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Crónica gomezpalatina

Recuerdo cariñoso para los cronistas que se fueron hace poco, en homenaje a su esforzada labor

MANUEL RAMÍREZ LÓPEZ, CRONISTA OFICIAL DE GÓMEZ PALACIO

Desafortunadamente de un año a la fecha el gremio de la crónica lagunera ha perdido a tres sólidos pilares de su estructura fundamental, ya que han partido al espacio eterno los hermanos y compañeros: Profesor Gumaro Tonche Flores, Cronista de Francisco I.

Madero, Coah., el día 6 de junio de 2016, el Doctor Sergio Antonio Corona Páez, Cronista de Torreón, Coah., el 1o. de marzo de 2017 y el Licenciado José Manuel Flores Olivas Cronista de Mapimí, Dgo., el 29 de abril de 2017, terminando su estancia terrena para acudir a disfrutar la paz y el sosiego espiritual que tenemos prometido cada uno de nosotros, en los momentos de llegarse el final de la existencia acogidos en el seno de nuestra fe, creencias, esperanzas y en la bondad de nuestro salvador.

Cada uno de ellos desempeñó una importante y trascendental labor para recopilar la historia de sus respectivos pueblos y de nuestra querida región lagunera, dejando como fruto de su intensa labor un más amplio y documentado antecedente de la historia, hechos cotidianos, raíces y costumbres de sus comunidades en las que eran sumamente apreciados por su reconocido trabajo, quedando como constancia los libros, artículos, conferencias y demás participaciones públicas que constantemente ofrecían en los medios de comunicación, esferas culturales y sociales.

En la sección Siglos de Historia del Siglo de Torreón que coordina la Sra.

Yeye Romo Zozaya, recientemente se han publicado algunos artículos de la autoría del Dr. Sergio Antonio Corona Páez (+) quien fuera respetado Cronista de Torreón, a fin de honrar su trabajo y dar constancia de la valiosa labor que desempeñó entre nosotros. Por nuestra parte recordaremos en este artículo una investigación del profesor Gumaro Tonche Flores (+) anterior Cronista de Francisco I. Madero sobre un hecho insólito ocurrido en 1950 en el Aeropuerto Francisco Sarabia de Torreón, Coah., y que según palabras del cronista, fue un suceso que impactó al mundo.

La historia se desarrolló así: La noche del nueve de octubre de 1950, ocultos entre los matorrales cercanos a la pista número 12 se encontraban dos muchachos campesinos radicados en el ejido Florencia del municipio de Francisco I. Madero, llamados Cliserio Reyes Guerrero de 19 años de edad, acompañado de su fiel amigo Heliodoro Rentería Ríos. Estaban a punto de protagonizar un suceso de dimensiones mundiales en la historia de la aviación, previamente había bajado el vuelo número 100 procedente de Ciudad Juárez para cargar combustible y continuar su viaje a la capital de la república, tenía la matrícula XA FUM y llevaba 21 pasajeros que eran Diputados y Senadores de la República, arribó a Torreón a las 23:30 horas.

Al despegar la nave de LAMSA luego de su escala técnica, Cliserio corrió tras ella seguido de Heliodoro, quien lo auxilió y lo ayudó a aferrarse del empenaje del avión (la cola) donde se sostuvo los 59 minutos que duró su viaje “de mosca” a una altura aproximada de 4000 metros. El Capitán Jorge Guzmán Lavat comenzó a preocuparse en su cabina de pilotaje, no se explicaba las fallas pues el tramo Ciudad Juárez-Torreón, había transcurrido sin mayores problemas, por lo que decidió solicitar permiso para retornar a Torreón.

La torre de control recibió la comunicación de un posible desperfecto y un aterrizaje de emergencia fue autorizado. Al posarse en tierra, los mecánicos y el personal de contingencia del puerto aéreo acudieron con la premura del caso a la plataforma a revisar el avión. Descubrieron con asombro a un hombre tendido sobre el empenaje; sin camisa y con un pantalón hecho jirones, eso sí con una gorra de orejeras y unos lentes de los que usan los tractoristas, casi congelado.

Reportaban los periodistas, esa persona era Cliserio Reyes Guerrero, un campesino que arriesgó su vida, más allá de lo que el mismo se podía imaginar, con tal de cumplir su sueño, que era el de volar. Estaba semi inconsciente, -dijo que: “…oía las voces, pero no comprendía cabalmente lo que pasaba…no entendía lo que decían”. Y por supuesto no podía contestar los agresivos interrogatorios de los que era objeto, de inmediato lo llevaron al hospital.

Los médicos lucharon por reanimarlo, pues estaba casi congelado, en su espalda presentaba innumerables raspones y moretones, producto de los golpes que se había dado contra el avión, como consecuencia de los bruscos movimientos del aparato. Pasado el convalecimiento: ¡¡¡a la cárcel!!! Los cargos por los que fue remitido los podemos imaginar: Daño a las vías de comunicación, haber puesto en peligro la vida de los viajeros y la tripulación. La seguridad de la nave y la posibilidad de haber provocado una catástrofe aérea.

