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Populismo

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CARLOS CASTAÑÓN CUADROS

El uso, y sobre todo, el abuso de ciertas palabras, hacen que se diluya su significado. Al igual que otras cosas, las palabras también se gastan. Tanto se puede repetir una palabra, que termina por significar nada. Igual que las monedas, el significado pierde valor. Otras el significado cambia, o desaparece. Cada tiempo tiene sus modas, manías y preferencias. Igualmente guarda celosamente sus tabúes, hasta que un día, son historia. Para el caso, tomemos una palabra que se repite una y otra vez en los medios. Con visible frecuencia aparece en boca de algún gobernante u obediente funcionario. A partir de ahí, sucede la repetición. Todo en tono de condena y en un sentido negativo.

De esa manera, otra vez escuchamos advertencias sobre el populismo y sus peligros. Cuidado con el populismo. Cuidado con los populistas. "El riesgo de populismo va en aumento". Sin duda, las próximas elecciones presidenciales del 2018, reiterarán hasta el cansancio la palabra populista. En los últimos años, repetir esa palabra bajo un supuesto negativo, se volvió una estrategia de comunicación oficialista. Se dice que el populismo degrada los países e infecta la política. Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de populismo?

La primera referencia de la palabra se refiere a pueblo. Una dirección política hacia el pueblo, por el pueblo. El gobierno del pueblo. En principio su significado no es negativo. ¿Pero de dónde viene lo negativo? En la condena superficial del populismo, el presidente mexicano, fue corregido y refutado con autoridad, por el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama. En una irrelevante cumbre trilateral en Canadá, el mexicano volvió al discurso contra el populismo. Al momento, el presidente norteamericano refutó el significado, incluso, se definió a sí mismo como tal. "Soy un populista". Populista es el que está preocupado por los trabajadores, por la gente pobre, por las causas de la gente, argumentó. Para ridículo, más tardó el exmandatario estadounidense en corregir y explicar las definiciones, que el mexicano en advertir sobre los peligros del populismo. En su versión latinoamericana, el populismo encontró una segunda acepción; eminentemente negativa. Sin duda, en ese significado fueron "brillantes" varios gobernantes argentinos, venezolanos y muchos más. Pero los mexicanos no nos quedamos atrás. Luis Echeverría y José López Portillo fueron emblemas de aquella "docena trágica" ligada al populismo en un sentido negativo. Ahora se acusa al populismo como un mal que amenaza a México. Sin embargo, tal supuesto, tropieza con el clásico argumento de autoridad: "porque lo digo yo". Es curioso como el gobernante que acusa el populismo, sea el mismo que sostiene un gasto irresponsable del presupuesto público. Cual populista latinoamericano. ¿Cómo va a terminar el sexenio con la frenética deuda pública?

En realidad, acusar el populismo, se presenta como una forma de no hablar del propio. Vayamos a un ejemplo. Durante más de dos décadas, la política de desarrollo social en el país se ha enfocado en regalar dinero, despensas, medicinas, pintura y hasta frijol con gorgojo a los pobres, que son mayoría. El resultado de la evaluación de esa política es desastroso. Tenemos más pobres. Es decir, el "combate" a la pobreza, genera más pobreza. Pero si el programa es un fracaso como política social, se mantiene por su visible éxito electoral. Para el populista no hay otro propósito de la política social: votos y más votos. No necesitamos ir muy lejos para encontrar ese populismo en casa. Tampoco necesitamos en un líder carismático como dice el manual. Basta un gobernante mediocre con harto dinero a la mano. Visto de esa manera, es más fácil para un gobierno gastar el dinero en grupos musicales y artistas famosos, que hacer la tediosa labor de gobernar. Regalar y gastar. Dilapidar el recurso público con tal de agradar, aunque al final, ni eso se logre. La tentación del populismo no está en la mítica proclama al pueblo, sino en la posibilidad de obtener votos. Y en este punto, no un asunto de izquierdas y derechas, como suele dibujar el espectro político en desuso. Lo que tenemos no es solamente variantes de populismo, sino una vía que lo supera con creces: la corrupción institucionalizada.

El año que entra, escucharemos denuncias encarnizadas contra el populismo, tanto, como si fuera ajeno a los gobiernos que ahora tenemos. Por entonces, ya nos tocará votar.

Nos vemos en Twitter, @uncuadros.

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