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El individuo frente a la sociedad

JULIO FAESLER

Coinciden dos informaciones que merecen nuestra atención. Por una parte nos enteramos de que nuestro gobierno espía a periodistas y activistas sociales lo que suscita una previsible reacción de éstos, aunada a una fulminante condena generalizada.

El otro tema a reflexionares el que el INEGI confirma que los resultados de las encuestas directas que ha realizado en todo México indican que existe una "pigmentocracia" que explica la discriminación racial efectiva que entre nosotros anida.

Ninguno de los dos hechos sorprende. Todo gobierno tiene necesidad de recabar información por los medios de que pueda echar mano de las actividades que se desarrollan en el país y que pudieran comprometer su funcionamiento o la seguridad nacional.

La reacción explosiva de los que se sienten afectados desde luego no va a tomar en cuenta la obviedad anterior. El argumento de los que censuran esta realidad busca excluir a la actividad periodística y la defensora de los valores patrios y de los derechos humanos, alegando el imperio del respeto al individuo y la libertad de expresión, además de subrayar la necesidad que en toda comunidad se tiene de respetar a los medios de opinión en aras de la Democracia y su absoluta integridad e independencia.

El tema da, si se quiere, para una interminable secuela de discusiones tan políticas como académicas. Es conveniente, sin embargo, aclarar que el espionaje del gobierno puede, en un momento dado, ser justificable si su propósito es defender el estado de derecho, la integridad de la sociedad y el respeto a los valores de la persona y de la familia. No así cuando se extiende más allá de dichos linderos e invade la vida privada.

No respetar lo anterior invita un serio peligro para el investigado de que sus datos pudieran ser utilizados de manera perversa. Esto obliga al Estado a mantenerse en el terreno válido de la seguridad nacional. Es obvio que la vida personal del individuo debe ser excluida de la investigación.

Por otra parte, el que se afirme que el sistema utilizado solo está a la disposición de los gobiernos obliga preguntar la identidad y confianza que merece la entidad pública o privada que vende tal servicio supuestamente ultra secreto.

Es aquí donde este tema toca el de la discriminación racial. La identificación de un individuo en razón del color de su piel no debería relacionarse a cuestiones de seguridad pública. Las investigaciones sobre la ola de violencias, cualesquiera que sean sus orígenes o explicación indican lo contrario y este factor ahonda aún más la urgencia de hallar formas de eliminar el elemento color de la piel del acontecer social mexicano.

El estudio del INEGI sirve para identificar las tonalidades de pigmentación, dentro de los 11 grados que menciona, donde se requiere más atención para remediar la discriminación. Es en ellos donde hay que corregir las debilidades de escolaridad para asegurar que sólo los merecimientos personales determinen el lugar que ha de ocupar el individuo en su comunidad.

No se trata de discursos condescendientes que relatan los miles de casos en que personas que sufrían marginación y desprecio por razón de su color superaron las barreras situarse en los niveles más encumbrados. En la India hay. Por ejemplo, casos de "intocables" que han llegado a la presidencia de la república. En nuestro país sobran casos de personas de linaje indígena que han ocupado los cargos más altos.

Resumiendo: de los dos hechos que este artículo relata, queda claro que todo comportamiento sospechoso, a juicio del Estado, será investigado por los aparatos del que dispone. Solo hay que asegurar el respeto a los derechos individuales y de la familia. Por otra parte, el que vence la "pigmentocracia" que el INEGI detectó será reconocido por todos. El destacar en la sociedad, pese al color de la piel, será siempre reconocido. Sólo hay que ponerle barreras a la soberbia que ciega y fractura la unidad nacional.

Más que perder el tiempo declarando cuando y a quien es legítimo espiar, es mejor dedicarse uno a la tarea que está a su cuidado. En lo que a la discriminación de color se refiere, ahora mejor definida gracias al INEGI, hay que rebasarla. Nunca nos escaparemos del deber de luchar por defender nuestra individualidad para sobresalir.

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