Cuando Cliserio se enteró del peligro en el que había puesto las vidas de los pasajeros y los pilotos, así como de la aeronave, sus ojos reflejaron la inocencia de sus actos, el muchacho se sorprendió grandemente y no vaciló en aceptar pagar con cárcel los perjuicios que había ocasionado. Sobre la sensación que había experimentado, dijo: “Apenas podía mover la cabeza, recuerdo que si vi una luces abajo pero jamás sentí miedo a volar, si me dan oportunidad, la próxima vez que vuele será como Piloto Aviador.

Sin embargo como la noticia corrió como reguero de pólvora no sólo en la región, sino nacional e internacionalmente. Se recibieron también muestras de afecto a su persona y el reconocimiento a su hazaña, cientos de laguneros se aprestaron a cooperar para el pago de 300 pesos que le fijaron como fianza para obtener su libertad. Cliserio Reyes Guerrero se había hecho mundialmente famoso, algunos lo calificaron como un loco irresponsable y otros lo veían con una simpatía desbordante.

De inmediato aparecieron muchas personas que se interesaban en ayudar al joven campesino y surgió el generoso espíritu lagunero.

Cliserio fue invitado a la Radiodifusora XEBP para un control remoto a toda la república, donde relató las peripecias de su aventura y allí mismo, el gerente de la empresa LAMSA anunció que se le concederían pases para viajar con gastos pagados por un día a todas las rutas que cubría Líneas Aéreas Mexicanas. En uno de esos viajes llegó a Yucatán y conoció al cantante, actor y Piloto Aviador Pedro Infante, quien lo invitó a quedarse, ingresando como aprendiz de mecánico de aviones en la flota del “Ídolo de Guamúchil” al lado del Capitán Fidel Chan García.

Su primer manejo de instrucción lo realizó el 3 de abril de 1963 en una aeronave modelo Luscom y después de muchas horas de vuelo en aviones Cessna y Piper, obtuvo su licencia definitiva de piloto y por fin el 7 de marzo de 1964 a bordo de un Avión Cessna 185, realizó su primer vuelo formal y se convirtió en un distinguido piloto profesional, fue llamado al servicio de la Secretaría de Agricultura y Ganadería con sede en Chiapas, lugar donde casó con la señorita Elizabeth de la Vega Gómez y procrearon cuatro hijos: Sergio, Juan Manuel, Roberto y Héctor Hugo. Fue Co-propietario de cinco naves de una línea regional denominada “Servicios Aéreos Reyes-Román”. Falleció el 30 de marzo de 1996 en Terán, municipio de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas., a causa de un infarto al miocardio, apenas 45 días antes de su deceso habría realizado su último vuelo de ida y vuelta a Palenque, con una duración de una hora y treinta minutos en su propia Aeronave Cessna 185 matrícula XC-CEY.

Sirva el presente relato elaborado por el profesor Gumaro Tonche Flores (+), para dar cumplimiento a la promesa que hicimos a su hijo profesor Antonio H.

Tonche Pérez quien tomó la estafeta de Cronista de Fco. I. Madero, de recordar al compañero Gumaro a un año de su sentido deceso, seguros que Toño sabrá llevar con dignidad y prestancia el encargo de historiador del terruño que con tanta categoría desempeñó su Padre. En fecha próxima habremos de abordar una reseña de nuestro compañero José Manuel López Olivas (+) que compiló un extenso acervo del hermano municipio de Mapimí, Dgo., uno de los pueblos más antiguos de la Comarca Lagunera con una abundante historia sobre la llegada de los conquistadores españoles y sus luchas contra los feroces pobladores de esas tierras, que siempre defendieron los territorios que legítimamente les pertenecían, hasta su extinción definitiva.

José Manuel, un joven apasionado de los acontecimientos registrados en su terruño, siempre estuvo atento a recopilar los antecedentes de esos sucesos, buscando por todos los medios a su alcance de que se incrementaran los registros existentes. La extensa vida de los mineros asentados en la región, particularmente en la Mina de Ojuela, su famoso pueblo y el maravilloso Puente Colgante de Ojuela, tienen de por sí una extensa historia que aún no se termina de contar, además del paso de la Revolución Mexicana por Mapimí con su caudal de trágicos acontecimientos en la búsqueda de la democracia y de la libertad de nuestro pueblo.

Ojalá que estos lamentables trances por los que ha pasado la crónica lagunera se alejen el mayor tiempo posible, para que la labor de los investigadores pueda seguir con su trayectoria de trabajo constante, aportando su esfuerzo y dedicación, para el acopio, conservación y preservación de la historia, costumbres y raíces que nos permiten definir nuestra identidad lagunera.

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