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Un capítulo de la historia de México a través de la novela

FRANCISCO JAIME

La pretensión que anima este artículo es harto modesta: sumarse a la cruzada nacional de fomento a la lectura encabezada por organismos culturales y medios de comunicación masiva. Lo que abajo se comenta corresponde a la reflexión sobre el tema de un simple aficionado a la lectura.

En relación al tema de hoy, analizaremos el papel fundamental que ha desempeñado la novela mexicana a lo largo de la historia, para ayudarnos a interpretar fenómenos complejos como es el caso de la Revolución mexicana. Las obras que integran lo que se conoce como Novela de la Revolución, son una manifestación de la gran riqueza de la novela mexicana del siglo XX con obras maestras como las que abajo exploraremos.

En general la crítica especializada coincide en que la Novela de la Revolución mexicana está escrita con intenciones testimoniales. Para Antonio Castro Leal, por ejemplo, las características que la distinguen son las siguientes: la Revolución como asunto principal, es autobiográfica, está narrada en primera persona y presenta una visión directa y fragmentada de la realidad, aunque posee autenticidad y sinceridad sobre estilo y literatura. Son relatos épicos que revitalizan el género como consecuencia de la crisis nacional de esa época. Es también una novela de cuadros y visiones episódicas, yuxtaposición de episodios tendientes más al impacto de la realidad vivida que a la coherencia de una acción social. Por último señala Castro, el protagonista es el pueblo mexicano colectivo y multitudinario, pero personificado en tipos individuales, símbolos a su vez de una sociedad.

Con el auxilio del crítico arriba mencionado, hemos pretendido sintetizar los aspectos técnicos más sobresalientes. Pasaremos ahora a consideraciones menos elaboradas: la Novela de la Revolución, por primera vez en la historia, da a conocer a la literatura mexicana fuera de sus fronteras, le pone un sello nacionalista al utilizar un lenguaje literario común, popular, si bien algo vulgar, un lenguaje del pueblo, una novela dónde no se romantiza la lengua. En síntesis, es una novela original, despojada de toda influencia europeizante. Las cuatro obras que se describen enseguida, aspiran a motivar al lector de esta columna, a penetrar en el apasionante mundo de la Revolución Mexicana a través de auténticas obras maestras de la narrativa hispanoamericana.

"Los de abajo" de Mariano Azuela se publicó en 1915 y fue la primera novela reconocida y traducida a múltiples idiomas. Es la historia de un grupo de hombres que se levantan en armas dirigidos por Demetrio Macías; estos hombres peleaban por sí mismos pues no conocían a ninguno de los líderes revolucionarios, simplemente luchaban contra el gobierno y los caciques. La obra sintetiza admirablemente lo que Azuela pensaba de la Revolución y cómo vio él mismo su poder destructor.

En "El águila y la serpiente", publicada en 1928, Martín Luis Guzmán desarrolla una novela narrada en primera persona por su protagonista, hace gala de detalles descriptivos centrados en lugares secundarios donde se desarrolla el conflicto. Se habla de Villa, Zapata, Carranza, Obregón, y de Rodolfo Fierro a quien nunca detuvo nada ni nadie. Es realmente desazonador el capítulo dos del libro séptimo: "La fiesta de las balas".

Mauricio Magdaleno publicó "El resplandor" en 1937. El autor está considerado como el mejor escritor de la Revolución, mejor aún que Azuela. Raúl Cardiel crítico literario afirma en el prólogo de la edición de 1969 publicada por Diana que "Magdaleno dio a la luz la más contundente, la más apasionada, la más terrible crítica de la revolución. Lo más sobresaliente de la novela es la condena de la Revolución Mexicana por haber incurrido en los dos vicios que el vasconcelismo le señaló: la corrupción y la demagogia, dos vicios que el protagonista de la novela, Saturnino Herrera, comete con sus compañeros del Valle del Mezquital".

Por su parte, Agustín Yáñez escribió una obra amplísima, pero su novela "Al filo del agua" (1947) es considerada su obra maestra. El autor sigue aquí a dos grandes maestros - Joyce y Faulkner - al manejar sus personajes de acuerdo a su naturaleza interior, existencial; por esto, no inventa la técnica del monólogo interno y el fluir de la conciencia, la adapta. El análisis de esta compleja novela requiere un espacio mayor, y rebasa los límites de mi conocimiento.

Conocer un episodio fundamental de nuestra historia, la Revolución Mexicana, a través de los autores y obras mencionadas, no sólo nos deslumbra por su belleza literaria, sino por la pintura realista con que presentan a nuestro pueblo: sus costumbres, su modo de expresarse, sus angustias, sus sueños.

(Economista)

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