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Los tacones de Melania

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE
"El pudor es un sólido que sólo se disuelve en alcohol o en dinero". — Enrique Poncela

Perfectamente peinada, lacio el pelo cual anuncio de Koleston 2000. Espléndidamente maquillada, gafas de aviador clásicas cubriendo sus despampanantes ojos. Tacones de aguja tipo "stiletto", quizá unos Manolo Blahnik de ochocientos dólares el par con diez centímetros de altura. Chamarra militar verde olivo. Luego aderezó el conjunto con una gorra que decía FLOTUS (First Lady of The United States)

Los envidiosos dirán que la primera dama de Estados Unidos iba rumbo a un desfile de modas o a grabar el "remake" del filme de culto ochentero "TOP GUN", pero no hubo tal cosa. Tampoco es que haya subido a unos zapatos de punta en añoranza a las alturas de su triplex de cien millones de dólares, ese destellante apartamento célebre por sus dorados absurdos y la estrambótica decoración tan afín a los nuevos ricos.

Melania Trump salió de la Casa Blanca vestida así, rumbo a Texas, a visitar a las víctimas de la devastación causada -la peor de su historia- por el Huracán "Harvey". Las críticas no se hicieron esperar. Y es que en la era digital, de angustiosa rapidez e implacables juicios, ningún error pasa desapercibido y mucho menos se perdona. Internet es hoy algo así como la versión moderna de la Santa Inquisición.

"El zapato de tacón de Melania Trump se convirtió este martes en un símbolo -efímero- de la desconexión que tiene el clan presidencial con la realidad. El examen al que se somete a las primeras damas por su estilo es constante. En el caso de la esposa de Donald Trump, exmodelo, se hace con más ahínco. Si Donald Trump buscaba ofrecer la imagen de que tiene todo bajo control, el primer conjunto elegido por su esposa creó de inmediato una marea de comentarios en las redes sociales, que se vio literalmente desbordada por una multitud de fotos con distintos ángulos y ataques en la que la comparaban con una Barbie en misión de rescate".

Melania Trump en tacones permanecerá como imagen, quizá efímera, de una administración estrambótica y alejada de las tribulaciones del norteamericano promedio. Más allá de los zapatos que utilice, el verdadero reto es cómo construir o reinventar políticamente a la nueva primera dama de Estados Unidos. No será asunto sencillo.

Lady Bird Johnson se avocó a la protección de la fauna silvestre. Jackie Kennedy redecoró la Casa Blanca convirtiéndola en el punto neurálgico donde se mezclaron el arte, la política y los aspectos sociales. En el ínter, contribuyó a edificar el mito de Camelot que a la fecha persiste en el consciente colectivo de Norteamérica.

Nancy Reagan capitalizó su enorme poder y cercanía con el presidente para emprender una cruzada nacional que advertía sobre el peligro de las drogas. Hillary Clinton, la primera dama más politizada de la historia, trasladó sus oficinas al ala este y buscó reformar el sistema de salud. Laura Bush dedicó ocho años a promover la lectura y Michelle Obama, en una magistral simbiosis política con su marido, puso a Norteamérica a hacer ejercicio y comer sano. En el proceso, los Obama se convirtieron en rockstars y maestros en el arte de cómo ser muy cool y no morir en el intento.

La gran pregunta es qué hacer con Melania. Han transcurrido varios meses y su oficina no da visos de cuáles serán las causas o temas que abanderará la esposa de Trump. Extranjera en el país que gobierna su marido, muchos de los propósitos que podría abrazar le están prohibidos. Otros fueron alienados por el discurso y las políticas divisionistas de Trump.

Es decir, por citar algunos ejemplos, que Melania no puede dedicarse a temas medioambientales porque el presidente no cree en el calentamiento global y sacó a Estados Unidos del Tratado de París. Tampoco apoyar a los inmigrantes pues Trump los persigue de manera perversa y sistemática. Mucho menos defender los valores tradicionales de familia pues ella misma es la tercera, y mucho más joven esposa de un hombre inconsistente en lo familiar y machista en su sentido más básico.

Melania Trump, si bien domina varios idiomas y da visos de ser inteligente, tampoco puede promover la educación y la cultura pues ni ella ni su marido son lectores y desconocen los problemas que enfrenta el sistema de enseñanza pública.

Qué hacer con Melania Trump supone todo un reto pues históricamente, las agendas tanto sociales y políticas del presidente y la primera dama han estado empatadas en aras de un interés común. En este caso, con un hombre tan ególatra e impulsivo, acostumbrado a navegar sin mayor rumbo, darle cabida a una mujer por más talentosa que sea supone una empresa imposible de cumplir.

¿Qué hacer con Melania Trump? Al igual que ocurre con los jarritos chinos, nadie sabe hasta ahorita donde acomodarla.

Nos leemos en Twitter y nos vemos por Periscope, sin lugar a dudas:

@patoloquasto

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