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La afectividad en la vida personal

La afectividad es la tonalidad subjetiva con la que son vividos hechos, situaciones y relaciones. Se configura a lo largo de la existencia personal y está íntimamente implicada en los procesos biológicos, cognoscitivos y tendenciales con los que forma una unidad. De la satisfacción o no de necesidades y tendencias y de su integración en el mundo personal, dependerá el conocer – el querer – la acción. A veces, lo expresamos diciendo: “lo afectivo es lo efectivo” y, también, con “tener corazón” (en el doble significado de afecto y coraje).

La afectividad colorea la vida personal positiva o negativamente. Así, por ejemplo, puede motivar una elección de objetivos y tareas valiosos (con manifestaciones de búsqueda de la verdad, de un bien, de relación, de servicio ...); o, por el contrario, influir negativamente como rechazo, antipatía, e incluso pueden oponerse a la voluntad. En cualquier caso, su integración en cada persona se consigue desde el conocimiento, la voluntad y la rectitud.

Aunque la dinámica afectos – conocimiento - voluntad puede iniciarse por cualquiera de ellos, es el conocimiento, quizá movido por el afecto o por la voluntad, el que, ordinariamente, suele estar en la base del comportamiento humano. Así, el bien es capaz de despertar el amor (como bien conocido), el deseo (como bien futuro), la esperanza-desesperanza (como bien alcanzable o inalcanzable), o la alegría (ante un bien poseído). Mientras que si algo se percibe como un mal, los afectos serán de aversión, temor, tristeza.

En la actualidad, con frecuencia, la no integración de los afectos – experimentados o vividos- en la unidad de la persona, ha llevado a refugiarse en el sentimiento y en lo sensible, placentero y sensual, con algunas manifestaciones como:

La afectividad sería la dimensión central de la vida y como tal creativa del bien, los valores y de la conducta, (me apetece, me gusta).

Lo afectivo sería entendido en términos de placer y utilidad (felicidad equivaldría a placer).

Los dinamismos de la afectividad pertenecerían al plano inconsciente y con ello negación de la libertad ante las pulsiones. Dominio del hedonismo y permisivismo, frente a la verdad, al bien objetivo y a los valores, que son considerados irrealizables.

¿Qué hacer ante un panorama teñido por los sentimientos? La respuesta pasa por reconocer la objetividad y el orden de la realidad y del ser humano. No se trata de ignorar sino de integrar. Para ello, puede servirnos recordar estos rasgos específicos de la afectividad humana:

Lo afectivo es igual de humano que la inteligencia y la voluntad en la unidad de la persona.

La afectividad humana une lo sensible y lo espiritual. Es distinta a la del animal.

Otro de los rasgos es su plasticidad para ser ordenada desde el conocimiento y la voluntad, con limitaciones en casos patológicos.

El emotivismo y el imperio del sentimiento conduce al sentimentalismo y a la volubilidad. El dominio del sentir y del actuar no están asegurados, sino que exige rectitud y empeño por lo mejor.

José Arnal Agustín,

Barcelona, España.

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