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Actualizar la convivencia cintura

DAVID PÉREZ

El conflicto entre el Gobierno de Cataluña y el Estado español son una muestra de que muchos acuerdos de convivencia que se crearon en el siglo pasado están basados en un modelo que pierde vigencia. En el actual modelo la comunidad catalana está supeditada al Gobierno español. Es una convivencia marcada por la verticalidad, que en la etapa más reciente se destaca por la falta de diálogo y de búsqueda de soluciones creativas.

Los dos marcos legales que regulan la convivencia entre la comunidad catalana y el Estado español son la Constitución española de 1978 y el Estatuto de Autonomía de Cataluña de 2006 (modificado en 2010). En el segundo se reconoce la nacionalidad catalana, sus derechos históricos, su cultura y el derecho a darse un gobierno. Este Estatuto establece que entre el Gobierno catalán y el Estado español debe existir una convivencia fundamentada por "el principio de lealtad institucional mutua", ausente en los últimos días por ambas partes.

Para regular la convivencia del Estado español con sus naciones internas se cuenta con diecisiete Estatutos de Autonomía concedidos a comunidades, y dos más a ciudades (Ceuta y Melilla). Todos procuran resguardar la unidad española que es calificada como indisoluble, tanto en la Constitución como en en los Estatutos de Autonomía. En dichos acuerdos de convivencia se habla del reconocimiento de la autonomía, sin embargo, se regula como una concesión.

Dentro de la Constitución española, en el capítulo dedicado a las Comunidades Autónomas se aclara que los Estatutos de Autonomía sólo serán leyes cuando los aprueben las Cortes Generales del Estado. Se advierte que en caso de conflicto las normas del Estado prevalecerán sobre las de las Comunidades Autónomas. La capacidad de dictar leyes por parte de las Comunidades es recibida del Estado, es decir, no la tienen por sí mismas.

En caso de que se atente contra el interés general de España, el Gobierno del Estado está facultado para iniciar un procedimiento en el que incluso, si fuera necesario, se podría anular el Estatuto de Autonomía. Sólo por mencionar las condiciones del actual derecho positivo, sin considerar las prácticas de esas mismas normas.

Estas normas de convivencia, sobre todo el pacto del 1978, desean crear una relación más justa entre las distintas naciones, el respeto de sus respectivas culturas, garantizar libertad y seguridad a todos los que componen el Estado de Derecho español, así como proporcionar el pluralismo político. Un pacto al que no es fácil llegar, sobre todo después de una dictadura. Desde allí, se puede entender el deseo de muchos por cuidar la unidad, la voluntad de que España no se rompa, y la afirmación de muchos catalanes: Cataluña es España.

Sin embargo, el actual proceso independentista catalán vía referéndum, ilegal, pero legítimo, representa un desafío a la convivencia autónoma en unidad. La brutalidad policial con la que se reprimió a un sector de la comunidad catalana da cuenta de la intención de mantener la unidad como una imposición. Prohibir la expresión al que es diferente, al que no se siente cercano, al que quiere ser reconocido como otro en igualdad de condiciones, de autonomía, y de autodeterminación, daña las posibilidades de actualizar la convivencia no violenta y armónica entre los pueblos.

La Constitución española prohíbe explícitamente la federación de las Comunidades Autónomas. Precisamente en esa figura, en la de la federación, quizá se encuentra un marco que permita nuevas formas de convivencia. Una convivencia no desde un Estado central, sino desde un pacto ente naciones. Naciones con autodeterminación que decidan crear una convivencia de unidad horizontal y equitativa. Un pacto que cree nuevas formas de relación.

Este conflicto de convivencia conduce a revisar los modelos actuales de unidad entre las naciones. Invita a pensar que las causas de los atisbos de fracaso en la convivencia se debe a que muchas veces ésta es asimétrica, forzada, con interés de explotación de recursos, etc. Al mismo tiempo, permite hacer un ejercicio autocrítico de las unidades o alianzas de las que formamos parte en la vida cotidiana; para qué y cómo se construye la convivencia con los otros.

Twitter: @davidsecular

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