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Régimen socavado

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

No dejan de ocurrir cosas y, sin embargo, no pasa nada en la política.

En la lógica y complicidad de la administración y su partido, acompañados por dirigentes panistas y perredistas, si algo llegara a suceder, ya se verá qué hacer. No hay por qué anticiparse ni formular juicios. En todo caso, ahí está el Ejército para lo que se ofrezca: sea ante un problema derivado del poder de la naturaleza o de la naturaleza del poder o su combinación.

El razonamiento de la clase dirigente es contrario al sentido común: más vale lamentar que prevenir y, por lo mismo, ni caso moverse, mucho menos conmoverse. Así que ningún caso preocuparse ni ocuparse de lo que está aconteciendo porque, al menos hasta ahora, en la política nada ha sucedido. Y si no hay efecto en ella, por qué rayos escandalizarse o inquietarse por el hoyo, como dice un lector, en que metieron al país.

Ese grupo en el poder mira el agujero en el Paso Exprés recién inaugurado con oculta indiferencia, porque así contempla el desfondamiento de las instituciones. No advierte en el socavón el reflejo de su condición. Después de todo, ¿cuántas veces México no se ha puesto de pie tras alguna calamidad económica, política o social... para tropezarse de nuevo con el mismo régimen?

Venga. Ocurren cosas, pero no pasa nada.

***

Esos políticos amparan su pasmo, negligencia y pusilanimidad en una divisa irrebatible: el país podría estar peor. Mejor es un adverbio proscrito en su vocabulario. A partir de ese principio -que, quizá, más bien marca un final-, lo demás es lo de menos. Y, entonces, a la adversidad, la corrupción o la tragedia como al mal tiempo, hay que ponerles buena cara y, si se puede, regalarles una sonrisa. Siempre encontrarles el lado positivo a los sucesos negros.

Que murieron dos personas en el socavón, qué suerte, pudieron ser más. Que se dejó de capacitar a policías y agentes del Ministerio Público ante el nuevo sistema penal acusatorio, cosa de contrarreformar la reforma judicial. Que la policía no sirve, pues que las Fuerzas Armadas sigan en la calle, pese a su agotamiento y desamparo. Que los ciudadanos que acompañan a los senadores en instrumentar el sistema anticorrupción ya no están dispuestos a solapar el timo, allá ellos, la puerta está abierta. Que aumentó el robo de vehículos y mercancías, la extorsión, el secuestro y los homicidios dolosos, pues a darse de santos: la situación podría estar peor.

Que fueron veintiocho los reos masacrados en el penal de Acapulco, ni modo, lo bueno es el descenso de la población penitenciaria. Que se espía a ciudadanos, adversarios, periodistas, y el asunto sigue sin esclarecerse, lo indicado: no cometer ni decir tonterías. Que se gastó de más en las campañas y el resultado electoral está en entredicho, mejor no repetir los comicios: se gastaría más. Que el árbitro y los jueces electorales están desacreditados, problema de ellos. Que degollaron a once en un festejo en Tizayuca, queda claro entonces que el país no está para andar de fiesta. Que la producción y el precio del petróleo bajarán de nuevo y presionarán la economía, de una vez vayan corriéndole otro agujerito al cinturón de la ciudadanía.

Cada día ocurre algo inquietante, pero la clase dirigente siempre le encuentra la salida al agujero, sin afanarse en repararlo: algún nuevo problema lo tapará. Son tantos los problemas, que ni modo de intentar resolverlos.

***

Pese al reblandecimiento o desmoronamiento de las instituciones y el azolvamiento de los canales de participación ciudadana con efecto, el optimismo de los políticos es colosal: no hay mal que por bien no venga.

No advierten que el socavón del Paso Exprés refleja el castigo y la fatiga a los que han sometido a las instituciones que prometieron respetar, cuidar y fortalecer. No ven un espejo, pero eso sí: como en la boca del agujero excavado por ellos mismos hay fotógrafos y periodistas, sonríen. No está claro si de nervios o por cínicos.

Y en el caso particular del Paso Exprés, dado que sólo son dos los muertos, se muestran magnánimos. Exentan del pago de daños provocados a la vía por el conductor y el pasajero fallecidos, indemnizan a los deudos, cubren los gastos funerarios y, hombre, deberían de darles a los familiares pase automático y gratuito a la Autopista del Sol. Se lo merecen, aunque ya no tengan coche.

***

Según esa clase dirigente, cuanto está ocurriendo en nada les afecta. Sin embargo, resulta curioso verla tan desesperada buscando candidato al cual traspasarle el negocio quebrado de la política, el régimen socavado que ya no da más de sí.

Cuando la dirigencia perredista se ve tentada por la idea de integrar un frente con la derecha para evitar que la izquierda morenista pueda llegar al poder, algo anda mal. Cuando la dirigencia panista no acaba de decidir si ir sola o no a la contienda electoral e intenta alargar la selección de su propio candidato, algo anda mal. Cuando la dirigencia del partido en el poder quiere abrir los candados impuestos a las candidaturas y cerrar el método de selección de éstas, algo anda mal.

Cuando los tres partidos juran estar dispuestos a considerar la candidatura de un ciudadano, dudan si en su vivero hay algún político germinal, capaz de dar la batalla electoral. Cuando los partidos voltean a ver sin atender a la ciudadanía, no es que rectifiquen su conducta, es que la necesitan a su pesar.

No pasa nada, pero por algo los dirigentes suspiran por conservar el régimen que tantos beneficios les ha reportado y si, por alguna razón éste expira, quieren sobrevivirlo en algún palacio, pero no tras las rejas.

Esa clase piensa que las cosas suceden hasta que ocurren y, desde luego, no ve en el socavón el hoyo en que metieron al país.

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