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El respeto como base de la educación

Hay en las redes sociales un video que ha generado polémica; se trata de un adolescente que es azotado por sus abuelos, frente a sus padres y demás miembros de su adulta parentela; es, podríamos decir, un juicio familiar; pero más que juicio es la ejecución de la sentencia, comprobados los hechos delictivos. Tal caso, como ha de haber muchos, ocurre en un pequeño poblado de Guatemala; pero por la naturaleza del acto, no es de extrañar que bajo el amparo de los usos y costumbres, también se repita en algunas regiones rurales no sólo de México, sino de otros países latinoamericanos, principalmente de Centroamérica.

El video en cuestión muestra el modo en que todavía a mediados del siglo pasado eran educados los hijos y nietos: con golpes y consejos, bajo el precepto psicológico de que la educación en cuanto a contenido cognitivo-moral (preceptos) debe para su eficacia, ser acompañada de un componente emocional, el que podría implicar no sólo un fuerte regaño, sino golpes.

El adolescente del video, al parecer se había convertido en una lacra para la pequeña comunidad. El adolescente es azotado con una vara y antes de cada golpe se le hace ver el daño que ha causado, incluyendo la vergüenza para su familia. El video termina con la petición de perdón y promesa de mejorar su conducta de parte del adolescente a sus padres y abuelos.

El citado video, ha generado comentarios a favor y en contra de esta manera “brutal” de educación, en el que el castigo físico y daño psicológico es reprobable a los ojos de las nuevas generaciones.

Cierto es, que hemos evolucionado en muchos aspectos, y que muchas prácticas educativas que antaño resultaban efectivas, ahora se consideran obsoletas; y se califican de bárbaras, y de retrógrados a quienes apoyan tales medios educativos.

Mi experiencia: Siendo niño observé, pasmado, a una vecina, quien pegaba con una tabla a su hija ya mayor (veintitantos años) porque estaba peleando verbalmente con otra vecina. La madre golpeadora, a cada golpe le decía: “respeta a tus mayores, respeta a tus mayores”.

La educación, es cierto, ha evolucionado tanto en las escuelas como en el hogar; pero no estoy seguro si en este último haya sido realmente una evolución o una involución, en cuanto que las relaciones entre padres e hijos el respeto brilla por su ausencia. Los padres, (bajo el concepto de matrimonio moderno) llevan una vida libertina y dan a sus hijos una permisividad y tolerancia excesivas; quizá como compensación por la poca presencia y atención a las necesidades afectivas, justificando su ausencia en el trabajo de ambos, (papá y mamá), bajo el supuesto de que todo lo hacen por ellos (sus hijos). Así, el hogar deja de ser tal, cuando los hijos se encierran en sus respectivas habitaciones “chateando” con todo mundo y viendo en Internet todo lo que se le antoja.

La comunicación intrafamiliar cada día es menor y se llega a un punto en el que el que papá y mamá son sólo proveedores de bienes materiales y fuente de satisfacción de necesidades superfluas, menos de lo más esencial: amor y respeto entre sí y hacia su entorno social. El resultado es, obviamente, adolescentes irresponsables e irreverentes, que encuentran en sus amigos lo que en el hogar no hay: amor y confianza.

Dicen que el respeto se gana, y muchos de nosotros, como padres (o abuelos), hemos dejado de lado este asunto tan delicado; pero nunca es tarde para rectificar y corregir errores. En nosotros está la solución; aunque no necesariamente con azotes. Dicen que una buena nalgada a tiempo hará a un hijo respetuoso y nos evitará a la larga, momentos dolorosos y bochornosos. ¿Usted qué opina?

Héctor García Pérez,

Comarca Lagunera.

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