Amena historia patria
El libro de Taibo II nos lleva al tiempo ejemplar de cuando la política mexicana la ejercían hombres virtuosos.
La añeja consigna didáctica de enseñar divirtiendo parece haber sido seguida por Paco Ignacio Taibo II en su libro La gloria y el ensueño que forjó una patria | De la Revolución de Ayutla a la Guerra de Reforma, obra donde la severidad del historiador fue sustituida por la amenidad de un “narrador” que por supuesto es él.
Antiguamente se llamaba “historia patria” a la historia de México, de allí tal denominación en el título de este texto; le apliqué el adjetivo de amena porque el autor, Taibo II, que se autonombra “narrador”, matiza su obra con no poco humorismo, tal vez siguiendo el de los héroes de la patria en su libro invocados y retratados; retratados, porque nos da una nueva imagen de ellos.
De nuestros héroes de la Reforma, conocidos, poco conocidos o desconocidos, dice Taibo II: “Los salvaba el sentido del humor, punzante, maligno, como el del general González Ortega, poeta comecuras en la adolescencia; la broma amarga de Ramírez (El Nigromante), la permanente y desvergonzada sátira de Guillermo Prieto”.
En el mismo párrafo, el narrador añade que eran: “Poseedores de un sentido del humor y de la independencia de criterio que a veces los hacía perder hasta las mejores amistades y las más sólidas alianzas”. Algo de eso deja ver el autor en uno de sus primeros párrafos: “[…] no es accidente sino intención tocar a los hombres de la Reforma, a muchos de ellos, y si esto no se logra, todos los años de trabajo invertidos en este proyecto valen para un carajo”.
La irreverencia con que concluye el párrafo anterior va salpicando la obra y le va dando el tono de los adalides abordados, como en este ejemplo: “[…] para el gran caníbal histórico que ha sido el priismo en México, Juárez era el patriarca de la licenciadocracia (podías ser indígena zapoteca, pero si eras licenciado ya chingaste)”.
Acerca de los recursos (¿metodológicos?) que ha usado en su libro de historia enfocada a los días de la Revolución de Ayutla y de la Guerra de Reforma, Paco Ignacio Taibo II advierte: “El narrador se ha tomado varias libertades que en un trabajo tradicional de historia no deberían emplearse: uso de segunda voz narrativa, visiones subjetivas, reconstrucción de diálogos inexistentes…”.
El trabajo de historiador-narrador de Taibo II lleva la luz de nuevos reflectores a los reformistas que vivieron la guerra, el trabajo de reconstruir la nación (la patria), que escribieron para cimentar un gobierno preocupado por los desposeídos y que fueron beneficiarios no de riquezas materiales sino de la gran virtud de la honestidad.
Aunque los ejemplos de esa virtud en los hombres de la Reforma son copiosos, cito el de Juan Álvarez cuando renuncia a la Presidencia de la República: “Pobre entro a la Presidencia y pobre salgo de ella, pero con la satisfacción de que no pesa sobre mí la censura pública, porque dedicado desde mi tierna edad al trabajo personal, sé manejar el arado para mantener a mi familia, sin necesidad de los puestos públicos, donde otros se enriquecen con ultraje de la orfandad y de la miseria”.
En el tránsito de su preocupación por la patria llevó repetidamente a los “liberales rojos” hasta los linderos de las peores estrecheces económicas, a los límites de la miseria, y cuando manejaron las arcas nacionales no las aprovecharon para enriquecerse. Lo que no ocurre en nuestro tiempo de políticos codiciosos, dueños de una insaciabilidad, un cinismo y una impunidad nauseabundos.
El libro de Taibo II nos lleva al tiempo ejemplar de cuando la política mexicana la ejercían hombres virtuosos. Ignacio Ramírez proponía: “Formemos una Constitución que se funde en el privilegio de los menesterosos, de los ignorantes, de los débiles […]”. La situación de los desposeídos era la preocupación de los “liberales rojos”.
