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Infiltrados venidos de Oriente

El filme asiático que pulió Scorsese

Infiltrados venidos de Oriente

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IVÁN HERNÁNDEZ

La de 'calcar' más que 'adaptar' el original deviene en una especie de letra escarlata que suele acompañar a una obra sobre todo cuando hay un director o una estrella occidental en la primera línea del refrito.

Allí donde hay historia que pueda aceitar la maquinaria de la taquilla, Hollywood pone, además del ojo, los billetes. Desde hace tiempo se habla de que la industria fílmica de Estados Unidos atraviesa por un periodo de crisis. Recurrir al remake aparece como la opción para asegurar buenos dividendos. Relanzar material probado permite librar la aduana de interesar a los espectadores potenciales en una historia nueva y dar satisfacción a un público que pide versiones modernas de sus consentidas del ayer. Así se explica, a grandes rasgos, que el catálogo asiático lleve décadas como una de las principales fuentes de 'inspiración' de las productoras estadounidenses.

Los westerns, por ejemplo, tomaron desde elementos hasta argumentos del cine de samuráis. La influencia, lejos de desvanecerse se ha ido actualizando. La saga setentera de Lobo solitario y cachorro tiene a un reconocido admirador en Quentin Tarantino, cuya filmografía incluye Los ocho más odiados y Django desencadenado.

En décadas recientes, una de las parcelas de fotogramas orientales más explotadas por los adaptadores norteamericanos ha sido el género de terror. Los derechos de autor de maldiciones, aros, llamadas perdidas, y demás tramas con lobos sobrenaturales que arrastran a un oscuro final a rebaños de impotentes víctimas han subido a un avión y puesto rumbo hacia América para, después de blanquear el reparto, asombrar al mundo.

De cuando en cuando, en las regiones de la raza amarilla también se hacen películas de acción que cautivan la mirada de los buscadores de oro. Sabedores de que los sellos de manufactura japonesa, coreana, tailandesa y demás no gozan de una proyección a escala mundial, los estadounidenses adquieren la pieza, la ponen en manos de un director destacado y consiguen, por lo regular, buenos ingresos de taquilla; en el mejor escenario, el refrito obtiene, además de una ganancia sustanciosa en venta de boletos, los principales premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas norteamericana.

ADAPTACIÓN

El argumento de Infernal Affairs (Hong Kong, 2002) es conocido gracias al multipremiado remake hecho por Martin Scorsese. Un joven reclutado por un capo de la mafia recibe una beca para estudiar en la academia de policía. Del lado de la ley, un director policiaco asigna a un prospecto prometedor la tarea de infiltrarse en una organización criminal. Los dos cumplen satisfactoriamente con la misión encomendada. La información que proporcionan a sus jefes, sin embargo, causa tropiezos en uno y otro bando, esto revela la existencia de un espía en el bando oficial y de un topo en el colectivo criminal. Sobre los protagonistas recae la orden de identificar a la fuente. Así empieza una carrera por desenmascarar primero al otro.

En la cinta original, el agente infiltrado se llama Chan Wing Yan (Tony Leung), lleva una década trabajando de encubierto y recopila información para aprehender a un mafioso llamado Sam (Eric Tsang). Sólo el superintendente Wong (Anthony Wong) conoce su verdadera identidad.

El topo de los delincuentes se llama Lau King Ming (Andy Lau), desde la tierna infancia está en el Bécalos de Sam. Un ejemplar modo de conducirse le permite escalar posiciones, lo que significa conseguir mejor información sobre las operaciones que pueden perjudicar a su mecenas.

La producción fue dirigida por Wai Keung Lau (Andrew Lau) y Siu Fai Mak (Alan Mak), en el mercado en español la titularon Juego Sucio.

La adaptación fue bautizada como The Departed (Infiltrados), reunió un elenco encabezado por Leonardo di Caprio, Matt Damon y Jack Nicholson, se estrenó en 2006 y ganó varios óscares.

En las comparaciones que se hacen entre los dos filmes hay una meritoria división de opiniones. Lo que en una es virtud en la otra es defecto.

FRENTE A FRENTE

El remake dura dos horas y media, la original, una hora con cuarenta minutos. La narrativa del maestro, se afirma en varias críticas, hace la diferencia gracias a sus tramas secundarias y la inmersión que hace en la psicología de los personajes.

A la pieza original se le celebra tanto como se le critica su duración de serie B que no da para explotar con mayor profundidad el argumento.

Los partidarios de la producción asiática argumentan que se trata de una diferencia a favor de Infernal Affairs porque elimina lo accesorio mientras que el refrito norteamericano extiende el discurso valiéndose de recursos metidos con calzador como un triángulo amoroso. También piden no perder de vista que Juego sucio (ese fue el nombre en español de la creación de Lau y Mak) es la primera parte de una trilogía.

El montaje recreado, y sólo bastan unos minutos de reproducción para confirmarlo, supera al molde y las razones se encuentran no sólo en la buena mano que dirigió un clásico como Buenos muchachos.

La película oriental no pretende poseer las características de una joya invaluable, ni aspira en ningún momento a la categoría de cine de autor. Este déficit u honestidad, según se vea, está presente desde la concepción del proyecto. Lau y Mak diseñaron un éxito de taquilla en un momento en el que la industria fílmica de Honk Kong atravesaba por un periodo de vacas flacas. El producto dio en el blanco, recaudó 50 millones de dólares en esa región especial de China y se filmaron una precuela y una continuación. A nivel internacional no hubo mucha demanda de copias.

A Infernal Affairs se le agradece que entrega un corte final que no subestima al espectador y le ofrece, así sea de forma superficial, la opción de acercarse a temas como el debate identidad-otredad, y de elegir entre soluciones moralmente ambiguas a problemas individuales y colectivos.

Juego Sucio, señalan sus partidarios, contiene todas las virtudes de Infiltrados y pule todos sus fallos gracias a la concisión de su edición, un ritmo expedito, y la coherencia de un relato sin la digresión de alguna trama secundaria o personajes de paja.

CONSAGRADOS

Alan Mak, coguionista y codirector de Infernal Affairs, declaró a la prensa internacional que se sintió 'decepcionado' porque en 2003 Warner Brothers compró los derechos de la cinta, a un precio de 1.75 millones de dólares, con el compromiso de rodar un largometraje “inspirado en nuestra historia”.

El resultado, indicó Mak, “es como si Infernal Affairs hubiera ganado un Óscar”. También criticó a su colega norteamericano por idear un final diferente. La conclusión de The Departed, indicó, anula el simbolismo del filme, uno donde lealtades, deberes y mentiras se enciman unas con otras hasta confundirse.

La de 'calcar' más que 'adaptar' el original deviene en una especie de letra escarlata que suele acompañar a una obra sobre todo cuando hay un director o una estrella hollywoodense en la primera línea del refrito.

Además, reunir los derechos una buena historia traída de ultramar, un reparto estelar, un presupuesto generoso y un director con tablas no garantiza el éxito.

En 2013 Spike Lee (Plan perfecto, La hora 25) americanizó Oldboy (Corea del Sur, 2003) y, a pesar de tener a cuadro a actores como Josh Brolin o Samuel L. Jackson, no le fue bien.

Martin Scorsese, en cambio, consiguió la estatuilla que le negaron a sus aportes originales al catálogo más representativo de la industria fílmica de todos los tiempos.

Su triunfo, aunque completo, tiene la desventaja de que nunca faltará quien sentencie que en Infiltrados no inventó nada. Jueces menos severos dirán que, si bien mejoró unas cosas, en otras el maestro se limitó a copiar.

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