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Morir

Diálogo

YAMIL DARWICH

Pensar sobre la muerte es algo que nos inquieta a todos los adultos; morir, por lo general despierta temor por ser parte de lo desconocido, cuyo mensaje lo traemos integrado desde los orígenes del hombre.

Seguramente Usted se ha hecho la pregunta, callada o abiertamente: ¿qué va a pasar conmigo cuando me muera?

Desafortunadamente poco sabemos de eso; estamos conscientes de que el proceso existe y lo podemos definir, paso a paso y con mayor o menor precisión, hasta que llega el momento en que nuestras funciones vitales desaparecen.

Del "más allá" solo tenemos ideas filosóficas, religiosas o pragmáticas. Decimos que la persona ha muerto, pero no alcanzamos a definir el significado real que tiene tal proceso biológico para el afectado.

Hay quienes hablan de lo que sucede a las personas durante el momento de avanzar hacia la muerte y algunos investigadores han escrito libros sobre el fenómeno natural, caso de Tom Harour y su libro "Vida después de la muerte", en el que se esfuerza en tratar de sostener su hipótesis sobre lo qué piensa que existe en el más allá.

Uno de los pioneros en el estudio del fenómeno de la muerte fue Raymond Moody, que en 1975, publicó sus estudios y conclusiones en un texto que denominó "Vida después de la vida".

El Dr. Moody, describió casos de personas que por razones distintas perdieron respiración y latido del corazón durante algunos minutos y, al extremo, experiencias de moribundos que dejaron de mostrar trazos electrográficos cerebrales, lo que en medicina conocemos como muerte cerebral.

Generalmente, ellos hablan de un sentimiento de felicidad y placer extremo; viajar a lo largo de un túnel y al final del mismo ver una luz intensa que les genera un placer que no pueden describir.

Otros van más lejos y narran sobre la "otra vida" y lo que pudiera ser el cielo o la gloria, que también variará conforme a los constructos mentales -arquetipos dirían los psicólogos y sociólogos- y del subconsciente de cada persona, según la cultura en que vivieron inmersas.

Así, pueden estar en un hermoso jardín, caso de los japoneses o en un lugar donde la naturaleza de bellos colores se mezcla con animales no agresivos, descrito por niños con poca información religiosa.

Los creyentes afirman haber estado con un ser luminoso, espiritual y amoroso, comprensivo y complaciente, al que identifican como Dios.

Por cierto, en psicología se dice que un menor a los 4 años no tiene conciencia de lo que es la muerte y por tal motivo no temen -comprenden- que pasa en ese momento.

A la experiencia que dicen haber tenido quienes respondieron a los procesos de resucitación les podemos dar explicaciones científicas o espirituales, según Usted prefiera:

Las primeras, apoyadas por una ciencia que poco nos aclara y la segunda sustentada por la fe, poderoso instrumento mental que utilizamos para perder el temor y creer.

El proceso de morir ha sido descrito concienzudamente y en resumen podemos describirlo como un "apagado" de nuestros sistemas corporales, desde los menos necesarios como la piel y sus anexos, pasando por el aparato digestivo y urinario, hasta llegar a los imprescindibles, caso del cardio-respiratorio o el sistema nervioso central, finalizando con la desaparición de las funciones mentales que terminan operando en lo mínimo necesario, que se manifiesta con la visión de un túnel que muestra una luz resplandeciente al final, esbozo de las últimas transmisiones eléctrico nerviosas.

Las sensaciones de felicidad se explican por las fuertes descargas de sustancias reguladoras cerebrales, como la dopamina, generadora de bienestar profundo, inhibidora del temor. Quizá esa sea la explicación del estado de serenidad de algunos, en situaciones de gravedad extrema. ¿Le parece correcta la explicación científica?

Luego de eso no sabemos más y no tenemos otra alternativa que elucubrar o aceptar lo que nos dicen quienes han estado muertos por algún breve tiempo.

A la luz de la fe poco importan las explicaciones científicas y todas las religiones del mundo hablan de una vida después de la muerte, que nos libera de la envoltura corporal dejándonos en plena libertad y unión con el universo, presidido por un ser creador. Dios para nosotros, los creyentes.

Por lo general, todos esperamos que al morir no dejemos de pensar, sentir y ser; aunque algunos, los pocos, piensan que terminaremos en la nada.

Don Miguel Ángel Prado, es un viejo sabio; gusta confrontarme con mis creencias, aunque a últimas fechas no lo hace. El me presionaba diciéndome: "no me digas quienes somos o a dónde vamos; díme: ¡de donde vinimos!" y a la fecha no tengo respuesta convincente.

Así, de fondo, no sabemos quienes somos, tampoco de dónde vinimos o a dónde vamos con certidumbre, salvo que nos apoyemos en una muy vigorosa fe.

¿Usted ya encontró su respuesta?

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