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TLCAN en su coyuntura

JULIO FAESLER

Las negociaciones para la revisión del TLCAN se encuentran en una coyuntura en que ambas partes amenazan con levantarse de la mesa si la otra no cede en sus pretensiones. Es cuestión de saber quién aguanta más.

Se ha caído de lleno en una peligrosa trampa en que un mal cálculo puede terminar con el juego frustrando las verdaderas posibilidades de llegar a una solución sensata. Para no caer en ello se requiere una acerada astucia en que cada parte valora lo que es su interés.

La estrategia es bien conocida: elevar el tono de la contienda a la máxima intensidad para luego relajar el drama habiendo obtenido lo que en un principio parecía lejano. Aquí lo que parece estar en juego parece de inconmensurable valor económico: la suerte de las relaciones entre los tres países por muchos años. Hay que ver qué tan cierto es esto.

En el curso del cauteloso desarrollo de las tres primeras conversaciones sostenidas en México, Washington y Ottawa se empiezan a develar los puntos esenciales en cuestión.

Desde luego que lo que México ha fijado su posición de no sacrificar lo logrado a lo largo de los 23 años de vigencia del TLCAN en materia de aranceles y cuotas de importación de los productos que se vienen intercambiando. En el caso de abandonarse el Tratado las diferencias después de todo entre los impuestos de importación que se causarían conforme a los registrados en la OMC son relativamente aceptables. Ciertamente es mejor tener un tratado que fije reducciones arancelarias, pero la diferencia no es tan grande. Tal y como viene diciéndose en estos días, las exportaciones de México a los Estados Unidos son cada vez más competitivas y no sufrirían demasiado si se regresara a la situación de no contar con el TLCAN.

Lo que sí está en juego son una serie de mecanismos accesorios que llevan a niveles más estrictos la aplicación de las normas del libre mercado custodiadas por la OMC y que los Estados Unidos y Canadá se proponen a que sean asumidos y respetados por todos los países. Se trata de uniformar en todos sus aspectos las reglas que gobiernen el comercio mundial.

Lo anterior explica por qué el presidente Obama en su momento reveló que el hasta ahora frustrado proyecto del TPP tenía por finalidad sujetar a China y llevarla a respetar las normas liberales que predican Estados Unidos, la Unión Europea y Japón. La supremacía de ese orden mundial, como la que se impuso a las finanzas internacionales, es la que en materia comercial ahora se busca realizar.

Los temas en que aterriza la discusión actual son los de propiedad intelectual, la vigencia de las licencias para productos farmacéuticos, las reglas nacionales y regionales de origen, las normas fitosanitarias, el mecanismo de solución de controversias, la homologación de niveles salariales, las cuotas de migración, la protección contra precios por debajo de costo, las normas para inversiones extranjeras en ciertos sectores de la economía o las normas en compras de gobierno.

Hay demasiados intereses en los Estados Unidos tras de estos asuntos y que no consienten modificaciones. Por esta razón se endurecerán cada vez más los tonos de las negociaciones en curso.

La necesidad de contar con mano de obra barata para la agricultura norteamericana, la vigencia de los arreglos que regulan la operación de las armadoras norteamericanas en México, la exportación norteamericana de granos a nuestro país o la exportación de frutas y legumbres mexicanas a Estados Unidos son asuntos muy prácticos que no podrán alterarse en las negociaciones por mucho que el presidente norteamericano insista en "poner a América primero".

Para Estados Unidos el apoyo de México en la delicada rivalidad que se establece entre Estados Unidos y China es, por otra parte, indispensable para eguir en su empeño por detener que el gigante asiático llegue a establecer su hegemonía sobre los intercambios mundiales.

Todo lo anterior hace que los grandes intereses industriales, agrícoas y financieros norteamericanos aplaudan agradecidos las actuales declaraciones mexicanas en el sentido de que nos podríamos "levantarnos de la mesa". Los tonos catastrofistas de México sirven para anular el tremendismo con que Trump negocia. Se aplican, pues, las reglas que éste mismo ha recomendado: exhibir una posición de exigencia drástica para luego suavizarla.

Nosotros a nuestra vez también sabemos extremar el juego.

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