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Peña: el fracaso de su gestión

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MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Dice el presidente Peña que su máxima satisfacción es haber logrado los cambios estructurales que requería el país. El problema es que eso fue en los primeros dos años de su mandato; además, se le olvida que en torno a la aprobación de las reformas su gobierno hizo demasiadas promesas que están lejos de cumplirse. Por ejemplo, se dijo que la energética otorgaría un crecimiento económico adicional para 2018 de 3 % y que se crearía medio millón de empleos extra anuales. Esto, evidentemente, no sucedió.

Por supuesto, no se puede culpar de todo a Peña Nieto y su equipo. Sin embargo, un factor clave para explicar el pobre éxito de las reformas tiene que ver con el ejercicio del gasto público, que raya en lo absurdo; y con la corrupción; amén de los escándalos en materia de derechos humanos en los que el Ejecutivo federal jugó un papel desafortunado. Muy temprano en su sexenio los mexicanos nos dimos cuenta de que a Peña le encantaba el poder, pero no se le daba eso gobernar.

Tras los escándalos de la Casa Blanca y de Ayotzinapa, Peña dejó de lado todo intento de consolidar un proyecto de nación y dejó que cada uno de sus colaboradores se fuera por la libre. No obstante, de donde no se ha alejado es de las decisiones que tienen que ver con su partido, el PRI. Peña parece muy preocupado por la decisión de la candidatura a la Presidencia el próximo año; seguramente, porque necesita dejar a alguien que garantice su impunidad y la de los suyos.

En esas andanzas, y casi sin querer, se encuentra de pronto con la figura de Meade que, por increíble que parezca, tendría buenas posibilidades de ganar la contienda electoral el año que viene, dado el sistema democrático mexicano que sólo exige una mayoría simple. A diferencia de Peña, el hoy secretario de Hacienda es una figura que no ha estado involucrada en casos de corrupción y que goza entre muchos círculos de la vida pública y económica de México de una buena reputación.

Pero si le preocupa el heredero del trono, cuánto más no le inquieta que los cargos clave del Sistema Nacional Anticorrupción sean ocupados por personas de su confianza, para llamarlo de una manera eufemística. Peña está haciendo uso de su poder para tratar, no sólo de imponer a sus encubridores en las Fiscalías, sino incluso para espiar y hasta amedrentar abiertamente a quienes intentan oponerse.

Sus cada vez más abiertas amenazas contra las organizaciones de la sociedad civil y contra el empresariado que clama por la autonomía del Sistema, son otra muestra más de que lo suyo es el poder, con ese no está peleado. Pero, lo que ya desde hace al menos tres años no quiere hacer es gobernar. Por eso, la mayoría de los mexicanos reprueba su gestión y la considera un fracaso, simplemente porque no la hay.

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