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No es el tiempo de los independientes

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MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Competir por un cargo de elección popular sin el apoyo de los partidos no significa ser independiente; mucho menos aún implica estar de lado de la ciudadanía. No gozar del apoyo partidista, tampoco quiere decir no usar las estructuras de esas instituciones políticas a su favor. Jaime Rodríguez "el Bronco" es un buen ejemplo de alguien que dejó su partido, pero no el control que tenía sobre las bases priistas de Nuevo León: le ganó al PRI usando al propio PRI. No obstante, una cosa es ganar una gubernatura en un estado en el que dominar la capital y la zona conurbada lo es todo; a conquistar la Presidencia de la República. Hay 32 mundos de diferencia.

En las proximidades del 2018 la lista de aspirantes que se presentan como independientes comienza a engrosarse; sin embargo, ninguno de los que se han anotado tiene reales posibilidades de ganar; en todo caso, contribuirán a la ya de por sí elevada fragmentación del voto, acrecentando el problema de gobernabilidad que hay en el país. Pero nada más.

Tal vez lo más preocupante sea que ninguno de los que hoy dicen que serán candidatos independientes tiene un auténtico trabajo de proximidad ciudadana, serio y consistente; en parte, porque se requiere tiempo e inteligencia para hacerlo, y en parte porque todos ellos tienen una visión más bien elitista de lo que ocurre en el país y de sus problemas. No me imagino, por ejemplo, a Pedro Ferriz de Con o a Margarita Zavala haciendo un trabajo territorial profundo, que los lleve a comprender esas realidades que son tan alejadas de las suyas.

Pero tampoco ellos, ni ningún otro de quienes dicen que van a aspirar por la vía independiente, hacen lo posible por comprender las narrativas ciudadanas emergidas de las organizaciones de la sociedad civil. De hecho, más allá de las dotes que como comunicólogos puedan tener algunos, sus discursos suenan a que únicamente se escuchan a sí mismos, y esa es una muy mala manera de buscar llegar a Los Pinos.

Por eso, nos guste o no, el próximo presidente de México será un candidato apoyado por alguno de los partidos políticos mayoritarios; de ahí que a los ciudadanos estratégicamente les convenga más intentar amarrar compromisos con quienes competirán bajo bandera partidista, que aventurarse en apoyar a un independiente. Todavía no es su tiempo y, honestamente, creo que no va a llegar en los próximos años, salvo que Kumamoto diga otra cosa.

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