El incrédulo le pidió a San Virila que hiciera algún milagro para poder creer.
Preguntó el frailecito:
-¿Qué clase de milagro quieres que haga?
-Cualquiera -respondió el escéptico-. Por ejemplo, podrías hacer que las aguas del río fluyeran hacia arriba.
San Virila hizo un movimiento de su mano, y el hombre quedó cabeza abajo.
-¿Qué has hecho? -se espantó el incrédulo.
Le preguntó el santo a su vez:
-¿Cómo te sientes andando de cabeza?
Gimió el hombre:
-Mal. Muy mal.
Le dijo San Virila:
-Igual se sentiría el río si yo lo hiciera fluir en dirección contraria a la que su naturaleza le fijó. Un milagro que tú puedes hacer es no pedir para otro lo que no quieras para ti.
¡Hasta mañana!...