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De reojo al frente

JESÚS SILVA-HERZOG

El entretenimiento de la hora es el frente opositor. Hablan de él los dirigentes del PAN y del PRD; la prensa se llena de líneas que abordan las posibilidades de esa extraña conciliación, los especuladores fantasean con el personaje que lograría el milagroso matrimonio. El frente no es más que una confesión de la incapacidad de las oposiciones para presentar una candidatura confiable y un programa mínimamente coherente y atractivo. A pesar de la impopularidad del gobierno, de su imagen de corrupción e incompetencia, el PRI puede ver con optimismo el futuro. En la torpeza de las oposiciones se finca su esperanza.

El frente es, en primer lugar, una derrota de la imaginación. Para los problemas de 2018, la retórica de 2000... o de antes. Contra la perpetuación del PRI, un frente que unifique a todos los agentes democráticos y que garantice (ahora sí) un nuevo amanecer. Si tuvo algún sentido la formación de una coalición antipriista en tiempos de la hegemonía, hoy parece absurda. No se trata simplemente de pulir los extremos para conformar una coalición de demócratas moderados. Un frente como el que promueven los dirigentes del PAN y del PRD supone ignorar la historia reciente, los conflictos que han marcado la política contemporánea. No la prehistoria, no las antipatías antiguas, sino las frescas identidades de cada formación. Hablar de un frente que concilie el partido de Felipe Calderón con el partido que ha promovido con mayor entusiasmo la agenda de la diversidad es un llamado a la inmolación de dos organizaciones. Llamar a la desaparición de dos partidos para la gestación de nada.

El llamado al frente se desentiende de la experiencia de esas coaliciones electorales. No puede decirse a estas alturas que la idea de una coalición antipriista carezca de experimentos. Se han conformado en muchos estados y, en no pocas ocasiones, han sido exitosas. Electoralmente exitosas, y nada más. Pero, ¿cuál ha sido el resultado de esas victorias? Ninguno de los casos en que se ha constituido un frente que agrupa a la izquierda y la derecha en el país ha representado ejemplo de buen gobierno. Si en algo se han puesto de acuerdo PAN y PRD es en postular a expriistas para derrotar al PRI ... y gobernar como lo hace el PRI. Lo deberíamos saber bien: la antipatía común no es garantía de innovación política ni mucho menos de pulcritud administrativa.

Quienes proponen el frente lo imaginan bizco. Una opción electoral que no coordina los ojos para enfocar a un adversario concreto. El frente ve al PRI y a Morena al mismo tiempo. Se entiende su pretensión de levantarse como una opción no populista a la corrupción priista pero al ver a los dos lados, les regala a ambos la definición simbólica de la contienda. No digo que la adversidad sea un impulso político menor. Lejos de ello, estoy convencido de que la aversión es una fuerza políticamente definitoria, pero esa antipatía debe ayudar a clarificar el mal mayor. El frente diluye esa apuesta.

Mucho dice de los líderes este coqueteo retórico con el frente. Se entiende bien el cálculo de los líderes perredistas. El PRD no tiene más alternativa que asomarse afuera para buscar la salvación. Los burócratas que controlan la maquinaria del partido no podrían jamás presentarse a una elección. Caminando a la irrelevancia, buscan a su salvador en todos los rincones. Al parecer, coleccionan rechazos. El PRD tuvo proyecto que ya no puede decirse que tenga ideales. La búsqueda de una coalición con la derecha da muestra de que los gerentes del PRD están dispuestos a renunciar a ese trozo de la agenda que le generaba orgullo por evitar el naufragio final. Si hasta hace poco señalaban insistentemente que eran la verdadera opción de izquierda porque promovían la agenda de la diversidad, hoy quieren aliarse con los enemigos declarados de esa causa. Es más difícil de entender el motivo de los líderes del PAN. El dirigente del PAN no parece capaz de identificar orgullos en los gobiernos panistas ni en la plataforma de su partido, si cree que debe aliarse con quien se opuso a sus administraciones. Si el improbable frente sería la tabla de salvación del PRD, es la distracción que le permite ganar tiempo al dirigente nacional del PAN. Anaya habla del frente para no hablar de sus propias ambiciones.

La ocurrencia del frente no representa un diagnóstico de la situación crítica del país. Tampoco una propuesta viable. Es confesión de la miseria de las oposiciones y de los intereses de sus líderes. La negociación entre los partidos es un engaño a sus militantes y al país. Una farsa que concede que la verdadera política está en otro lado. Si en algo puede confiar el PRI es en sus adversarios.

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Escrito en: Jesús Silva-Herzog

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