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Problemas con solución

JULIO FAESLER

A "Manqué" Luna Parra

Hay que tener cuidado con lo que ya está sucediendo en nuestro país. Incidentes simples son intencionadamente escalados a conflictos complicados para dejar sin atender los problemas fundamentales. Los políticos promueven sus intereses según su propia agenda. A cada problema recetan su correspondiente solución que sirve de trampa que recoge votos de una ciudadanía incauta. Pero los problemas sobreviven.

El costo a la nación es alto. El tiempo que se pierde en escaramuzas inventadas o en crear comisiones infladas acentúa el retrasan que ya traemos en la preparación de los recursos que necesitamos para alcanzar a otros muchos países.

En el veloz cambio de escenarios internacionales de hoy México tiene que acelerar el paso. La competencia es intensa. Sobran ejemplos de países que nos aventajan en aspectos vitales como educación, desarrollo industrial y agropecuaria o concientización ciudadana. Malgastamos esfuerzos al tratar de emparejarnos con otros países sin tener las armas o las fichas de juego que requerimos para tener éxito. Antes de eso, sin embargo, hay que superar las carencias que nos condenan a la inferioridad.

Este realismo no es negativo. El futuro de México no está en resignarse a continuar el engaño al que nos han reducido las versiones oficiales o las de la comunidad empresarial en el sentido de que los problemas nacionales han de arreglarse por si solos confiados en que las cosas sigan su curso. La experiencia nos ha enseñado que esa vía no ha llevado a mejorar el nivel de vida sino todo lo contario. El poder adquisitivo del ingreso promedio ciudadano ha venido en dolorosa disminución en los últimos años. Nunca hemos creado empleos formales nuevos al ritmo de siquiera un millón anual. La brecha entre ricos y pobres se ha ensanchado sin esperanza de corregirse si se siguen las mismas políticas de otorgarle primacía a la visión financiera de la economía sin considerar las cuestiones e inquietudes sociales que presionan.

El equilibrio entre el mejorar condiciones de vida y las limitaciones financieras nacionales es difícil de lograr para tener un desarrollo tranquilo, justo y efectivo. La solución a las tensiones que crecen en el país está en convertirnos en una comunidad que aprovecha los vastos recursos de que dispone. El primer recurso que hay que desarrollar en todo su potencial es el del talento escondido en nuestra población. Ningún recurso natural, de los que afortunadamente estamos sobradamente dotados, puede expresarse sin un pueblo que tenga los conocimientos adecuados para convertirlo en riqueza.

Debemos entender que los logros del pasado de los que podemos enorgullecernos como el haber alcanzado en ciertos años crecimientos del 7% anual manteniendo el valor de la moneda, fueron posibles en el marco de una población muy inferior a la actual y que era manejable con instrumentos administrativos y políticos como los financiamientos a actividades privilegiadas que se complementaban con estrictos controles a los salarios y al comercio exterior. La estructura que tan buenos resultados entonces obtuvo no podrá repetirse con una población de 120 millones donde se multiplica una variedad de reclamos sociopolíticos de los años sesenta del siglo pasado. El reto actual está en obtener resultados análogos a los de hace cincuenta años en términos de crecientes niveles de vida pero en un escenario diferente, ya sin los apoyos que dieron éxito al "desarrollo estabilizador" y que luego revelaría sus propias debilidades.

De todas las carencias que nos frenan la más crítica es la falta de una base general de educación y capacitación productiva que nos coloque al nivel de los países con los que hay que dialogar y competir. Este problema no se va a resolver creando comisiones ni legislando al gusto de cada momento. Es tarea inevitablemente larga, de al menos una generación.

El futuro Presidente de la República tendrá que ser tan claro y valiente en la conducción de los destinos nacionales como lo son los dirigentes de los países que ahora marcan los rumbos del Siglo XXII. Hacerlo requiere contar con el mandato de un electorado decidido y vigilante. Hay que tener cuidado que lo que suceda en estos tiempos preliminares. Es vital que las elecciones que se acercan confirmen que somos capaces de hacer que nuestra peculiar manera de hacer democracia nos ayude a progresar.

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