Fábrica. Una voluntaria se encontró con un diccionario con los patrones de ropa. (ELIA BALTAZAR)
De los escombros de la fábrica textil que hasta el pasado 19 de septiembre estaba en la esquina de Bolívar y Chimalpopoca, Berenice rescató un puñado de hojas y un tabique de papel. De las manos de esta joven voluntaria, vecina de la zona que trabajó durante tres días en el lugar retirando escombros, cayó un diccionario de chino español, una hoja con trazos de diseños de ropa en tinta azul y un recibo escrito a mano por 678 pesos: el salario semanal de las mujeres que trabajaban en los talleres y la tienda de ropa que albergaba el inmueble de cuatro pisos y un estacionamiento.
En la primera página del diccionario hay un nombre escrito a mano: "señora Chen". Esta es tal vez la única prueba hasta ahora de que allí trabajaban mujeres extranjeras. Pero de ellas nada se sabe. Ni de sus compañeras que trabajaban desde las 8 de la mañana en los talleres y a partir de las 9 en la tienda de ropa, hasta las 7 de la noche.
"Eran como 90, la mayoría jovencitas, mexicanas y extranjeras, asiáticas", dice Litzi, una joven de 17 años, vecina de la zona, que todos los días pasaba por allí para ir de compras al mercado de Sonora y mirar de vez en cuando los vestidos. "Me gustaba mucho uno azul que quería comprar para los 15 años de una prima".
Sabe que en la tienda trabajan las mexicanas. Mujeres jóvenes de entre 16 y 18 años. En esa tienda, como en muchas de la zona Centro, "sólo contratan de esa edad", asegura Litzi, porque ella misma trabajó en una tienda de la zona."Allí te contrataban y te mandaban a distintas tiendas". A ella le tocó ser vendedora en "Niña Ferroni". En los talleres, en cambio, contrataban a mujeres más grandes y allí "sí había chinas", dice. Pero hasta ahora nadie sabe a ciencia cierta la identidad de las personas que encontraron con vida, ni de los cuerpos hallados hasta ayer viernes.
Por información recopilada por el gobierno de la Ciudad de México, se sabe que en el lugar operaban cuatro empresas dedicadas a la fabricación de ropa y la distribución de juguetes. Una era Línea Moda Joven, que confeccionaba la marcas Foley's y New Fashion. Otra comercializaba la marca ABC Toys Company y en lugar sólo tenía oficinas y otra sede en la calle Nicaragua, en el Centro Histórico. También había una empresa de videocámaras que, según un hombre que se encontraba en el lugar, era una firma alemana: DashCamSystem México. En su sitio de internet se confirma la dirección: Bolívar 168, cuarto piso. Por último estaba la empresa taiwanesa Asia Jenny Importaciones", dedicada a la venta de juegos y juguetes al por menor. Tal vez por eso allí encontraron carritos de juguete.
"Los dueños no son mexicanos", asegura Litzi. Sólo se que uno es judío y otro coreano o chino. Lo que sí sabe es que allí trabajaba mucha gente, sobre todo mujeres, y por eso a ella y su familia, que también está en el lugar, le parece "imposible que sólo hayan encontrado 20 ó 30 personas". Está segura que había más, pero hasta ahora nadie lo sabe, porque de los restos de este lugar brotan sobre todo rumores, versiones contradictorias, información a medias, y no hay una sola autoridad que confirme, desmienta, ofrezca datos oficiales sobre las víctimas: si son 23 las personas rescatadas con vida o el número incluye también a quienes murieron bajo el peso del concreto. ¿Eran mujeres, hombres, qué ropa llevaban? José, otro de los jóvenes rescatistas voluntarios, asegura que vio salir a dos hombres con vida. "Llevaban pantalón de mezclilla y tenis". No recuerda más.
Aquí en Chimalpopoca y Bolívar, donde todavía están enterradas las voces de las víctimas, todo es contradicción. Unos buscan un sótano donde presumen que aún podría haber personas con vida, o cuerpos por rescatar. La noche de ayer hubo rumores de voces que despertaron de debajo de la tierra. Al lugar llegaron equipos de rescate con binomios para comprobar si había aún alguien con vida allí. Dos horas antes, un grupo de rescatistas de la sociedad civil había dado por concluida la búsqueda a las 5:30 de la tarde. "Pedimos tranquilidad y pedimos comprensión", dice Berenice. "Hemos rascado hasta la última planta, muros de 3 metros de espesor", asegura frente a las decenas de personas que permanecen en lugar para exigir que siga la búsqueda. Allí reclama que las autoridades del gobierno capitalino los dejaron solos, sin equipo. Las fotografías de los testigos muestran un camión de volteo rojo, con una cuadrilla de trabajadores que visten overoles amarillos, y que cargan con todo el equipo del lugar. Podrían ser de la sección de Limpia, pero nadie puede asegurarlo.
En el lugar no sólo chocan las versiones. La desconfianza hacia la autoridad hace que, a cada rato, jóvenes voluntarios denuncien, confronten, reclamen. "No nos dejan ingresar al lugar", "los granaderos desalojaron a un grupo de jóvenes feministas", "se llevaron la ayuda".
El testimonio de Ixchel, artista plástica de 32 años, tal vez resuma las razones de estos jóvenes: "Seguramente todo lo que se llevaron de aquí -refiriéndose al equipo y a los víveres- aparecerá luego en alguna de las campañas electorales".
De este lugar, como del resto de los puntos donde siguen las labores de rescate,uno sólo puede llevarse la certeza de que nadie confía en la autoridad y que el sismo del pasado 19 de septiembre rompió algo más que concreto y abrió más la grieta entre gobierno y sociedad civil. Pero nadie sabe todavía lo que puede brotar.
