Siglo Nuevo

Señales del colapso occidental

El ocaso llega con desequilibrio ecológico y desigualdad

Pobreza extrema en Oaxaca. Foto: Reuters/Jorge Luis Plata.

Pobreza extrema en Oaxaca. Foto: Reuters/Jorge Luis Plata.

REDACCIÓN S. N.

La desigualdad, según Mothesarrei y compañía, ha tenido un papel principal en el colapso de las civilizaciones en todos los casos analizados correspondientes a los últimos cinco mil años.

Para predecir el futuro, le dice el protagonista de Abre los ojos (1997) a un psicólogo penitenciario, lo único que se requiere es tener inteligencia e imaginación. En el siguiente diálogo del filme pone como ejemplo de futuristas facultades al escritor francés, Julio Verne, autor de novelas de aventuras como La vuelta al mundo en 80 días y Viaje al centro de la Tierra.

Aún antes de que existiera la historia ya había estudiosos de esa materia situada en algún lugar entre la ciencia y la disciplina. Dentro de los tópicos que interesaban a esos intérpretes de lo extinto uno destacado era el del fin de sociedades que en sus buenos días dominaron vastas franjas del mundo conocido.

Un ejemplo de obra de ese tipo es Historia de la declinación y caída del imperio romano, del inglés Edward Gibbon, cuyos seis volúmenes se publicaron entre 1776 y 1788.

El estudio de modos de vida fenecidos, sin embargo, no sólo llama la atención de quienes siguen las huellas del pasado, también atrae a científicos que buscan adelantar con precisión los riesgos y las áreas de oportunidad para asegurar la supervivencia de la especie humana.

Los datos disponibles en archivos combinados con matemáticas y tecnologías actuales, sirvieron a Safa Motesharrei, Eugenia Kalnay (ambos de la Universidad de Maryland) y Jorge Rivas (de la Universidad de Minnesota), para realizar un estudio con carácter predictivo sobre Occidente.

Los resultados, publicados en la revista Ecological Economics, fueron retomados por medios internacionales (por ejemplo, la BBC) con titulares como “¿Está la civilización occidental condenada a desaparecer como la Roma antigua?”.

La investigación encabezada por Motesharrei, patrocinada por la Nasa, trabajó el tema del fin de códigos dominantes bajo un modelo multidisciplinario denominado Dinámica Humana y Natural (Handy por sus siglas en inglés).

Los medios destacaron la caída de poniente sería a consecuencia de una combinación de factores como el deterioro de aspectos fundamentales de la sociedad occidental (la democracia, las libertades de los individuos, la pluralidad y demás). El declive sería aún más estruendoso debido a conflictos por los recursos del que saldrían posturas como el rechazo de un grupo hacia cualquier persona externa.

Las civilizaciones, observaron los autores, sin importar los alcances territoriales, los avances en materia de organización o el desarrollo de tecnologías, no están vacunadas contra la decadencia.

Utilizaron la metodología Handy, la cual intenta dar sentido a los datos históricos, a las constantes que intervienen en la ascensión y el derrumbe de una forma de organización, proceso que se presenta de manera recurrente a lo largo de la historia humana.

Una característica del modelo de investigación es que simplifica el carácter complejo de las colectividades más desarrolladas para determinar qué tanto influye en el derrumbe de un sistema la mayor o menor exposición a un elemento que ha llevado a otra estructura a desaparecer.

A partir de los resultados obtenidos concluyeron que las “civilizaciones avanzadas, sofisticadas, complejas y creativas pueden ser al mismo tiempo frágiles”.

Entre los elementos que contribuyen a la declinación de un modelo y que servirían para determinar el riesgo de un colapso en estos días, los más destacados son: población, clima, agua, agricultura y energía.

Los cinco conceptos se convierten en guías seguros hacía el colapso cuando convergen para generar dos escenarios: la escasez de recursos causada por el deterioro del entorno ecológico, y la estratificación económica de la sociedad en élites cada vez más reducidas (ricos) y masas cada vez más grandes (pobres).

La desigualdad, según Mothesarrei y compañía, ha tenido un papel principal en la ruina de todos los casos analizados correspondientes a los últimos cinco mil años.

La cuestión ecológica, señalan, se ve agravada por el cambio tecnológico que si bien incrementa la eficiencia en el uso de recursos, también aumenta los niveles de consumo y la escala de extracción de los bienes naturales.

El análisis de varios escenarios sirvió para concluir que, en condiciones que reflejan de cerca la realidad del mundo hoy día, el colapso es difícil de evitar. Las causas que se enuncian son el desequilibrio ecológico y la estratificación económica.

Las dos, incluso de forma independiente, pueden hacer que el poniente humille para el descabello. Los investigadores plantean que se trata de dos rutas con un mismo destino, una tendrá la cara de la excesiva explotación de los recursos naturales, mientas la otra se verá como el acaparamiento de bienes por parte de las élites que no dejará suficientes recursos para cubrir las necesidades de los pobres.

El tratamiento de la investigación por parte de los medios hizo que los autores salieron a aclarar que no predijeron el final del camino para la manera occidental. Su objetivo, señalaron, apuntaba en la dirección opuesta, es decir, mostrar que, con la adopción de medidas adecuadas, la caída es prevenible. Las medidas en cuestión, explicaron, serían decisiones racionales para atender a la población, el deterioro, el consumo y la estratificación.

Explicaron que el modelo Handy no está diseñado para describir casos individuales actuales, pero puede presentar un panorama general y analizar el impacto de introducir un cambio en la ruta que apunta hacia el ocaso.

La metodología empleada, señalan, aporta ideas de lo que es factible que ocurra en una colectividad compleja si se cambian ciertos indicadores, proyectar qué pasaría si se reduce la desigualdad, si se limita a la mitad la explotación de los recursos naturales, si se recorta la jornada laboral de los pobres.

Otra conclusión de los científicos es que los seres humanos, en general, son más conscientes del riesgo ecológico pero, en muchos casos, no resulta sencillo apreciar cuán riesgoso es el aspecto socioeconómico. La inestabilidad social llevada al extremo, explicaron los científicos, puede resultar fatal para pobres y ricos.

Varias personas participan en una manifestación anti-islámica en Praga, en rechazo a la acogida de refugiados. Foto: EFE/Pilip Singer.
Varias personas participan en una manifestación anti-islámica en Praga, en rechazo a la acogida de refugiados. Foto: EFE/Pilip Singer.
Pobreza extrema en Oaxaca. Foto: Reuters/Jorge Luis Plata.
Pobreza extrema en Oaxaca. Foto: Reuters/Jorge Luis Plata.
Una integrante del Centro Nacional de Recursos Genéticos proporciona
información sobre el impacto del deterioro ambiental y llama a promover
una agricultura sostenible frente al cambio climático. Foto: EFE/Alonso Cupul
Una integrante del Centro Nacional de Recursos Genéticos proporciona información sobre el impacto del deterioro ambiental y llama a promover una agricultura sostenible frente al cambio climático. Foto: EFE/Alonso Cupul

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