Solidaridad ejemplar
El día 19 hizo exactamente 32 años, un escalofriante temblor en la Cd. de México cegó la vida de más de 20,000 compatriotas que quedaron atrapados entre las ruinas de edificios colapsados. El ejemplo de solidaridad que se despertó en el pueblo en esa ocasión fue extraordinario, ejemplar, admirable y admirado por el mundo entero.
Pero la crisis pasó y con ella también ese espíritu solidario, pronto volvimos a ser los mismos que pensando solo en nuestros intereses, pasamos indiferentes ante las necesidades y el sufrimientos de un gran número de hermanos nuestros, no víctimas de un temblor o un huracán, pero si de unas estructuras injustas, de políticos y gobernantes corruptos e insensibles, y de ciudadanos indiferentes.
La naturaleza nos dio 32 años para que hiciéramos de la solidaridad un hábito cotidiano pero no sucedió así, en cambio volvió el, “no es mi bronca”; el “me vale”. No supimos canalizar adecuadamente la lección. Al contrario, quienes se ostentan como nuestros líderes nos mostraron, que para enriquecerse a niveles insultantes eso de ser solidarios es un estorbo, que si acaso sirve es en tiempo de elecciones, cuando se busca obtener votos mediante la donación de una raquítica despensa, o uno o dos bultos de cemento, eso sí, ampliamente cacareados.
La naturaleza nos vuelve a poner a prueba y nos da otra oportunidad y otra vez el pueblo mexicano responde con gran generosidad y nobleza. Me pregunto: ¿Qué habrá que hacer para que esta misma ejemplar solidaridad se mantenga en el día a día de la vida en nuestras comunidades? ¿Estará en nuestra naturaleza ser de verdad solidarios, o lo que aparece en nosotros en tiempos de catástrofe es solo un deseo vanidoso de ser héroes por un día? ¿Será nuestra solidaridad solo coyuntural? ¿Por qué cuando pasa la catástrofe y se nos requiere para acudir en ayuda de los más necesitados solo aparece, (según el Inegi) el 4 % de la población a dar un poco de su tiempo a una labor de voluntariado? Menos aún son los que ayudan económicamente (en la laguna apenas si llega al 1% los que aportan alguna cantidad a las ONG como Cáritas u otras similares). Se ayuda con ropa de medio uso, con medicamentos (muchos de ellos caducados de tanto guardarse en el botiquín) o con muebles o artículos que nos estorban en casa. En países como Canada, Suiza, Finlandia, Suecia, Francia y otros, el porcentaje de voluntarios que se suman para hacer de su comunidad una sociedad mejor o que acuden en auxilio de los más necesitados, llega al 60% o más. En España por ejemplo, el día de la caridad, que es el último domingo de cada mes, los españoles han llegado a aportar hasta 4 millones de euros (si, dije bien; cuatro millones de Euros) a Cáritas española, cantidad no solo suficiente para que no haya hambre en su país y se remedien muchas necesidades, si no que les sobra para ser solidarios con países más pobres (africanos e incluso americanos).
Nuestra solidaridad no puede ser coyuntural y aparecer solo en ocasión de una catástrofe, démonos cuenta de que México vive constantemente en crisis humanitaria, que 50 millones de nuestros hermanos viven en la pobreza, y de ellos, 7 millones viven en pobreza extrema, es decir, que no pueden siquiera satisfacer sus necesidad más básica de alimento. Estos hermanos nuestros, que son muchos más que todos los damnificados del terremoto, requieren de nuestro permanente apoyo, al menos en tanto cambian las injustas estructuras sociales y se termine con la muy injusta distribución de la riquez que el trabajo de todos genera. Y aún cuando eso suceda, debemos seguir siendo solidarios y mantener nuestra conciencia abierta al bien común.
No despreciemos esta oportunidad, empecemos a desarrollar el hábito de ser solidarios siempre, nosotros, nuestros hijos, los patrones, los obreros, todos. En particular el llamado es para quienes se dedican a la noble actividad política, urge que la dignifiquen y se pongan a la altura de la nobleza del pueblo mexicano.
Dr. Rodolfo Campuzano
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