La historia de los partidos políticos en México ha sido tétrica; pero ahora es terrorífica, rayando en lo patético. En los primeros años del México Independiente, los grupos políticos, ya llamados partidos, tenían configuraciones efímeras; surgían para una elección o en un momento histórico preciso. Así aparecen en el primer congreso de 1822 los "Borbonistas" quienes querían traer a Fernando VII de España; los "Iturbidistas" que promovían un rey mexicano y los republicanos; quienes perdieron la primera batalla, pero ganarían finalmente la guerra.
En 1824, tras la caída del primer imperio; en el congreso constituyente surgieron el partido federalista que buscaba entregarle el país a los Estados Unidos, como más tarde lo harían Juárez, Obregón y hoy Peña Nieto, y el centralista, quienes querían constituir una república tipo europea; más tarde (1849) se convertiría en el Partido Conservador. El llamado Partido Liberal que proclamó la Constitución de 1857, no fue un partido con todo el sentido que ahora conocemos, siguió a Juárez lo mismo que a Porfirio Díaz, luego aparecería en 1906 como Liberal Mexicano de los Hermanos Flores Magón y precursor de la Revolución Mexicana.
Francisco I Madero es un ejemplo de un político oportunista que utilizó al partido Anti-reeleccionista para luchar contra Porfirio Díaz en 1910; pero cuando este dimitió, para las elecciones de 1911, creo al Partido Constitucional Progresista, hecho a su antojo y medida con el que ganó. Pasada la Revolución, surgió el Partido Liberal Constitucionalista, creado por Álvaro Obregón para derrocar a Venustiano Carranza; más tarde también se mudaría al Partido Laborista Mexicano, utilizándolo para llevar a Plutarco Elías Calles a la presidencia. Éste crearía finalmente el Partido Nacional Revolucionario, luego PRM y hoy PRI. Aparecería en 1939 el PAN, que en un primer momento se veía como un partido honesto, promesa para México, más tarde tan corrupto como los demás.
Si bien es cierto que ahora los partidos han perdido toda credibilidad ante la comunidad y frente a los electores, siguen siendo garantes de una participación democrática en el mejor de sus momentos; es muy difícil deshacerse de ellos por las tropelías que realizan. Cierto es que para lo que han servido es para desprestigiar a la democracia mexicana y aumentar la desconfianza en ella; El 70% de los ciudadanos no les cree. Abona a esa incredulidad la falta de legitimidad de los resultados electorales. Los votantes dudan de sus promesas de campaña y saben que no existe certeza alguna de que el ganador vaya a ser buen gobernante, menos aún que las autoridades electorales sean honorables.
A favor de ellos mencionaré que los partidos tienen ideología; aunque mantienen criterios de izquierda o derecha que ya resultan ridículos y solo sirve para asustar a los ingenuos e ignorantes. En contra argüiré que los tiranos prefieren contar con un partido manejable que los propongan para gobernantes y dentro de los cuales solo su voz cuenta; ellos determinan quienes ocuparán los cargos menores y hasta se atreven a proponer simulaciones ilegales; ofrecen bendiciones y se creen mesías. Es tan oscuro el manejo de los partidos que solamente 6 de ellos colocaron en la página de transparencia el salario de sus dirigentes y hubo alguno que escribió que esos cargos eran "honoríficos" otros dicen percibir mínimos ingresos, aunque poseen inmuebles en colonias residenciales muy exclusivas y en el extranjero, sin ser herencias familiares.
Es tan fatídica la sensibilidad a los partidos, que el pueblo cree estar seguro de que ninguno es bueno, se establece la fórmula de "suma cero", o sea, los políticos siempre ganan, el pueblo siempre pierde. Los ciudadanos han experimentado ya gobiernos de diferentes partidos en los diferentes niveles, y, en todos los casos, la corrupción ha campeado de manera alarmante, prácticamente ningún gobernante, sea del partido que sea, salva la imagen de honestidad, más bien ya se espera que "robe menos que el otro".
Los independientes no pueden ser bastiones de democracia porque son efímeros y no presentan ideologías o credos políticos; apenas ofrecen alguna visión social. La mayoría de ellos son renegados de partidos donde no les brindaron el poder soñado; tampoco representan a la sociedad civil. Han cosechado éxitos fugaces; apenas (18 de 2013 a la fecha), debidos al desprecio que los ciudadanos sienten por los partidos; éste los inclina por los candidatos que se presentan fuera, e incluso, contra ellos. Tras la triste experiencia Bronco, se acabó la luna de miel ciudadanía-independientes y los muchos candidatos de este tipo en los estados han sido fulminados.
Al momento de escribir esta nota, habían presentado carta de intención 40 candidatos para presidente de la república; deberán avocarse, para obtener su registro, consiguiendo la firma de 866,593 ciudadanos en al menos 17 entidades; amén de otros requisitos administrativos. Los números para recabar firmas suenan casi imposibles: cuentan con 120 días para ello; esto significa 7,222 firmas al día, si trabajarán 18 horas diarias, cada hora se deben recabar 402 firmas; o sea 7 firmas cada minuto. Los candidatos sabrán cómo superar esa condición; además requerirán recursos para visitar al menos 16 estados y el suyo y con este registro. El candidato recibiría 350,000 pesos del INE. Como si eso no fuese suficiente, cada ciudadano sólo podrá apoyar a un candidato, dicho de otra manera: se necesitará que haya casi 35 millones de ciudadanos diferentes firmando a los independientes.
Resulta interesante hacer un análisis serio de las opciones que plantean los comicios de 2018, yo por el momento, ni de los independientes ni de los posibles de los partidos encuentro alguno que pueda dar un golpe de timón que saque a México del abismo que se abre a nuestros pies. Pero deberemos votar o iremos directo al precipicio.
