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Rusiagate

Fiscal va tras gente de Trump por 'Rusiagate'

GEORGE PAPADÓPOULOS SE HABÍA DECLARADO CULPABLE DE MENTIR AL FBI

Pieza. El exjefe de la campaña de Trump tuvo que depositar una fianza de 10 millones de dólares. (AP)

Pieza. El exjefe de la campaña de Trump tuvo que depositar una fianza de 10 millones de dólares. (AP)

AGENCIAS

El Rusiagate se acelera y desde ayer lunes entró en una nueva fase, con la acusación formal de tres personas cercanas a la campaña electoral de Donald Trump, entre ellas el que fuera jefe de las operaciones durante tres meses, Paul Manafort.

Tras meses de secreto y hermetismo, el equipo del fiscal especial del caso, Robert Mueller, empezó a demostrar que el trabajo de su equipo va a dar frutos. Desde el viernes se sabía que había introducido acusaciones contra alguien, pero se desconocía el alcance. Ayer lunes se vio que comienza apuntando alto.

Que el primero haya sido Manafort no es una novedad, menos desde que se supo que en julio se registró su casa en busca de documentos incriminatorios. Su nombre estaba en todas las quinielas y apuestas, perseguido por su fama de relaciones turbias con figuras prorrusas en Ucrania y un enriquecimiento desmesurado.

A primera hora de la mañana se levantaba el secreto de sumario: Manafort y su mano derecha, Rick Gates, eran acusados de 12 delitos, incluyendo "conspiración contra Estados Unidos", lavado de dinero, y falsedad de testimonio y documental. Para evitar verse esposados, ambos decidieron entregarse a las oficinas del FBI y pasar a disposición judicial.

A mediodía ya se sabía su suerte: tras declararse no-culpables de todos los cargos, se les retiró el pasaporte e impuso arresto domiciliario, con fianzas de 10 millones de dólares para Manafort y de 5 millones para Gates. De ser declarados culpables, pueden enfrentar una condena de más de 40 años de cárcel.

Si bien es cierto que los delitos de los que se les acusa no tienen relación directa ni demuestra nada de lo que está investigando Mueller -centrado en los supuestos lazos entre el Kremlin y la campaña de Trump, así como la posible obstrucción de justicia del presidente en la destitución de James Comey como director del FBI-, el inicio del proceso judicial manda un mensaje: la investigación independiente del Rusiagate va viento en popa, empieza a tener resultados concluyentes y todo el mundo está sujeto a investigación y podría caer.

 MANAFORT ERA CARNE DE INQUISICIÓN

Su paso fulgurante como jefe de campaña de Trump se vio truncado por su cercanía con el expresidente ucraniano -y prorruso- Víktor Yanukovich, así como otras figuras de la órbita en favor de Rusia en Europa del Este.

En el documento judicial de imputación se habla de que habría lavado 18 millones de dólares provenientes de trabajos de consultoría en Ucrania por más de una década. Además, ocultó al fisco de EU varias cuentas en el extranjero, entre otros delitos.

El nombre de Manafort, por su cercanía con el presidente y la influencia que tuvo en la parte central de su llegada a la Casa Blanca -consiguió que el Partido Republicano tuviera un programa más pro Moscú-, no es, sin embargo, el caso más revelador en relación al Rusiagate.

También se destapó ayer lunes que a principios de octubre el hasta ahora desconocido George Papadópoulos, un cargo menor entre los asesores en política exterior de la campaña de Trump, se había declarado culpable de mentir al FBI sobre sus contactos con agentes rusos, y desde julio estaría colaborando con la investigación.

El documento de acuerdo de culpabilidad de Papadópoulos es una mina de datos: cuenta que fue contactado por un "profesor" con "conexiones sustanciales con funcionarios de gobierno rusos" que le prometieron material "sucio" sobre Hillary Clinton, rival de Trump en las elecciones, en "miles de correos electrónicos".

En uno de los pies de página, los investigadores señalan que los rusos se habrían acercado a Papadópoulos para no levantar sospechas, aprovechando que era una figura de "bajo nivel". Los mensajes fueron pasados a cargos más importantes de la campaña, que en el documento quedan sin citar. Pero medios locales aseguran, citando fuentes anónimas, que uno de ellos era el propio Manafort.

 TRUMP QUISO DESMARCARSE

Primero, reiteró que los delitos que se le imputaron a Manafort eran de "años antes" de que se uniera a la campaña, hecho en el que insistió la portavoz presidencial Sarah Huckabee Sanders: "No tiene nada que ver con el presidente".

