Pensar desde el sur I
Hay una cantidad considerable de discursos y modos de actuar que apuestan por contaminar las subjetividades de los ciudadanos.
En México aún experimentamos diversas formas de colonialismo. Pero, ¿qué entendemos de ese concepto? Digamos, en primer lugar, que el colonialismo padecido en nuestro país es muy particular si lo comparamos con el de otras latitudes. Esta diversidad complica aún más las cosas. Se trata de un sistema de dominación que parte de definir a personas o pueblos como inferiores. Por tanto, es un modo de opresión que niega cuestiones relacionadas con las costumbres y las culturas; con la diversidad de ideas; con formas de organización política y territorial distintas a las nociones propias de historia, sociedad, política y cultura.
En este sentido, México ha sufrido su condición de súbdito en muchos sentidos. El más comentado, desde luego, es la ocupación española que, iniciada en los albores del siglo XVI, se extendió tanto como tres siglos de opresión y las relaciones entre los denominados colonizadores y los supuestos colonizados se fueron transformando.
Ahora bien, no es lo mismo colonialismo y poscolonialismo, pero la diferencia no estriba donde se cree a primera vista. Me explico. El primero pudiera ser visto como un periodo, una vía de tránsito entre procesos socioculturales, una etapa cronológica que permite identificar ciertas modificaciones que reinventaron el panorama social de un determinado pueblo. En cuanto al segundo, debiera comentar que no tiene que ver con una etapa posterior a los tiempos de servidumbre de un territorio; su existencia se relaciona con una manera de criticar esas formas de dominación que aún persisten en la actualidad, días en que se considera superada aquella etapa histórica.
Sirvan estos breves y superficiales planteamientos para entrar al comentario de que esa ocupación perdura y con creciente vigor. El racismo y la xenofobia son quizá dos de sus elementos que no han perdido vigencia y que incluso han cobrado mayor fuerza en los últimos años. También hay una cantidad considerable de discursos y modos de actuar que apuestan por contaminar las subjetividades de los ciudadanos. Estos fenómenos sociales y los efectos causados, que incluyen el despliegue de distintas formas de violencia, provienen de medios de opresión como la marginación, la exclusión, la pobreza y el patriarcado, por mencionar unos cuantos.
Esta lógica de dominación en la que operan varias constelaciones de poder pareciera no tener fin. Hay, por supuesto, un aire de pesimismo que sopla de norte a sur, pero existen también múltiples maneras de combatir los constantes vientos de discriminación, sexismo y marginación. Desde hace algunos años han surgido expresiones de orden social, político, artístico y cultural que no se limitan a denunciar la presencia de estos males, también proponen medidas para abordarlos con sentido de urgente.
Desde una perspectiva teórica, y quizá metodológica, comprender lo que ocurre implica considerar una gama de alternativas: producción de bienes y servicios; modos de ver y enfrentar la realidad; pluralidad de conocimientos; de opiniones y subjetividades; variedad de creencias y espiritualidades; etcétera. Una de tantas propuestas en el plano de la teoría reside en las llamadas Epistemologías del Sur. Estas epistemologías son parte de un proyecto intelectual que se desprende del pensamiento desarrollado, con el empleo de varios marcos teóricos, por el portugués Boaventura de Sousa Santos.
Con la intención de presentar y reflexionar sobre las formas de encarnar los saberes sureños, dedicaré futuras entregas al pensamiento poscolonial de este sociólogo portugués. Es importante difundir este tipo de contribuciones que, entre otras funciones, cumplen con llamar la atención hacia las múltiples luchas por la dignidad y la conservación de nuestra madre Tierra.
