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¿La hora final de Maduro?

SIN LUGAR A DUDAS...

PATRICIO DE LA FUENTE
"La libertad está en ser dueños de nuestra propia vida"

— Platón

La crisis en Venezuela no es asunto nuevo. El resquebrajamiento del régimen, la precaria situación económica y los atentados sistemáticos a las garantías individuales y a la libertad de expresión, han significado un proceso de descomposición paulatina desde que Maduro se erigiera, por herencia y vasallaje, como falso caudillo de la mal llamada revolución bolivariana.

A Hugo Chávez, con todo y sus sinsentidos, lo salvaron las promesas de redención e igualdad, una suerte de empatía y conexión anímica con el pueblo y, como ocurre en los países del tercer mundo gobernados por patriarcas tropicales, también el enorme carisma y dominio escénico del que era dueño.

No olvidemos, querido lector, que la mayor parte de los regímenes autoritarios, especialmente en América Latina, se basaron en el culto a la personalidad y la exaltación del líder. Pero más que nada a Hugo Chávez, de su propio eclipse político, lo terminó salvando la muerte.

Segundas partes nunca fueron buenas. Nicolás Maduro está huérfano del carisma e inteligencia de su antecesor. Es, para desgracia de toda la nación, un torpe con iniciativa. El gran problema es que todas sus ideas conducen al precipicio.

Terminada la bonanza petrolera, extinto el apoyo de una Cuba que experimenta un ocaso generacional ante el envejecimiento o muerte de sus líderes históricos, la Venezuela de Maduro se tambalea por minuto.

Maduro controla a la cúpula militar a base de billetazos, sin embargo gran parte de la población que antes se decía "chavista" ha empezado a desconocer su precario liderazgo. Los opositores, antes poco cohesionados y pulverizados bajo la marca de distintos partidos políticos, encontraron un objetivo común: transitar hacia un nuevo régimen democrático, restablecer las garantías individuales e impedir se redacte una nueva constitución que otorgue poderes absolutos al Ejecutivo.

Sin temor a la hipérbole podemos afirmar que el proyecto constituyente de Maduro lo coloca en el club de la ignominia a la par de apellidos como Pinochet, Videla, Somoza, Banzer, Stroessner, Duvalier y Batista. De ese tamaño.

Aunado a ello, la atroz persecución que sufren diversos líderes de oposición encarcelados injustamente, no ha hecho sino colocar al país bajo la lupa de la comunidad internacional. Con sus contadas excepciones, la condena a lo que ocurre en Venezuela es hoy prácticamente unánime. Y es que todos los días se mata o persigue a quien ose contrariar al profeta bananero Nicolás Maduro.

So pretexto la Doctrina Estrada, el Gobierno de México, de enorme tibieza para lo que le conviene, tardó demasiado en emitir una postura clara y firme sobre lo que sucede bajo la dictadura -porque eso es- de Nicolás Maduro. Salvo la derecha mexicana, los movimientos de izquierda progresista y otros sectores de la población, los demás actores políticos guardaron silencio.

Para variar y no perder la costumbre, la actual administración mexicana llega mal y tarde a todos lados. Increíble el pasmo sobre el caso Venezuela. Por fortuna y aunque haya sido a destiempo, desde la Cancillería ya se cambió la tonada y enmendado quedó el error. Y es que el silencio, en ocasiones, nos vuelve cómplices.

A raíz de los sucesos del pasado domingo, la Secretaría de Relaciones Exteriores emitió un boletín de prensa cuyo contenido resumo por cuestiones de espacio. Dice entre otras cosas, lo siguiente: "El Gobierno de México no reconoce los resultados de la elección de los integrantes de la Asamblea Nacional Constituyente y lamenta que el gobierno de ese país haya decidido llevar a cabo unos comicios contrarios a los principios democráticos reconocidos universalmente, que no se apegan a la Constitución de la República y que profundizan la crisis en que se encuentra el país".

Enhorabuena por la postura que ha asumido el Gobierno. Vaya, hasta que le atinan a algo…

Corolario

El Gobierno de Estados Unidos y el propio Donald Trump anunciaron una serie de medidas y sanciones económicas a Venezuela. Entre ellas, el congelamiento de los activos de Maduro en bancos y demás instituciones financieras de aquél país. Ojalá y dichas sanciones no repliquen lo que sucedió en Cuba durante la peor época del bloqueo: que los ciudadanos sean los que sufren y paguen los abusos de sus gobernantes.

Mientras escribo esta columna, me entero que los hijos de Nicolás Maduro pasaron casi un mes hospedados en el hotel Ritz de Madrid. Se aplaude el buen gusto; es un extraordinario recinto. ¡Viva la Revolución bolivariana!

Nos leemos en Twitter y nos vemos por Periscope, sin lugar a dudas: @patoloquasto

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