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Diabetes democrática

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CARLOS CASTAÑÓN CUADROS

Para entender mejor las cosas, se suele recurrir a analogías médicas, y de la misma manera, se habla de curas para referirse a la solución de los problemas. Durante los años más duros de la violencia, se asociaba el cáncer a la inseguridad. Sin embargo, más de una década después de lanzada la "guerra", seguimos entrampados en ese laberinto. Algunas ciudades han mejorado, pero otras no han salido del bache. Lo que no deja de sorprender es cuan pequeño se ve el Estado frente al problema. Por un lado y por otro, sea la inseguridad, o ahora la omnipresente corrupción, la democracia mexicana pierde apoyo entre los ciudadanos que no creen en ella, o están profundamente decepcionados de que las cosas porque no cambian o funcionan. En el mismo costal, se afirma: todos son iguales. Pero hay unos más iguales que otros, como lo acaba de confirmar el poderoso Emilio Lozoya, quien "tiene tiempo y dinero para romperles la madre". Hasta ahí, tenemos el mejor ejemplo reciente de que la ley es doblegada fácilmente.

En esa narrativa nacional, los mexicanos se sienten decepcionados de su democracia. Más preocupante todavía, la democracia pierde apoyo. ¿Qué sigue? ¿El regreso del autoritarismo o la imposición de una dictadura que restablezca el "orden"?

Si creen que exagero, revisemos el recientísimo estudio del Latinobarómetro 2017, que de manera periódica, cuantifica la salud de las democracias en Latinoamérica.

En el estudio anterior de 2015, México apareció como el país menos satisfecho con la democracia entre todos los países de la región estudiados. Si bien, en este nuevo estudio, 2017, no estamos en último lugar, seguimos en niveles muy bajos.

De acuerdo con el informe, "la mayor pérdida se produce en México con 10 puntos porcentuales menos que en 2015 llegando a 38% en 2017, con un máximo de 59% en 2005 de apoyo a la democracia como forma de gobierno". Paulatinamente la democracia pierde legitimidad ante los ciudadanos. De ser así, ¿qué estamos incubado con ese enorme descrédito? Inquieta pensar en eso, pero es necesario. No podemos cerrar los ojos ante una creciente pérdida de apoyo de los ciudadanos a la democracia. Quizá nos parezca poco, pero ya lo dijo un gran político inglés, la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las demás.

El país con más apoyo a la democracia es, paradójicamente, Venezuela con 78%, bajo la reserva de ahí no hay democracia, sino un régimen dictatorial que controla los poderes. Quitando la excepción, de acuerdo con el informe, los tres países que más apoyo dan a su democracia son Uruguay (70%), Ecuador (69%), Argentina (67%) y Costa Rica (62%). Por el contrario, los países donde los ciudadanos menos apoyan a la democracia son Honduras (34%), El Salvador (35%), y Guatemala, con 36 puntos porcentuales. A lado de ellos está México, con 38%. Si a esto le sumamos que uno de cada cuatro le resulta indiferente el gobierno, la situación es preocupante. Todavía no estamos en luz roja, pero ya prende el ámbar. ¿Cuánto más nos falta para quebrar las cosas? Justo ayer, Paco Calderón, nos entregó un cartón donde el presidente mismo está quebrando la columna de la justicia para tener un país sin fiscales.

Un caso interesante es lo que está sucediendo en Brasil, donde a pesar de la crisis política asociada a la corrupción, Odebrecht y compañía, ahí tiene unas instituciones que quitaron a la presidenta, han encarcelando políticos y llamando a cuentas a empresarios cómplices. ¿Y en México cuándo? Esa crisis brasileña, ha impactado favorablemente entre los ciudadanos.

Cito el informe: "Al mirar la evolución del apoyo a la democracia por país por año vemos una recuperación significativa en Brasil, después de la pérdida de 22 puntos porcentuales entre 2015 y 2016, en 2017 hay una recuperación de 11 puntos porcentuales llegando al 43 por cuento".

A México le urge recobrar el prestigio y confianza en las instituciones, para eso requiere que funcionen con honestidad y eficiencia, pero antes es necesario una sacudida. Una limpia en el gobierno mismo. La presidencia es sinónimo de corrupción, pero instituciones como el INE o el TRIFE, no se alejan mucho de la tendencia.

Aunque el espacio se acaba, vale retomar tres puntos generales del Latinobarómetro 2017. "El crecimiento económico y la democracia no van para el mismo lado". ¡Cuidado! La democracia no tiene sentido en la pobreza.

"Los gobiernos sufren la misma suerte, cada año los latinoamericanos los aprueban menos. Lo que hoy es el promedio antes era el mínimo. Lo normal ahora es el mínimo de antes".

Hay un deterioro sistemático y creciente de las democracias latinoamericanas. "No se observan indicadores de consolidación, sino, acaso, indicadores de des-consolidación".

El artículo se titula Diabetes democrática, pero no es la valoración de este autor, sino la alerta de uno de los informes más serios sobre la democracia. Ojalá leamos los signos.

Nos vemos en Twitter, @uncuadros

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