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Perdona Padre Nazas

Padre Nazas regresas a visitarnos en lo que realmente es más tu casa que nuestra. Vuelves a traernos un poco de nostalgia para aquellos que ya pintan canas en el cabello y algunas arrugas en el rostro, curiosidad a los que son padres de familia y curiosidad entre los más chicos.

Sin embargo en esta ocasión no me queda más que pedirte una disculpa, porque nos hemos empeñado en ensuciar no sólo tu cauce, sino también todo lote baldío, todo campo abierto, todo espacio que parece de nadie, pero es de todos. Ahí depositamos nuestros desechos, sin distinción de clase social o política.

Te pido una disculpa porque nos hemos empeñado en borrar todas tus huellas, desde olvidarnos que tú eres esencial para esta región, que si ti no podría existir La Laguna. Pero somos de memoria quebradiza, poco nos interesa los beneficios que a largo plazo representas, todo lo cotizamos al momento, que ganancias nos puedes dar en estos días que vas a andar por aquí y sólo eso. Los mantos acuíferos los podemos rellenar, no sabemos con qué, pero estamos confiados de lograrlo.

Sinceramente me da pena ver y ver como hemos construido estructuras en tus márgenes para aprovechar tu sitio, con miles de fines. Desde pistas atléticas, juego para niños y hasta una cruz.

Piensan nuestros políticos convertirte en una atracción con lo hacen en Monterrey o en San Antonio, Texas, pero apenas llevan unas piedritas porque se les acabó el presupuesto. De verdad ni como verte en esta ocasión. Sólo espero que más allá de la algarabía de verte correr, algún día toda la sociedad de la Comarca nos sentemos a revisar como podemos respetar los recursos naturales como tú y otros que tenemos ya en menor medida, porque hemos abusado de ellos y no queremos reconocerlos.

Bienvenido como siempre, disculpa porque no aprendemos, ojalá un día podamos convivir más contigo y la naturaleza, no en función de un dominio, sino como parte de nuestras vidas.

Juan José Rentería,

Torreón, Coahuila.

***

El componente adultecente

Los comportamientos infantiloides en edad madura, con esos ridículos cambios de estética permanentes, relativizando lo fundamental o huyendo de cuanto no provoque placer y sensualidad, anuncian esta llegada de la sociedad emotiva, que navega a la deriva en el proceloso océano de los sentimientos primarios. Podríamos decir que se trata de un componente adultescente en esta corriente.

Lo más grave de todo este escenario es que sobre él ha operado el populismo en las democracias en que ha tenido la desgracia de asentarse. Millones de votantes se dejan embaucar por propuestas que buscan, precisamente, apelar a los sentimientos a través de la representación de un teatro calculado con ese propósito.

Existe un evidente caldo de cultivo entre quienes apoyan a estas opciones, el de los aquejados por esta emotividad irracional o buenísimo pueril que se extiende desde las mesas camillas a las cámaras parlamentarias.

JD Mez Madrid,

Girona, España.

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