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Sean Spicer, el irascible

SIN LUGAR A DUDAS...

PATRICIO DE LA FUENTE
“Un buen periódico es una nación hablándose a sí misma”

— Arthur Miller

En el momento en que un vocero comienza a ser noticia, parte medular de la historia y acapara las primeras planas, sus días están contados. El secretario de prensa de la Casa Blanca es una de las personas más vistas y seguidas del planeta, pero su brillo no debe rivalizar con el del Presidente de Estados Unidos.

Detentar tal cargo supone un acto de trapecio. Un vocero eficaz tiene que estar muy bien informado pero al tiempo ignorar ciertas cuestiones para no verse en la posición de mentir frente a la opinión pública. Por ello, es importante que el presidente –especialmente en Estados Unidos- evite detallarle temas demasiado sensibles o que comprometan la seguridad nacional.

Un vocero competente saber discernir, velar por los intereses de la entidad que representa, entiende y respeta el rol de los medios de comunicación, es empático pero no demasiado cercano, cultiva y procura a los periodistas, sabe ponerles un límite y ante todo, está dotado para las relaciones públicas. El buen vocero es eficaz como publirrelacionista.

La semana pasada, Sean Spicer dimitió al cargo de portavoz de Donald Trump y el Gobierno de Estados Unidos, pero permanecerá hasta agosto. Según informes del New York Times, su decisión obedece a la designación del financiero Anthony Scaramucci como director de comunicaciones, en lo que se interpreta como un intento desesperado por poner orden a un área tan sensible a seis meses de iniciada la administración.

“El nombramiento de Scaramucci ocurre en un momento en que la Casa Blanca lidia con la investigación de un fiscal especial y de varias comisiones del congreso por la supuesta interferencia de Rusia en la elección presidencial de 2016 y su potencial colaboración con la campaña de Trump”.

En el organigrama norteamericano, el Director de Comunicaciones de la Casa Blanca es, de facto, jefe directo del vocero. Entre sus responsabilidades y competencias está la articulación del discurso y mensaje gubernamental. Dentro de las responsabilidades del vocero se encuentra el saber transmitir eficazmente dicho mensaje, fijar la postura del gobierno y establecer una comunicación directa y permanente con los periodistas.

El gran problema de Sean Spicer, además de su carácter irascible, mecha corta y el que trataba a los medios asignados a la Casa Blanca como si fueran un grupo de escolares mal portados, fue que desde el primer día se convirtió en noticia.

Y es que según Spicer, el público asistente a la toma de posesión de Trump había superado, por mucho, a las cifras registradas por Obama ocho años antes. “La ceremonia de juramento de Donald Trump fue la de mayor audiencia de la historia”, declaró ufano y seguro de sí mismo. Ello resultó falso, los medios dieron cuenta de las mentiras e imprecisiones del vocero sobre el particular y ahí, en el primer minuto, comenzaron los problemas.

Pero eso no fue todo. En febrero Spicer, víctima de un lapsus y de su propia confusión, afirmó tres veces que un ataque terrorista había ocurrido en Atlanta, cosa que tampoco resultó ser cierta. Frecuentes fueron sus dislates a la hora de pronunciar el nombre de distintos mandatarios: “Joe” Trudeau, Malcolm “Trumbull” y “Basher” Al Asad por citar algunos. Probablemente la hora más baja de Spicer ocurrió cuando dijo que: “Ni Hitler se rebajó a usar armas químicas. Hilter ordenó el exterminio en la cámara de gas de millones de judíos que, en un alto porcentaje, eran ciudadanos alemanes”, remató.

Lo cierto es que después de tantas pifias y errores, las conferencias de Sean Spicer alcanzaron niveles de audiencia poco antes vistos pues más que informar a los medios y al público, dichos encuentros terminaron convirtiéndose en batallas épicas entre el vocero y los periodistas asignados a la Casa Blanca.

Ante eso, el mítico programa de comedia Saturday Night Live, que a través del actor Alec Baldwin comenzó a caracterizar magistralmente a Trump, también se mofó de Sean Spicer valiéndose de la genial comediante Melissa McCarthy, quien aparecía caracterizada como el Secretario de Prensa. Termómetro político televisivo por excelencia, SNL y McCarthy contribuyeron a hundir la carrera del vocero al proyectarlo como un hombre iracundo, ignorante e incapaz: una calca o retrato de su jefe, Donald Trump, pero con mayores lapsus discursivos y peor temperamento.

Así como cuarenta años antes el actor Chevy Chase ayudó con su imitación a que los norteamericanos vieran en Gerald Ford a un presidente torpe e incapacitado para gobernar, Melissa McCarthy inoculó en el público la idea de que Spicer era uno de los peores voceros de la historia moderna.

A la distancia, estoy cierto que el paso de Sean Spicer por la Casa Blanca será visto como un auténtico chiste. También estoy seguro que lo mismo ocurrirá con Donald Trump.

Nos leemos en Twitter y nos vemos por Periscope, sin lugar a dudas: @patoloquasto

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