Opción. En su último bastión en la ciudad de Raqqa, unos 300 extremistas atrincherados discutieron entre ellos su rendición.
Las fuerzas militares que combaten a los remanentes del grupo Estado Islámico en Siria tienen una instrucción tácita: aniquilar en el campo de batalla a los extranjeros que por miles se habían integrado en esa organización.
En su último bastión en la ciudad de Raqqa, en el norte de Siria, unos 300 extremistas atrincherados en y alrededor de un estadio deportivo y un hospital, discutieron entre ellos su rendición, según los comandantes kurdos que encabezan las fuerzas que mantienen el asedio. Las últimas jornadas han sido brutales: 75 ataques aéreos de la coalición en 48 horas y una oleada desesperada de estallidos de coches bomba del ISIS fácilmente advertibles entre el panorama de devastación en las zonas todavía controladas por esa agrupación.
Ningún gobierno ha manifestado públicamente preocupación por la suerte de sus ciudadanos que se marcharon y unieron a los combatientes del Estado Islámico para perpetrar ataques en el interior como en el extranjero. En Francia, que ha sufrido diversos actos de violencia que el Estado Islámico se ha adjudicado, como los ataques del 13 de noviembre de 2015 en París, la ministra de Defensa, Florence Parly, figura entre los pocos funcionarios que ha hablado abiertamente.
"Si los yihadistas mueren en esta batalla, diría que es lo más conveniente", declaró Parly a la radio Europa 1 la semana pasada.
Esas fueron las órdenes, según Estados Unidos. "Nuestra misión es garantizar que todo combatiente extranjero que vino aquí, que se haya sumado al ISIS desde un país extranjero y vino a Siria, muera aquí en Siria", dijo Brett McGurk, el principal enviado estadounidense para la coalición contra el ISIS, en entrevista con la televisora Al-Aan, con sede en Dubai.
"Entonces si están en Raqqa, que mueran en Raqqa", afirmó.