También trató de desviar la atención e insistió en que el caso real de colusión es con la "corrupta" Hillary Clinton, una tesis que repite desde hace días, especialmente desde que se supo que el Partido Demócrata financió parte del dossier con material lascivo no demostrado contra el magnate.

Manafort puede ser sólo la punta del iceberg de la investigación de Mueller, quien tiene en la mira a más figuras de la órbita Trump. Ha entrevistado a ex funcionarios como el exportavoz Sean Spicer o el exjefe de gabinete Reince Priebus, y entre sus objetivos están el ex asesor en seguridad nacional Michael Flynn, el yerno del presidente, Jared Kushner, y el primogénito de la familia, Donald Jr.

El hombre de los contactos sospechosos

Cuando Paul J. Manafort entró en el circo de las primarias republicanas al lado de Donald Trump era un desconocido para el público, pero una figura de alto perfil entre aquellos acostumbrados a rodearse de lobistas.

Desde el inicio de su carrera estuvo involucrado en los equipos de grandes nombres del Partido Republicano -Gerald Ford, Ronald Reagan, George H.W. Bush-, especialmente en la organización de convenciones. Fue por esas experiencias que el equipo de Trump, al verse obligado a despedir a su primer jefe de campaña, Corey Lewandoski, no dudó en contratarle para que liderara el camino hacia la convención que lo coronaría como candidato republicano a la Casa Blanca. Hizo el trabajo gratis.

Manafort se convirtió rápidamente en la figura a seguir, portavoz de una campaña que iba viento en popa, incluso tuvo un papel fundamental en la elección de Mike Pence como compañero de Trump. Todo parecía pasar por sus manos, e incluso estuvo presente en una reunión secreta entre agentes rusos y Donald Trump Jr., en la que se les había prometido material "sucio" sobre Hillary Clinton.

No consiguieron nada, pero las mentiras esparcidas sobre el encuentro cuando salió a la luz enturbiaron el papel que jugaba Manafort en el equipo de campaña. Eso es, sin embargo, sólo una cara de la moneda. En la otra, la que le ha llevado ante la justicia, está el Manafort asesor político, de conexiones dudosas contratado por dictadores como el filipino Ferdinand Marcos o el expresidente ucraniano prorruso Víktor Yanukóvich.

Esa última conexión fue su fin. A medida que las hipótesis de que Moscú estaba tratando de ayudar a Trump a ganar las elecciones, el pasado de Manafort salió a relucir y puso dudas a su figura.

Cuando WikiLeaks filtró correos de la campaña demócrata, las versiones sobre lazos entre el grupo de Trump y el Kremlin ganaban adeptos. El golpe de gracia se produjo en agosto de 2016, cuando se publicó que Manafort había cobrado 12.7 millones de dólares de forma ilegal de Yanukóvich y su partido, algo que primero se negó y luego se probó.

Trump se vio obligado a prescindir de él para tratar de sacudirse todo aquello que tuviera relación con Rusia, pero el escrutinio al exjefe de campaña continuó. "Nadie debería minusvalorar cuánto hizo Paul Manafort para que esta campaña esté donde está ahora", dijo Newt Gingrich, seguidor de Trump. Esas palabras, para muchos, prueban que Manafort era hilo para ese lazo con Rusia.

Moscú considera ‘falsas’ las acusaciones

Moscú tachó ayer de "falsas" las acusaciones contra el exjefe de campaña del presidente de EU, Donald Trump, Paul Manafort, donde el expresidente ucraniano Víktor Yushchenko es confundido con la exprimer ministra Yulia Timoshenko.

"Les explicaré por qué son falsas. Me gusta especialmente la parte donde, según los cuerpos de seguridad de EU, el cargo de presidente de Ucrania hasta (Víktor) Yanukovich ocupaba Yulia Timoshenko", dijo María Zajárova, la portavoz rusa de Asuntos Exteriores, en declaraciones a la cadena de televisión Rossiya 1.

Hasta la llegada al poder de Víktor Yanukóvich, destituido en 2014, la jefatura del Estado ucraniano la ejercía Víktor Yushchenko (2005-2010), mientras Timoshenko se desempeñó como primer ministra del país entre 2007 y 2010.

Al mismo tiempo, Yanukóvich ocupó el puesto del jefe del Gobierno ucraniano en dos ocasiones: entre 2002 y 2005, así como de 2006 a 2007.

Según Zajárova, "se trata de algo muy importante que demuestra cómo fue fabricado" el informe. "En una investigación seria estas cosas no pasan", aseguró.

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Escrito en: Papadópoulos Rick Gates Paul Manafort Rusiagate

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