Columnas la Laguna

CONSTERNACIÓN EN LA LAGUNA

HIGINIO ESPARZA

Dolor, consternación y desconcierto generó entre los laguneros la pavorosa tragedia que volvió a cimbrar a México desde sus cimientos, provocada por un terremoto asesino que dejó una estela de muerte y destrucción, tanto en la capital de la República como en Morelos, Puebla, Oaxaca y Guerrero, a 32 años de distancia del también mortífero sismo de 1985.

Sobrecoge sobre todo la muerte de decenas de niños y maestros sepultados por los derrumbes de la escuela donde cursaban sus estudios de primaria y secundaria, y la agonía de los sobrevivientes a quienes fue imposible rescatar antes de que sucumbieran debajo de los escombros. Una triste jornada de tristeza y sufrimiento.

Hubo rescates oportunos de infantes y adultos, gracias a la heroica participación de cientos, quizá miles, de voluntarios e integrantes de los cuerpos de Protección Civil, los elementos del Ejército y la Marina congregados a una sola voz en los sitios siniestrados, una hecatombe difundida a todo el país y el extranjero por los canales televisivos y transmisiones de radio que cubrieron día y noche el siniestro y sus repercusiones.

En la Comarca, las primeras informaciones fragmentadas causaron zozobra entre las familias laguneras que tienen familiares radicados, tanto en la Ciudad de México como en Cuernavaca y otras regiones azotadas por el movimiento telúrico. En horas de la mañana se saturaron las líneas telefónicas y ya no fue posible conseguir comunicación para conocer la situación de los parientes y conocidos cercanos, un motivo más para agudizar la incertidumbre.

Hubo un intenso cruce de llamadas sin respuesta inmediata y la angustia se extendió en la región. Poco después del mediodía y en las primeras horas de la tarde, por fin fue posible confirmar que no les había pasado nada. Pero otros no tuvieron la misma suerte y todavía en la noche seguían esperando restablecer el contacto con los allegados.

El terrible susto, sin embargo, fue general aquí y allá, confirmando los entrevistados por la vía telefónica haber sentido los efectos del temblor a pesar de su lejanía con los lugares colapsados. En Cuernavaca, por ejemplo, numerosas personas salieron despavoridas de los restaurantes y de otros diversos lugares cerrados y sus temores se acrecentaron con la caída de casas viejas y templos que perdieron sus cúpulas.

Calamidades de tal magnitud despertaron sentimientos de solidaridad hacia los damnificados, aparte de un profundo pesar ante tanta muerte. Una pronta recuperación sería lo ideal, pero la herida seguirá abierta por largo tiempo. Nuestras condolencias desde acá, desde una Laguna conmovida y preocupada.

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