Participación. Tomás Ledesma muestra uno de los carteles que elaboró en 1968. (EDITH GONZÁLEZ)
Desde antes de la Matanza de Tlatelolco, el gobierno asediaba a los estudiantes en la Ciudad de México. Incluso, en alguna ocasión ya los había sitiado en Zócalo capitalino.
El lagunero, Tomás Ledesma, quien en aquel entonces era estudiante universitario de la Academia de San Carlos de la Ciudad de México, narró ayer a los jóvenes de la Facultad de Derecho el contexto en el cual se vivió aquel 2 de octubre de 1968.
"El 27 de agosto hubo una manifestación, no solo éramos estudiantes, el pueblo se unió en la marcha y era una cantidad enorme de gente a la hora de llegar al zócalo.
"Cuando dieron el discurso, dicen miren: no estamos solos y señalan a la parte de arriba del Palacio Nacional, estaba lleno de soldados apuntando hacia la plaza".
Narra que se escucharon los ruidos de tanquetas que iban cercando el zócalo, de patrullas y bomberos, que fueron los que finalmente acabaron con la manifestación echando agua.
Aquel trágico 2 de octubre, dice, iba llegando a la Plaza de las 3 Culturas cuando estaban masacrando a los estudiantes.
"Ese día salí de trabajar después de las 3 de la tarde. Saliendo me fui a comer. El mitin empezó a las 4:30 yo llegue como a las 5:15, me bajé frente al Teatro Blanquita, poquito adelante, nos bajamos unos compañeros y yo empezamos a caminar hacia el mitin, hacia Tlatelolco".
"Ya para llegar a Garibaldi, empezamos a ver que venía un montón de gente corriendo, se oían gritos, balazos pedradas. Dijimos:"Ya no llegamos" nos metimos a un café de chinos que estaba, casi frente al Teatro Blanquita. Estaba cerrando la cortina y alcanzamos a meternos los compañeros y yo. Pasados de las 7:30 un trabajador abre y nos dice que ya había pasado todo".
Comenta que las primeras noticiadas dadas por Jacobo Zabludovsky informó la muerte de más de 250 muertos en la Plaza de las Tres culturas y posteriormente corrigió la cifra: "Son sólo 50 muertos", dijo.
Tomás Ledesma apoyó el movimiento a través de carteles. Dos de ellos los llevó a la Facultad de Derecho, uno decía: "Si me detengo, empújame; si te traiciono, mátame; si me asesinan, véngame: Hasta la victoria siempre".
Para el ahora maestro jubilado, este movimiento que cobró la vida una cantidad, hasta la fecha, desconocida de personas ayudó a que en el país existiera una mayor libertad, por lo que pidió a los jóvenes no olvidar, aquel trágico día.
