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‘Entre el bien y el mal’

A través del tiempo la diferencia entre el bien y el mal se ha venido acortando. Todavía el siglo pasado era muy notorio identificar los terrenos que socialmente uno pisaba. Y no es que los valores y las buenas costumbres estén desapareciendo, más bien los valores se han transformado de acuerdo al desarrollo de las nuevas generaciones. Ahora hay una delgada frontera entre lo que cada quien entiende por bueno o por lo malo y no es cuestión de ser pobre o ser rico, más bien es un factor de conveniencias que involucra a cualquier ser humano en su propio ambiente.

El bien, antes era hermano de la verdad, del prestigio, de la decencia; valores con sentido común para todos. Ahora ya no importa mentir porque el prestigio y la decencia de cualquier manera no está en riesgo y la sociedad, cuando menos la más cercana a nuestra persona, no lo percibe como una falta de valores. Es como si la mentira se hubiera convertido en un valor o moneda de cambio. Sin duda, estamos cambiando a una velocidad tan sorprendente que no nos damos cuenta del daño que nos causa. Para subsistir, debemos aprender a comportarnos dentro de la naturaleza de la Ley de la Selva, en donde el fuerte se traga al más débil obedeciendo la cadena alimenticia; cada día estamos pareciendo más animales, incluso hay quienes los superan por lo salvaje y por lo irracional.

Dicen que somos más los buenos que los malos y la verdad ya lo dudo porque la bondad sólo se manifiesta a destellos que ciertamente brilla entre la podredumbre en la que nos encontramos. Por doquier, en fastuosas ceremonias y ante numeroso público juramos voluntariamente: respetar a nuestra pareja, en las buenas y en las malas decimos, hasta que la muerte nos separe; cuando nos graduamos, juramos servir a una sociedad a la cual nos debemos, el juramento de Hipócrates mejor debería ser “juramento de hipócritas”; y los políticos, empleados de gobierno y “servidores públicos” nos llevan delantera, ellos protestan un juramento que cuando fallan, nadie les reclama. Y la mentira no termina con la muerte, todavía en el féretro los dolientes juran el valor y la bondad de su difunto, “haiga sido como haiga sido”. Un mundo de ilusión.

Religiosamente, los grandes y más importantes líderes están permitiendo que el mal rebase al bien, y no se trata de crear mártires o que a ellos se los coman los leones o griten ante el pelotón de fusilamiento que ¡“Viva la Virgen y Viva Jesucristo Redentor”….!, ¡no..!, creo que ellos debieran de combatir el mal con los recursos y el poder que tienen y dejar de ser aliados de los personajes más siniestros de nuestra sociedad.

En resumidas cuentas, el comportamiento de nuestras vidas lo marcan las conveniencias; todo lo que nos conviene lo avalamos afirmativamente, con esta actitud nos deja de importar la familia, el vecino, el de enfrente; deja de importarnos la sociedad representada por nuestros semejantes. Esto permite los fraudes electorales, la compra de votos a cambio de migajas, las promotoras del voto, los huachicoleros que como muertos vivientes defienden “lo que les pertenece”, los suicidios, las violaciones y feminicidios, las empresas fantasma, mujeres de dudosa reputación que merecen abundancia, la narcoviolencia, los gasolinazos, el autogobierno en las prisiones, la Sección 22 del magisterio, el sindicato de la Compañía de Luz y fuerza, la maestra Gordillo, la casa blanca, el corporativismo sindical, los cardenales clasistas, los gobernantes ladrones y sinvergüenzas fugitivos.

¿En verdad, seremos más los buenos que los malos o ya no sabemos distinguirlo?

Juan Antonio Aguilar Tello,

Torreón, Coahuila.

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