EDITORIAL Sergio Sarmiento Caricatura Editorial Columna editoriales

Un duro escarmiento

NUESTRO CONCEPTO

En cuestión de días, Norteamérica y el Caribe han sido azotados por seis fenómenos naturales. La tormenta “Lidia” causó la muerte de siete personas y múltiples daños en Baja California Sur. El huracán “Katia” golpeó las costas de Veracruz con un saldo preliminar de dos muertos y destrozos aún por cuantificar. Un sismo de 8.2 grados Richter, el más potente de la historia reciente del país, azotó el sur y centro de México con una cifra -que podría aumentar- de 65 decesos y una estela de destrucción, principalmente en Oaxaca y Chiapas, los estados más pobres de la República.

El huracán “Harvey” causó la inundación más fuerte que se haya registrado en Houston, Texas y la muerte de al menos 60 personas. “Irma”, el ciclón más poderoso del que se tenga reporte, ha devastado las Antillas menores y mayores y hoy azota de lleno Florida con un saldo que ya supera las dos docenas de muertos en total, y la mayor evacuación de personas en la historia de esa entidad estadounidense. “José”, otro poderoso huracán, se acerca a las golpeadas Antillas que no terminan de salir del pasmo provocado por “Irma”.

La imagen del satélite a mediados de la semana pasada era inédita: tres huracanes en el Atlántico avanzando al mismo tiempo, uno tras otro. Los fenómenos naturales como los ciclones, tornados, las tormentas, sequías, los sismos y las plagas, forman parte del ciclo de vida de la Tierra. Los desastres naturales causados por esos fenómenos han acompañado a la Humanidad desde sus inicios. Ciertamente no es el calentamiento global la causa de esos fenómenos. Pero lo que es un hecho para el consenso científico es que el cambio climático está aumentando la frecuencia e intensidad de los desastres.

A estos días funestos, hay que sumar los padecidos en otras latitudes con sequías extremas y prolongadas, lluvias torrenciales extraordinariamente violentas, tifones y monzones calamitosos, seísmos y tsunamis que devastan comunidades enteras, plagas que acaban cosechas y encarecen el costo de alimentos, el derretimiento de glaciares en los polos, el aumento de la altura de los océanos y su temperatura, la proliferación de mosquitos transmisores de enfermedades infecciosas y olas de calor más largas y fuertes. Todo documentado por los principales organismos de observación meteorológica, ambiental y sismológica. La era industrial -la de los hidrocarburos, la de los gases de efecto invernadero- ha traído consigo la era de los fenómenos naturales extremos.

Como si se tratase de un castigo, dos huracanes se han ensañado con Estados Unidos en dos semanas. Un país gobernado hoy por un presidente, Donald Trump, que es asesorado por la élite más ignorante del planeta: la de los negacionistas del cambio climático. Su propensión a aceptar el consejo retrógrada ha llevado al magnate a sacar a su país, uno de los dos más contaminantes del mundo, del histórico Acuerdo de París, tal vez el último gran esfuerzo loable por intentar frenar los efectos nocivos de la actividad humana en el medio ambiente.

Este duro escarmiento que nos afecta a todos debe motivar a un análisis profundo en las altas esferas políticas y empresariales sobre la viabilidad de mantener un modelo de desarrollo basado en el consumismo, la sobreexplotación y destrucción de la naturaleza y la desigualdad socioeconómica. Porque hay que decirlo, si bien los desastres naturales golpean a todos, los más vulnerables son los habitantes con menos recursos. La gran lección es que no se puede seguir actuando como si nada pasara. Las facturas que cobre la Tierra a la Humanidad por su perfidia serán cada vez más costosas. Esa es la advertencia de los científicos.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: Nuestro concepto

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1378769

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx