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No son suficientes

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MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Hasta el corte del 10 de octubre 36 ciudadanos habían manifestado su intención de convertirse en candidatos independientes a la Presidencia de la República en las elecciones de 2018 ante el INE. Lejos de ser una buena noticia, me parece un síntoma del profundo deterioro institucional que padece México.

Dirigir los destinos de una nación no es de ninguna manera una tarea fácil. No es algo que dependa de la buena voluntad. Tampoco se trata de algo que se resuelve con pura honestidad y "buenas costumbres". Se trata de la máxima responsabilidad que puede adquirir un ciudadano, misma que exige las más elevadas virtudes, habilidades y capacidades, además de una muy amplia experiencia en gestión pública.

Que un gobierno como el encabezado por Peña Nieto, trivialice con su insensatez, sus corruptelas y su impericia la labor de dirigir a México, no significa que ése deba ser el estándar. Es de una ingenuidad mayúscula suponer, además, que implementando un proceso riguroso de selección de personal, o contratando especialistas en la materia, se va a lograr constituir el gabinete que el país requiere.

Tener "buenas ideas" no significa de manera alguna que habrá éxito en la gestión gubernamental. Un presupuesto superior a 5.2 billones de pesos y un ejército de un millón 260 mil empleados del sector público, exigen unas capacidades excepcionales de coordinación, orientadas por una visión muy clara sobre el bienestar generalizado, que no cualquiera puede tener, y más difícil todavía, si ha estado alejado del ejercicio gubernamental.

Este país necesita seriedad. El margen de maniobra es muy estrecho. Muchos de los asuntos públicos están pegados con alfileres. Por eso, me preocupa que haya 36 independientes que quieren ser presidentes, porque asoma una profunda inconsciencia sobre el verdadero significado y los grandes desafíos que implica asumir ese cargo; no sólo de parte de los 36, sino en la sociedad mexicana en general. Otro fracaso más de nuestro sistema educativo.

Aunque torear se vea más fácil desde la barrera, hace falta que no le demos el timón a cualquiera. No olvidemos que compartimos destinos y que el carisma, la elocuencia, el buen físico o cualquier otra cualidad que en otros escenarios serían deseables, para gobernar, no son suficientes.

Aprendamos de la historia… por favor.

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