El Quijote II, 62
De visita en Barcelona, don Quijote y Sancho Panza son atendidos por don Antonio Moreno, "caballero rico y discreto y amigo de holgarse a lo honesto y afable", según la descripción que de él hace Cervantes.
Una tarde don Antonio saca a pasear a don Quijote por la calle principal de la ciudad. Sin que él se diera cuenta, en las espaldas "le cosieron un pergamino donde le escribieron con grandes letras: 'Éste es don Quijote de la Mancha'". Por ello resultó que cuantos lo veían y leían el rótulo lo llamaban por su nombre, lo cual admiró a don Quijote que tanta gente lo conociera. Escribe entonces el narrador lo siguiente:
"Acaeció, pues, que yendo don Quijote con el aplauso que se ha dicho, un castellano que leyó el rétulo de las espaldas alzó la voz, diciendo:
-¡Válgate el diablo por don Quijote de la Mancha! ¿Cómo que hasta aquí has llegado, sin haberte muerto los infinitos palos que tienes a cuestas? Tú eres loco, y si lo fueras a solas y dentro de las puertas de tu locura, fuera menos mal: pero tienes propiedad de volver locos y mentecatos a cuantos te tratan y comunican; si no, mírenlo por estos señores que te acompañan. Vuélvete, mentecato, a tu casa, y mira por tu hacienda, por tu mujer y tus hijos, y déjate de estas vaciedades que te carcomen el seso y te desnatan el entendimiento.
-Hermano -dijo don Antonio-, seguid vuestro camino y NO DEIS CONSEJOS A QUIEN NO OS LOS PIDE".
Cuando se trata de asuntos personales, lo más recomendable, prudente y sano es no meterse en donde a uno no lo llaman.
J.A García Villa
@jagarciavilla