochtitlan, lo que nunca había ocurrido. Tampoco es un libro de historia como para que allí encuentres todo, son ejemplos de situaciones en diferentes momentos; la pierna de Santa Anna, como decías, es increíble; lo de la momia de fray Servando Teresa de Mier, que la venden a un circo porque el gobierno de la Ciudad de México no sabe de quién se trataba, es increíble; cuando López Mateos cerraba el viaducto de la Ciudad de México para correr en un Maserati que había mandado ensamblar a su gusto, es absurdo. Sí, la idea es hacer un paseo por las historias bizarras de los distintos 'méxicos', pero haciendo hincapié en que, al menos las actuales en el ámbito de la política, son las que nos determinan y nos siguen determinando como país.

¿Es un género en el que te sientes cómodo, narrar la historia sin formalismos?

Claro, fíjate que acá lo que hicimos Julio Patán y yo fue sumar su oficio de cronista periodístico con lo que yo hago, mucha crónica de divulgación histórica, logramos quitarnos la solemnidad. Creo que eso le ha hecho mucho daño a la historia, ser demasiado solemne hace que los personajes de pronto adquieran dimensiones que no tuvieron o que, simplemente, les extraviamos la humanidad. Entonces la idea aquí era que con humor, sin solemnidad, con mucho desparpajo, pero con rigor en la investigación, presentaramos este tipo de historias. No son de la misma longitud o extensión porque la idea era que se leyera fácil, que tuviera el dato duro, que la gente pueda pasar un rato agradable y que al final se quede con la reflexión, qué padre leer tantas anécdotas, pero no podemos hacer de este país una anécdota.

¿Es también una provocación, una invitación a mover conciencias?

Sí. No lo sacamos pensando en el 2018, ni nada por el estilo. Y salió de una manera muy bizarra, estábamos bebiendo mucho whisky, era una noche de celebración con Julio Patán y nuestro editor, de esas veces que bebes un poco y empiezas a componer a México y al mundo y demás. Empezamos a recordar historias así, absurdas, y nuestro editor, Gabriel Sandoval, dijo: ahí tienen un libro. Y a partir de ese momento decidimos hacerlo, se dio de una manera muy bizarra.

No era la idea hacer un libro para adoctrinar o tratar de generar una conciencia y un cambio, yo creo que todo eso que genera el libro es trabajo del lector, lo que te genere a ti surge desde tu propia formación o desde la lectura que le quieras dar; no hay un sentido en el que queramos, por ejemplo, exhibir una serie de casos para que México nunca vuelva a ser así, no. Es mucho más lúdico el asunto.

Aunque sí hay una necesidad de enganchar hacia la reflexión histórica desde una lectura ágil…

Claro. Pienso que tenemos una obligación de mostrar que los personajes son de carne y hueso, los de ahora y los de antes. Aunque se crean intocables y paridos por Zeus, realmente hay que demostrar que la historia está hecha por seres humanos que son totalmente infalibles y totalmente corruptibles, eso lo vemos, por eso creo que es una buena manera de acercarse a la historia y a las historias; con este ánimo totalmente desacralizado, ya alejado totalmente de todas esas posiciones o esas frases y líneas de bronce que hacían muy lejanos a los personajes.

¿Crees que las próximas elecciones presidenciales sean las más bizarras?

Creo que vamos a ver cosas bizarras, pero pienso que después de la elección del 2006 difícilmente vamos a ver algo más bizarro, por como se dio todo, ese 0.56 (por ciento) de diferencia, con un López Obrador que ya se creía el vencedor, que no fue a los debates en ese momento, el grado de dificultad del hecho bizarro, está muy, muy arriba como para que en el 2018 se pueda alcanzar, pero bueno, finalmente son los mismos, es decir, los mismos que compitieron en 2012, en 2006, en el 2000, siguen vigentes, circulando, rolándose, vamos a ver algo similar.

Claro que pueden suceder cosas bizarras, si en 2012 hubo una edecán, ahora podría, en un debate, haber algo así o peor.

¿Más allá de los personajes, las instituciones también son bizarras?

Absolutamente. Y creo que tiene que ver el hecho de que hemos construido un país total y absolutamente de simulación, donde impera la impunidad, la corrupción y el autoritarismo, como puedes hacer lo que quieras en este país, este tipo de historias se repite una y otra vez. Mira, hecho bizarro, que el senador Emilio Gamboa haya tomado un helicóptero en el campo Marte para ir a jugar golf. Aunque haya dicho que iba a una reunión con el presidente, ¿por qué lo hace?, porque puede. De pronto, ya tenemos una historia bizarra ahí. Frida Sofía en el temblor, ahí ya tenemos una historia buenísima para el siguiente volumen, qué fue lo qué sucedió, quizá nunca lo vamos a saber, pero el hecho es que sucedió y nunca apareció una niñita, ni dos, ni nada por el estilo; es una cosa bizarra por donde le veas. Y suceden porque estamos muy hechos a la opacidad, a ese sistema donde la asignación cabía perfecto.

¿Ver estas pesadillas como normales nos hace cómplices?

Acá lo que manejamos, evidentemente, es un humor negro, la ironía, el sarcasmo, hecho adrede, finalmente el que las lee se puede reír, pero si al final de esa risa no te queda un mal sabor de boca porque ese es nuestro gobierno, esa es nuestra clase política, quiere decir que te has convertido en alguien totalmente insensible a lo que estamos viviendo. No nos propusimos mover a la gente, sólo compartir, con ese humor característico de los mexicanos, este tipo de anécdotas, y que cada quien saque su propia conclusión.

¿Qué tan divertido fue escribir a cuatro manos?

Por lo menos con Julio fue una cosa muy buena, nunca lo habíamos hecho juntos, habíamos tenido otro tipo de proyectos. Acá lo que hicimos, básicamente, fue dividirnos mitad y mitad las noventa historias, cada quien 45, una vez que las terminamos, no las intercambiamos, yo leí las suyas, él leyó las mías, con la libertad, cada uno, de meterles mano, quitar, borrar, sumar, añadir, etcétera. Ya terminado ese proceso que cada quien hizo con el trabajo del otro, volvieron los textos a cada uno, dimos otra lectura y luego, con ayuda del editor, quedó una versión muy homogénea, una narración de crónica periodística, aunque sea historia, impera el humor negro, la burla y, por supuesto, ésta eliminación de toda solemnidad. No quiere decir que no seamos respetuosos con algunas cosas, nos relajamos para quitar lo solemne y creo que eso es algo que tenemos que hacer ya, en lo político y en otros ámbitos, porque tenemos una costumbre cortesana, y eso no nos ayuda a nada.

Foto: Cortesía Alejandro Rosas
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Alejandro Rosas junto a Rafael Tovar y de Teresa. Foto: Cortesía Alejandro Rosas
Alejandro Rosas junto a Rafael Tovar y de Teresa. Foto: Cortesía Alejandro Rosas

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