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Mis dos bicis

A la ciudadanía

MANUEL VALENCIA CASTRO

A Edy Rentería, activista y ciclista urbano. Por su pronta recuperación.

Sería difícil encontrar una persona, que seguramente las hay y merecen todo mi respeto, que durante su infancia y/o adolescencia no haya tenido la ilusión de tener una bicicleta. Hablo de la generación setentera, que vivimos en una época de pocos coches, poco tráfico, cuando el autobús y la bicicleta eran el principal medio de transporte, y cuando se disfrutaban las caminatas por la ciudad, siempre en las mañanas o en las tardes.

Jugar con la bici entonces significaba pasear en las calles, explorar sitios desconocidos y desde luego dar la vuelta por la plaza de la colonia. También significaba un reto, porque con el uso de la bici ibas adquiriendo algunas habilidades como "andar sin manos".

A medida que crecíamos, con la bici a un lado, íbamos expandiendo el territorio de nuestras rodadas y, aprovechando el viaje, nuestras mamás nos pedían que hiciéramos algunos mandados. En lo personal, fue en la adolescencia cuando disfruté con mayor intensidad el uso de mi bicicleta. Fue mi medio de transporte durante toda la secundaria, las rodadas diarias a la PVC que se encontraba frente al Bosque Venustiano Carranza, se convertían con frecuencia en paseos hacia algunos sitios en los que había algún atractivo o estaban de pasada; recuerdo por ejemplo nuestros paseos por las avenidas de la colonia Torreón Jardín, amplias, sin baches, y con un montón de palmas cargadas de dátiles, hoy desafortunadamente extintas.

Al entrar a la prepa otros intereses aparecieron en el horizonte y abandoné mi bicicleta. No la volví a tocar. Seguramente, pasó a mejores manos. Me convertí en un peatón activo y, para llegar a mi casa usaba el transporte público.

Tuvieron que pasar décadas para que volviera a pasear en una bicicleta, y lo hice en el Paseo Colón. Mientras que algunos buenos amigos llegaban en sus propias bicicletas, yo rentaba la mía, y aunque dicen que una vez que aprendes a andar en bici ya no se olvida, la verdad es que me sentí bastante torpe y tuve que reiniciar mi aprendizaje con aquellas bicis rentadas que muy poco ayudaban.

En aquel grupo de buenos amigos, se encontraba Eduardo Rentería, yo ya lo conocía y sabía que él usaba su bicicleta para moverse de su casa en Gómez Palacio a su negocio en el centro de Torreón, cerca de donde fue atropellado. Muy pronto el incipiente grupo de ciclistas se salió de los límites del Paseo Colón y empezó con rodadas cortas, así fue como nació Ruedas del Desierto, un colectivo que se fue construyendo con la influencia y las ideas de Edy y del resto de los compañeros.

Cuando me incorporé a Ruedas del Desierto, ya con mi flamante bici nueva, iniciábamos los recorridos desde el estacionamiento de un gimnasio, en la colonia Torreón Jardín. Éramos pocos, y rodábamos primero por la colonia y luego enfilábamos a la Plaza de Armas tomando diferentes rutas tanto a la ida como al regreso. Todos sabíamos que rodábamos para recuperar las calles de la ciudad, porque a la hora de las rodadas (8:30-10:30 PM) poca gente andaba en la calle, y la que andaba seguramente era por necesidad, el miedo había descompuesto la vida en comunidad, evitando la interacción y convivencia social; además, sabíamos también que promovíamos el uso de la bicicleta como una alternativa de movilidad viable, económica y sostenible, como ya se hacía en otras ciudades del país.

Durante algunos recorridos, particularmente cuando de alguna pedaleada al finalizar regresábamos a Gómez, tuve la oportunidad de conversar con Edy Rentería sobre la movilidad sostenible, mientras platicábamos me iba dando tips de seguridad, recuerdo que me explicó cómo debíamos pasar dos cruceros peligrosos que se encuentran uno enseguida del otro: el del bulevar Independencia y Acuña y el del bulevar Constitución y la misma calle. Él cruzaba por ahí todos los días, y lo hacía con todas las precauciones y atención que tienes que tener al cruzarlos en bici, me consta, varias veces los cruzamos juntos sin ninguna novedad.

Por eso, resulta difícil aceptar que culpen a Edy de una colisión en la que además llevó obviamente la peor parte por conducir una bicicleta. Los encuentros durante el tráfico de vehículos y peatones no son casos fortuitos, como mucha gente piensa, son esperables y por lo mismo, previsibles.

Si de una situación de movilidad confusa, desordenada y desconcertante, que actualmente priva en toda la zona metropolitana, pasáramos o transitáramos a una movilidad ordenada, clara y disciplinada, se podrían prevenir los accidentes de tráfico.

Es urgente que se adopte en nuestras ciudades el programa Visión Cero, esto es, planear en el corto y mediano plazo, llegar a cero accidentes de tráfico, esto es posible, así lo demuestran todas las ciudades que están aplicando el programa. ¿Hasta cuando será posible vivir con tranquilidad y seguridad en la Comarca Lagunera? Hasta que la sociedad quiera.

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