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Espiar la vida de los otros

SIN LUGAR A DUDAS...

PATRICIO DE LA FUENTE

“Esta mañana un grupo de informadores y defensores de derechos humanos ha denunciado una operación secreta de vigilancia orquestada por la administración de Enrique Peña Nieto.

¿A qué tipo de democracia aspira un Gobierno esquizofrénico que un día condena la violencia contra los comunicadores y el otro los espía para saber sus secretos?”, escribe y se pregunta el periodista Luis Pablo Beauregard

En ocasiones la realidad supera, con creces, a la ficción. La gravísima nota publicada este lunes en primera plana del New York Times, advierte de la existencia de un sofisticado sistema de espionaje (Pegasus) que estaría siendo utilizado para vigilar a opositores, periodistas, defensores de derechos humanos y activistas.

Por fortuna, diversas voces se pronunciaron ya al respecto. La ONU, a través de su Alto Comisionado para Derechos Humanos, pidió una investigación exhaustiva tras las relevaciones que hiciera el New York Times, y la postura y testimonio de figuras como Carmen Aristegui (presumiblemente se vigiló a su hijo ) Carlos Loret de Mola, Emilio Álvarez Icaza, Juan Pardinas, entre otros.

Pese a que el Gobierno de México niega cualquier actividad ilícita -más no el haber adquirido el software Pegasus- todos sabemos que el espionaje está muy lejos de ser una práctica nueva en nuestro país.

De hecho, para entender el contexto histórico y la evolución de las agencias de inteligencia mexicanas desde la extinta Dirección Federal de Seguridad hasta el CISEN, actualmente activo, recomiendo “La Charola”, libro de Sergio Aguayo Quesada.

Todo este asunto, comenzando por la nota del Times hasta la torpe respuesta de un Gobierno al que sólo le falta decirnos que creará una comisión investigadora a cargo de Virgilio Andrade, inevitablemente me hizo recordar a uno de los mejores filmes de los últimos tiempos. Ganadora del Óscar y el BAFTA a la Mejor Película Extranjera, La vida de los otros nos lleva al Berlín de 1984, cinco años antes de la caída del muro.

Con alrededor de noventa mil empleados y 300 mil civiles a su servicio, la Stasi (Ministerio para la Seguridad del Estado) funcionó como el servicio secreto dentro y fuera de la República Democrática Alemana desde su fundación en 1950.

La Stasi vigilaba los movimientos de los ciudadanos que pudieran ser sospechosos de no simpatizar con el régimen. Mediante técnicas de dominio, la Stasi controlaba cada uno de sus actos manteniendo informantes en oficinas de trabajo, centros médicos, escuelas, restaurantes y cualquier otro sitio de interés público.

De los 16 millones de ciudadanos que vivían en la Alemania del Este, seis millones fueron espiados a modo de un Gran Hermano que todo lo ve. “En muchos casos el esposo, la esposa, o los hijos levantaron actas para informar a las autoridades desde qué dentífrico usaban hasta qué pensaban”.

La trama de la película se centra en un personaje gris, solitario y aparentemente inofensivo. Gerd Wiesler, quien podría pasar como burócrata o un simple vendedor de enciclopedias, es en realidad trabajador de la Stasi y tiene un solo cometido que cumple de la forma más meticulosa: espiar, las 24 horas del día, a una pareja de artistas.

La película lleva por título La vida de los otros pues Wiesler, en su afán por defender a un régimen en el que cree a ultranza, está dispuesto a dejar su vida a un lado para invadir y vivir, en secreto, la de otros.

Wiesler comienza instalando su equipo de vigilancia en el ático del edificio de departamentos donde habita la pareja conformada por el dramaturgo Georg Dreymand (Sebastián Koch) y la famosa actriz Christa Maria Sieland (Martina Gedeck). De ahí, la historia se desenvuelve a lugares insospechados. Te suplico, querido lector, que no dejes de verla.

Paralelismos a un lado, de nueva cuenta la actual administración vuelve a ocupar las planas internacionales. Para variar y no perder la costumbre, es por un asunto grave y bochornoso que los coloca como el hazmerreír internacional.

Siempre supimos que jugaban rudo con sus críticos y detractores. Nunca imaginamos qué tanto…

Nos leemos en Twitter y nos vemos por Periscope, sin lugar a dudas: @patoloquasto

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