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¿QUÉ TIENE CARLOS SLIM QUE YO NO TENGO, QUÉ TENGO YO QUE NO TIENE CARLOS SLIM? / III

DR. LEONEL RODRÍGUEZ R.

(Segunda y última parte)

Durante estos nueve años de estudios,

llevé a cabo algunos trabajos

sencillos: Me trasladaba a

mi población natal, y llevando tan

sólo una “tina”, o mejor dicho,

una cubeta, recorría las calles, y

llegando casa por casa preguntaba

si tenían huevos que vendieran,

de tal manera, que en el

transcurso de un fin de semana,

llegaba a comprar un buen nú-

mero de este producto de “gallogallina”,

regresaba a Nueva Rosita

y hacía lo mismo: recorría calle

por calle de las colonias aledañas

donde vivíamos ofreciendo

mi mercancía hasta venderlos

todos. Esta actividad la llevé a

cabo durante varios meses; sin

embargo, un día, tropecé con una

piedra, caí con mi cubeta de huevos

y todos ellos se estrellaron

y…. Se acabó mi sencillo negocio.

Al finalizar la instrucción primeria

aquel verano de 1954 y antes

de iniciar el curso en la Academia

Comercial “Minerva”, me fui a

mi pueblo natal y durante no menos

de seis semanas la hice de

“cantinero” en el negocio que tenía

el tío Ezequiel y cuyo nombre

no olvido: “La Ronda”.

Este trabajo lo había realizado

mi hermano Pedro durante

varios años, pero como ya trabajaba

en la empresa minera,

“me lo heredó” al menos durante

un verano, “me daba gusto

atender a los amantes de las bebidas

etílicas y mientras ellos

consumían varias de ellas, yo lo

hacía consumiendo varios refrescos

embotellados.

Ya estando cursando la carrera

comercial, durante los fines

de semana me empleaba

con un buen amigo de la familia:

Zaragoza Tanájara, quien se

dedicaba a vender ropa por las

calles durante todos los días de

la semana y los sábados y domingos

los dedicaba a pasar a

los domicilios para “el abono

correspondiente”. Yo bajaba de

su automóvil, la clienta abonaba

a su cuenta cinco o diez pesos,

se los daba a ‘Gocha’, como

así lo llamábamos, el cual anotaba

el “abono correspondiente

en una tarjeta que tenía cada

cliente y así recorríamos varias

colonias del mineral y después

de las dos de la tarde regresá-

bamos a casa de su mamá,

quien ya nos tenía preparada

una sabrosa comida “china”,

pues ella era de esa nacionalidad

y yo disfrutaba esos alimentos

al máximo.

Todos los fines de semana

se repetía la misma historia,

me pagaba cinco pesos diarios,

independientemente de

la comida del medio día. Recuerdo

también que me gané

algunos pesos realizando con

mi máquina de escribir las “invitaciones

de boda” al hijo de

Panchita de nombre Jesús. Y

párele de contar.

En relación a actividades

deportivas, recuerdo que tan

sólo practicábamos algo de

beisbol en los llanos cercanos a

la colonia Miguel Hidalgo y las

actividades que realizábamos

en las horas de recreo.

Inmediatamente después

de “graduar” de los cursos de

Estenógrafo y Auxiliar de Contador

y gracias a las relaciones

que tenía el hermano Nemesio,

logramos ingresar a la empresa

minera la ASARCO. Por un mes,

en las oficinas del departamento

de construcción cuyo jefe era

don Félix Garza, donde contaba

con dos ayudantes, uno de

ellos de nombre Tomás Treviño,

quien amablemente me encomendó

la tarea de llevar el registro

de asistencia de los trabajadores

que laboraban en esta

sección de la empresa. En este

departamento, tan sólo laboré

hasta el 31 de agosto de 1957,

para el día siguiente pasar al

hospital de la empresa con la

categoría de “Mensajero”.

Jamás he olvidado que mi

sueldo inicial era de $17.47 diarios

más el séptimo día, dando

un total a la semana de: $122.29,

que en aquellos tiempos era un

sueldazo para un joven de tan

sólo quince años de edad y en

una época cuando el poder adquisitivo

de un peso era altísimo

(Continuará).

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