Cuántas veces nos quedamos atrapados sin saber lo que hay qué hacer, confundidos, encajonados, en algunas ocasiones la decisión puede o debe estar ahí en el momento, pero nos envuelve la autoprotección, el egoísmo, la comodidad, el miedo y eso nos paraliza para saltar o salir en defensa de aquello que vemos injusto y poder lograr el bien.
No nos dejemos atrapar en las tinieblas de la indecisión o el temor, mantengámonos siempre vigilantes en el esplendor de la verdad y la justicia.
"Es obvio que nuestra democracia es una casa en obra negra, pero no por ello menos sustancial. Sus defectos son de quienes la ejercen, no de ella ni como doctrina ni como sistema. Sería terrible destruirla", dice Enrique Krauze.
La convicción democrática se mide en las reacciones frente a fenómenos dictatoriales, en nuestro caso, "el moreirato". Acabamos de vivir las votaciones del 4 de junio donde, de manera civilizada, salió más del 60% del padrón electoral a votar. Ese día triunfó la democracia, aunque fallaron quienes están encargados de organizarla: nuestros gobernantes.
En la Alemania de la posguerra, bajo el yugo de una dictadura que coartó la libertad, dividió familias y construyó un muro (1961), vimos la búsqueda y la lucha por derrotar al mal gobierno, que culminó con la caída del muro de Berlín en 1989, aunque en ese momento no se percibía el alcance del acontecimiento. Hoy Alemania representa la vanguardia del mundo occidental, tanto social, económica y políticamente.
En la reciente votación del Sistema Estatal Anticorrupción pudimos apreciar una enorme distorsión de nuestra maltrecha democracia. Un congreso servil, donde lo que se persigue es la satisfacción del bien individual de nuestros diputados, aprobando leyes y reformas impuestas por el ejecutivo, lejos de representar al pueblo, que es a quien se deben. Este proceder es lo que mantiene al país empobrecido, sin oportunidades y en decadencia.
No podemos esperar a que llegue un salvador, un Mandela, un Gandhi, una Ángela Merkel. Somos nosotros los ciudadanos quienes tenemos que seguir insistiendo, incentivando a nuestros gobernantes para que garanticen el Estado de Derecho y la rendición de cuentas.
No podemos, no debemos dejar de luchar.
En el libro del Quijote 11 Sancho Panza dice al Quijote: "Señor, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres, pero si los hombres las sienten demasiado se vuelven bestias"
¿Qué quiso decirle Sancho a su Señor? Que ante alguna desgracia o mala ventura, como la que acabamos de vivir en Coahuila -votaciones llenas de irregularidades, cinismo, fraude e imposición de poder con toda su crudeza, tanto para gobernador como para la ley anticorrupción- la ciudadanía debe apostar por lo que venía luchado: un cambio, una mejor situación en aras de un bien común. Es natural que el corazón llore, nos sintamos tristes, pero no podemos quedarnos ahí, pues recordemos lo que dijo Sancho: corremos el peligro de convertirnos en bestias rumiando nuestra desgracia.
Levantemos la cabeza, recuperemos nuestra dignidad, sigamos en pie de lucha con nuestra mejor arma que es la esperanza. Estamos ante un personaje que hace lo indecible para proteger sus espaldas y a unos vasallos sin ética ni principios ni valores.
Alguno de nosotros quizá caímos en sentimientos de derrota, desesperanza, impotencia, tristeza con la sensación de que estamos luchando contra un monstruo de dos cabezas imposible de derrotar: la corrupción y la impunidad.
Como lo mencioné en otro artículo, es momento de recuperar nuestra región con esa visión de antaño donde los empresarios ponían a sus empresas nombres que fueran permeando la conciencia, la visión de los laguneros.
Unión, Perseverancia, Esperanza
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